En 1979 Isaac Asimov publica “Las Amenazas de nuestro mundo” en el que discute sobre las probables causas de extinción de nuestra vida en el planeta. Las primeras se relacionan con catástrofes cósmicas que no podemos controlar, o que están más allá del límite de nuestra probable existencia como especie, como el colapso de la galaxia o la destrucción del sol. De allí va descendiendo para dar cuenta de otras posibles causas de nuestra extinción hasta llegar al cuarto y quinto ciclo, en las que morimos por nuestra propia mano. No es el caso resumir o actualizar cada una de ellas, sino señalar la que se refiere al agotamiento de los recursos no renovables y responder a la pregunta si son agotables y en qué plazos. Y la verdad es que no lo son, de modo que así como el pico del petróleo ha pasado a convertirse en casi una anécdota, el fin de los recursos no renovables también, sea porque hay más de lo que imaginamos, o porque son reusables.
A continuación transcribimos el artículo de Asimov
La propia palabra «metal» se deriva de un vocablo griego que significa «buscar, procurar». Los metales que en nuestros días se utilizan para fabricar herramientas y en la construcción, representan tan sólo una sexta parte del peso de las rocas que componen la corteza terrestre, y la casi totalidad de esa sexta parte no es aparente, ya que la mayor parte de los metales existen en combinación con silicona y oxígeno, o con carbón y oxígeno, o con sulfuro y oxígeno, o únicamente con sulfuro, formando «menas» (1) cuya apariencia y propiedades son muy parecidas a las rocas.
Son pocos los metales que no formen parte de un compuesto y existan en forma de pepitas. Entre los últimos figuran el cobre, la plata y el oro, a los que podemos añadir pequeñas cantidades de hierro meteórico. Tales metales libres son muy raros.