Con fines pedagógicos hemos usado una esquematización y dijimos que la gestión pública podía clasificarse en dos enfoques:
- Tradicional: Donde la autoridad electa es quien define “interés público”. Y el funcionario público trata de seguir la normativa y reglamentación para alcanzar dicha definición, cumpliendo para ello los límites que restringen su idiosincrasia, subjetividad, ideología o uso de los recursos públicos para beneficio propio).
- Moderno: Donde la autoridad electa define “interés público”, pero el funcionario público es un estratega pues debe ver para arriba, abajo, afuera y adentro de su propia institución, y dentro de sí mismo, a fin de coordinar todo ello y generar valor público.
Como ambos enfoques estaban empeñados en hablar de “valor”, debemos de diferenciar:
- El “valor privado”: Que se resume en generar rentabilidad económica o patrimonial, pues eso es lo valioso para la empresa.
- El “valor público”: Donde lo valioso es lo que atiende y satisface al “interés público” que es definido por la autoridad electa, pero llenado de contenido por el funcionario público, que actúa como todo un estratega (viendo para arriba, para abajo, para los costados, para adentro –de su institución y de su persona- antes de pronunciarse)
Lo único cierto que todo gestor -público o privado- tiene una obligación: hacer que los recursos que utiliza, generen el máximo valor posible. Eso se exigirá a todos y esa es la regla implícita en toda organización -pública o privada-. Y ¿cómo saber que los recursos utilizados han sido bien aprovechados o desperdiciados? Pues toda organización -sea pública o privada- debe realizar medición y control. ¿Cómo medir? ¡Depende!
Depende de:
Los gestores privados: Tienen un conjunto de herramientas (cuantitativas principalmente) que han sido diseñadas para alcanzar su objetivo empresarial: rentabilidad. Así, cuando uno estudia una maestría en administración de negocios – MBA, aprende un conjunto de dichas herramientas financieras y empresariales, tales como el ROI (return on investment o retorno de la inversión realizada, por cada unidad monetaria, en cada proyecto) y otras más (sobre la cuales no profundizaremos).
Los gestores públicos: No tienen claridad para responder: ¿cuáles son las herramientas para medir el valor que nos interesa?, ni para uniformidad para decir ¿Qué herramientas son idóneas para medir el valor público?
Ante tanta libertad o falta de definición por parte del Estado, estas inquietudes buscan responderse, según el enfoque que tenga el gestor:
1.- En el enfoque tradicional:
Los directivos públicos buscan conseguir los objetivos normativos o determinado jurídicamente como “valiosos” por las autoridades democráticas (elegidas o designadas constitucionalmente), lo cual es coherente con la democracia donde el Parlamento representa “la voluntad popular”.
Así, su un gestor acredita que ha cumplido los objetivos que aparecen en la Ley Orgánica de su institución, o en las normas de gestión interna de su institución (ROF, MOF, etc.), puede decir que “ha cumplido con su función” y el funcionario hasta sentirse orgulloso de haber generado valor (aunque ello no se traduzca en ningún beneficio al ciudadano, o peor: que implique corrupción técnica en lo que debe ser un objetivo).
2.- En el enfoque moderno:
La determinación de “lo valioso” trasciende lo normativo y quiere recoger la complejidad que existe en la vida (por eso quiere sostenerse en la investigación económica, estadística, etc.) Se trata de averiguar ex ante lo que es valioso y aprender ex post lo que es valioso.
En este caso, cómo cualquier medición, lo primero que necesitamos es una regla, un instrumento, una teoría o un marco conceptual que nos permita dotar de sentido al concepto “valor público”. Y así tenemos para escoger entre diversas propuestas:
.2.1.- La Teoría de la democracia nos dice que hay valor público si encontramos satisfacción en los políticos por los resultados alcanzados (El grado de satisfacción que manifiesten los políticos es equivalente al grado de valor público logrado).
.2.2.- La evaluación de programas o políticas nos dice que sí la evaluación concluye que sí se alcanzaron los propósitos definidos (definidos políticamente como sustantivos), entonces si hay valor público.
.2.3.- La evaluación coste-efectividad, nos dice que esta evaluación busca una valoración colectiva del éxito alcanzado.
.2.4.- La Técnica coste-beneficio:. Nos dice que, cada uno debe de analizar si las consecuencias de un actuar público le es beneficioso, adverso o indiferente (Es muy individualista e Inspirado en la economía del bienestar). A partir de ello señala que, requerimos comparar la valoración que le brindan los beneficiarios con el costo financiero de haber alcanzado ello. Es muy difícil lograr dicha relación.
.2.5.- Gobierno orientado al cliente. Nos dice que, debemos medir el grado de satisfacción de quienes son los usuarios de nuestros bienes y servicios. (Toma el símil de la actividad privada)
.2.6.- Y así existen otros mecanismos para medir el valor público: cada uno con una respuesta acorde a sus propias necesidades, concepciones y percepciones. Como los instrumentos deben de estar en función a las preferencias que queremos medir, se dificulta que todos lleguemos a una definición universal de “valor público”.