Publicado en el suplemento DOMINGO de La República
Ex presidente del Congreso y parlamentario peruposibilista analiza el pedido de indulto humanitario para Alberto Fujimori, evalúa la actual gestión gubernamental y desentraña la ruptura de la izquierda a fines de los ochenta.
Ghiovani Hinojosa/
El profesor Henry Pease ya se ha caído tres veces sobre el pavimento mientras caminaba hacia el estacionamiento de autos en la Universidad Católica. Ahora usa un bastón por si las moscas. Los dos años de quimioterapia que ha tenido le han “quemado” el páncreas. Y la diabetes que también resultó de este tratamiento ha puesto en peligro sus riñones. Sin embargo, Henry Pease García tiene la mirada cristalina, apacible. Es un hombre que no reniega de su destino.
-¿Acepta la posibilidad de indultar al ex presidente Alberto Fujimori?
Solo si se establece científicamente que su cáncer implica una enfermedad terminal. El indulto humanitario únicamente procede si el reo sufre una enfermedad terminal o si las condiciones de encarcelamiento afectan gravemente su salud. Esto último está descartado en su caso porque él está en una prisión dorada. No ha habido en la historia del Perú un preso con mejores condiciones de alojamiento. No hay diferencia entre vivir donde vive y vivir en un departamento.
-¿Qué entiende por enfermedad terminal?
Que el señor esté tan mal de salud que, en lugar de morir en la cárcel, vaya a morir en su casa. No sería posible que si se le da el indulto por este motivo, Fujimori salga de la cárcel a hacer una vida normal. No tendría sentido que llegue a su casa, haga una conferencia de prensa y se convierta en un actor político central.
-¿Los hijos de Alberto Fujimori han hecho muchos aspavientos con la salud de su padre?
Todo hijo tiene derecho a estar angustiado por la salud de su padre y, por tanto, a pedir un indulto. Pero como se ha presentado públicamente la enfermedad de Fujimori la gente puede pensar que el cáncer es siempre una enfermedad terminal. No es así. A veces el cáncer se puede controlar. Se lo dice alguien que ha padecido la enfermedad desde hace treinta años.
-Pero la familia Fujimori no está defendiendo la tesis de una enfermedad terminal sino la de una enfermedad no terminal que es “avanzada, incurable, degenerativa y progresiva”, de acuerdo a la ley, y que por tanto podría ameritar un indulto humanitario.
Toda persona que pasa de los sesenta años tiene males degenerativos. Eso es totalmente normal. Se podría decir, en ese caso, que la diabetes es una razón para sacar a Fujimori de prisión. Esto no es lo que dice sobre el indulto humanitario la jurisprudencia internacional. Gravedad no es cualquier cosa. Gravedad es peligro de muerte. Dejen que los médicos definan la enfermedad de Alberto Fujimori.
-¿Cómo debería actuar la comisión de Gracias Presidenciales?
Tiene que recurrir a fuentes médicas que no generen la menor duda. Porque yo también puedo nombrar a médicos que me digan lo que quiero. Se debe pensar en oncólogos extranjeros que no mezclen pasión con hechos objetivos. El Perú está muy dividido en torno a lo que fue ese gobierno, esos hechos. Estamos todavía en la misma generación. Hay que esperar que los años salden las cuentas.
-¿Cuál sería el escenario político nacional si se indultara a Fujimori?
El argumento que dice que indultando a Fujimori se va a reconciliar el país no es cierto. Que digan que sus seguidores van a estar contentos, puede ser. ¿Acaso las víctimas del grupo Colina van a reconciliarse con sus perpetradores? ¿Cómo es que dicen eso los mismos que han visto con desprecio que se trate de compensar a la gente pobre que fue asesinada durante el conflicto armado interno? Las heridas no se cierran con medidas forzadas. Al revés, esto va a radicalizar odios, va a radicalizar confrontación. Seamos claros: ¿por qué ganó Humala? Muchos votamos por él en la segunda vuelta para que no salga Keiko. ¿Cómo se van a sentir las personas que lo hicieron? ¿Qué les va a decir Ollanta Humala? Al presidente no se le elige para dar lecciones de humanidad, sino para cumplir y hacer cumplir la ley.
-La sentencia del Tribunal Constitucional que anuló el indulto a Crousillat, en enero del 2011, señala en sus fundamentos que en las gracias presidenciales “resulta exigible un estándar mínimo de motivación”. ¿Esto obliga al Presidente a justificar públicamente su decisión?
