La realidad de las escuelas se comprende como un conjunto de símbolos aceptados, construidos, recreados y compartidos por los miembros que integran la comunidad escolar. Estos símbolos tienen la misión de crear lazos y vínculos entre los miembros de los grupos implicados, para mantener una cultura que aglutine y cohesione a todos y cada uno de los integrantes del grupo, proporcionándoles elementos comunes que puedan ser compartidos y fomentados.
Estos símbolos, además, son creados para reducir la ambigüedad y la incertidumbre generadas por el significado de algún acontecimiento, resolver la confusión y aumentar la predictibilidad. De esta forma, aunque los hechos pueden ser ilógicos, azarosos o con escaso significado, los símbolos hacen que los veamos de otro modo.
Así, en un centro educativo puede haber rutinas como el canto del himno nacional todos los lunes a primera hora o la formación de los alumnos antes de entrar a clases; lo que se convierte en ritos y celebraciones que simbolizan aspectos que comparte el grupo de personas que conviven en la escuela.
En este enfoque se considera a los actores de la organización; sin embargo, no se consideran aspectos como los conflictos o la toma de decisiones en sí, sino en lo que estos hechos significan. El matiz no es tanto político como cultural o sociológico.