La economía mexicana se ha beneficiado por décadas del petróleo hasta el punto que este factor se convirtió en el narcótico principal para evitar una reforma tributaria que permita que los ingresos públicos se asienten sobre bases más sólidas.
Sin embargo, desde hace algunos años la estatal PEMEX tenía claro que si no encontraban nuevas reservas los problemas económicos no tardarían en manifestarse, y se las hecho a buscar como la gallinita ciega del cuento. Entre tanto, los avances en las exploraciones en aguas profundas comenzaron a verse como la alternativa, los privados ya habían empezado en distintas partes del mundo, y Brasil anunciaba los yacimientos en el Presal frente a Rio de Janeiro. El entusiasmo de la industria petrolera volvía. Y en este devenir ocurre la catástrofe de BP en la plataforma Deep Water Horizon. Pero PEMEX ha seguido en este camino, y como no cuenta con la tecnología necesaria ha “flexibilizado” su marco normativo abriendo posibilidades para la participación de otras empresas petroleras. Este no es un camino fácil y la necesidad aprieta, de modo que PEMEX ha decido al parecer lanzarse a la piscina tenga o no agua y comenzar con la perforación en aguas superprofundas. Pemex paga rentas de 500 mil dólares diarios por plataforma, solo para buscar petróleo en el mar. Asimismo, cuenta con 231 de estas instalaciones de crudo en el Golfo de México y más 6 mil pozos de explotación en todo el país azteca.
De otro lado, México tiene importantes reservas de esquisto de dónde podría obtener gas, pero nuevamente ello requiere de una tecnología nueva que no ha sido domesticada por los mexicanos, e modo que tendían que traer empresas de fuera, cosa que no les gusta. Además explotar el esquisto y procesarlo supone trabajar en tierra, y con ello habría que enfrentar a los campesinos, pobladores de pequeñas y medianas villas, hacer kilómetros de zanjas para los tubos, pelearse con los ecologistas, etc. O, peor que eso enfrentar las consecuencias de los desastres como el ocurrido en San Martin Texmelucan. No hay nada que hacer en el mar los peces muere sin quejarse, y no hay poblaciones que tomen las instalaciones.
De acuerdo n un reciente artículo de Anastasia Gubin – La Gran Época “El presidente de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) de México, Juan Carlos Zepeda, desató la alarma por los planes del gobierno de perforar dos pozos ultra profundos cerca de las aguas de Estados Unidos este año, al advertir en una entrevista, que ni la empresa ni su comisión están preparadas para manejar un grave accidente o derrame de petróleo en dicha zona.
Zepeda, dijo en una entrevista, que Petróleos Mexicanos (PEMEX), “tiene relativamente poca experiencia con la perforación en aguas profundas, y mucho menos con los pozos de los ultra-profundas a profundidades superiores a 6.000 metros”, informó The Wall Street Journal.”
Zepeda agregó que no cuenta ni con personal, equipo ni presupuesto para cumplir con su tarea de supervisión, más necesaria que nunca si se consideran los riesgos de esta iniciativa. Al parecer PEMEX seguirá adelante y si pasa algo, “…pos ojalá no se den cuenta”. Sería interesante en este sentido que los mexicanos tomen la idea del sistema civil de vigilancia de los derrames de petróleo implementado por Gulf Oil Spill Tracker