Eso es algo elemental por una razón muy simple. El presidente no es un monarca y el indulto es una norma que viene de las monarquías. La historia de la democracia en el mundo occidental es la historia de la reducción del poder arbitrario. El presidente democrático gobierna según la ley. Lo que hay en otros países con el nombre de indulto es la conmutación de pena a un condenado a muerte para que viva en la cárcel, pero no para que lo perdonen. En el Perú el Presidente no es juez. El que juzga es el Poder Judicial. Este, en el caso de Fujimori, ha hecho un juicio impecable que lo ha sentenciado a 25 años. Si el presidente Humala va a cambiar eso, tiene que justificarlo de acuerdo a la ley.
-¿Por qué cree que Ollanta Humala declaró por su propia cuenta y riesgo que no comprendía a los familiares de Alberto Fujimori cuando estos hablaban de indulto sin haberlo solicitado formalmente?
Quizá les reclamó un trámite formal porque efectivamente había mucho peso mediático, pero no se había comenzado el trámite.
-Terminó dándoles a los hijos de Fujimori la justificación para presentar el pedido de indulto.
No tengo por qué especular. El Estado debe contestar a cualquiera que le hace un pedido: ‘hágalo, pues, para saber en qué términos le contesto’.
-¿Un eventual mea culpa público y convincente de Alberto Fujimori debería ser considerado por la nación?
Un indulto es un perdón, no es una amnistía. No desaparece el delito. El perdón normalmente se pide y debe significar arrepentimiento de haberlo hecho. Pero eso es demasiado pedir en el caso de Fujimori. Toda la lógica de la familia ha sido no reconocer la sentencia. Así persisten en los errores que lo llevaron al delito. Eso es un problema.
-Un eventual indulto a Fujimori sería simbólico para la justicia peruana.
Tenemos un montón de jóvenes tanto en movimientos tipo Movadef como en criminalidad puntual y en bandas que se ríen del Estado de derecho. A ellos debemos educar diciéndoles con el ejemplo que todos somos iguales ante la ley, y que el que la hace la paga.
-El 66 por ciento de peruanos aprobaba el indulto a Fujimori por razones de salud en diciembre pasado, según una encuesta de Ipsos Apoyo. ¿Qué le parece?
Es lo mismo que le estoy diciendo. Pero no le llame usted indulto humanitario a una farsa que es un indulto común porque no hay condiciones para un indulto humanitario.
Los calcetines de Henry Pease son raros. Tienen un grosor inusitado y ascienden por debajo del pantalón hasta más arriba de las piernas. Son una especie de licra de una pieza que retiene los fluidos que circulan todo el tiempo por su cuerpo. El sistema linfático del sociólogo está alterado desde que le extirparon un cáncer a los ganglios hace más de veinte años. Si él no usara estos calcetines especiales, las extremidades se le hincharían a niveles preocupantes. Ya ha pasado. Una vez, se quedó sentado en su sillón treinta minutos sin protección y sus pies se inflaron al punto de no caber en sus zapatos. Por eso tiene que mandar traer estas medias desde Alemania. Pero a cierta hora del día, normalmente las seis de la tarde, la presión sobre su piel es demasiada y las piernas empiezan a trastabillarle. El médico le ha recomendado que nade una hora diaria, actividad que realiza todas las mañanas. “En realidad, él es uno de mis remedios”, dice tomando de las manos a su nieto Valentín, de cuatro años, que aparece en medio de la entrevista. Pease se pone cauto a la hora de juzgar al presidente de la República y de recordar su paso por la izquierda.
-¿Siente usted que Humala ha sufrido un viraje ideológico desde que entró al poder?
Yo apoyé a Humala en la segunda vuelta. Había más cercanía con él que con Keiko Fujimori. Lo hice asistiendo al evento que organizó en el que firmó y proclamó la Hoja de Ruta. Este documento, que se convirtió en el norte de su plan de gobierno, puede significar un primer elemento de cambio.
-Me refiero a su divorcio de los líderes de la izquierda que llevó a su fin al gabinete Lerner.
Yo siempre me pregunto por qué en el Perú siempre elegimos presidentes por la izquierda que gobiernan por la derecha. Eso tiene varias versiones en varios momentos. El segundo elemento de cambio en el gobierno de Humala se debe al peso que tienen aquí los poderes fácticos. Todo gobernante, cuando gana unas elecciones, toma en cuenta lo que lo puede dejar fuera de juego. ¿Qué pasa si se retiran masivamente las inversiones, si desaparece la “confianza” de la que tanto hablan los economistas? Inmediatamente el Presidente tendría problemas.
-¿Humala es un presidente de izquierda, de centro o de derecha?
Yo nunca lo he visto como un presidente de izquierda ni él tampoco se ha definido así. Él se ha definido como nacionalista, algo que es demasiado ambiguo en términos políticos.
-¿Qué es lo más criticable de su desenvolvimiento en el poder?
Puedo decir que a Humala le ha salido mucho el militar. El artículo más fuerte que he escrito contra él fue cuando dio un discurso en Ayacucho contrariando una de las reformas más importantes de la democracia electoral: la inclusión del voto militar. Todo demócrata sabe que no existe régimen democrático consolidado si los militares son alternativa a los partidos o a los gobernantes civiles.
-¿Qué distingue a la izquierda peruana de hoy de la de ayer?
Cuando me hablan de la izquierda peruana en referencia a los mismos parámetros de Izquierda Unida, digo ‘no, señor, eso ya murió’. Esta es otra izquierda. Ahora, las posturas ideológicas no son sino
posicionamientos del momento. ¿Cómo nacieron la izquierda y la derecha en la historia? En función de cómo estaban ubicados los asambleístas de la Asamblea Nacional de Francia en la época de la revolución.
-Fuerza Ciudadana, el nuevo frente de izquierda, que agrupa desde Fuerza Social hasta el Partido Comunista, muestra los mismos rostros que hace 30 años.
Esa es una izquierda de hoy, aunque tenga gente que venga de otros tiempos. No hay ninguna razón para que pidamos a todo el que haya actuado en política en el pasado que se meta en un museo. Le aseguro que si usted habla con cada uno de ellos, se dará cuenta de que no son igualitos. Todos vamos cambiando. A esta izquierda se le evaluará por lo que haga y diga hoy.
-¿Hay un cambio generacional en la izquierda peruana?
El cambio generacional ya ocurrió. La Izquierda Unida murió el noventa. Desde entonces, ha habido una serie de actores, cada uno haciendo lo que puede, que son otra cosa. El momento es otra cosa. Los realineamientos se van a dar cuando vuelva a haber elecciones.
-¿Qué clase de progresismo necesita el Perú?
Una democrática, que respete claramente el Estado de derecho y que sea creativa. La democracia no es la política de la pata en alto, la de ‘yo puedo hacer lo que me da la gana porque me han elegido’. No, señor. Las políticas tienen que ser concertadas y discutidas.
-¿Es Gregorio Santos el líder que la izquierda necesita?
No. Es una persona que puede haber sido líder de un momento conflictivo de Cajamarca, pero que no tiene la fuerza ni la capacidad de ser inclusivo. Lo que se le critique al gobierno de Humala en términos de autoritarismo también se le puede criticar a él en relación con el tema de Conga. Nadie puede decir ‘yo impido esto en cualquier circunstancia’, como él lo hizo.
-¿Por qué se apartó de Barrantes a fines de los ochenta? Usted lideró un sector progresista que compitió con él en las elecciones de 1990.
Yo nunca he liderado un sector de la izquierda. Yo estuve en IU desde que Barrantes me invitó a ser su teniente alcalde en 1983. Poco después me pidieron todos que dirigiera la campaña municipal. Yo no pertenecía a ninguno de los partidos. Hice mi trabajo y terminamos la alcaldía.
-¿Cómo empezó la ruptura con Barrantes?
Un día, estando en el municipio, él me dijo: ‘un amigo me ha dicho que yo soy el dueño de los votos de IU, ¿tú qué piensas?’. Le dije: ‘Están muy equivocados tú y tu amigo, que supongo quién es. Tú eres el hombre de la unidad de la izquierda. Si IU se rompe, cualquier tonto (le dije otra palabra) sacará más votos que tú’. Luego organizamos el congreso de Izquierda Unida. Yo fui donde Barrantes, cuando ya la ruptura estaba bien cantada, y le dije que era la única persona que podía negociar una organización más democrática. Él recibió el carné, firmó el padrón, pero no nunca fue al congreso.
-¿Por qué cree que Barrantes no le hizo caso?
Él creyó que era el dueño de los votos.
-Usted era el candidato a la alcaldía de Lima de la izquierda, pero terminó siendo el postulante presidencial de IU.
Tenía que hacerse algo para que no se quedara sin representación tanta gente que habíamos organizado. En las elecciones presidenciales saqué muchos más votos que Barrantes.
-¿Cuando usted era joven simpatizaba con el marxismo leninismo?
Yo nunca he sido marxista ni leninista. He sido socialcristiano. El marxismo tiene muchos elementos que ayudan al diagnóstico, pero no tiene los elementos de mi norte. Mi norte es otro.
-Los barrantistas aseguran que se apartaron de Izquierda Unida porque había algunos líderes que eran complacientes con la lucha armada.
En las clases que dictaba por aquellos años en la universidad, algunos alumnos salían defendiendo a cada rato la lucha armada. Yo les decía: ‘Cuidado, el camino condiciona la resultante’. Nadie construye una democracia a través de métodos militares. Yo no puedo entender el socialismo sin democracia. Perdonen, pero la dictadura del proletariado ha sido en todos los casos dictadura sobre el proletariado. Si no, ¿qué vivieron en la Unión Soviética, especialmente los campesinos de la época de Stalin? Sigue leyendo →