Naturalmente, los gobiernos construyen planes curriculares nacionales aunque no necesariamente con un trabajo consciente y proyectivo de estos elementos importantes. De ahí su eminente caducidad; es decir que muchos planes curriculares están enfocados en necesidades temporales que de hecho deben cubrirse, pero no predominar; pues al ser temporales implican un cambio constante y casi sobre la marcha, lo que genera inestabilidad.
A la vez, dichos planes deben ser lo suficientemente abiertos y flexibles como para permitir que cada región, localidad y organización educativa, los cuales trabajan en función a sus propias concepciones de ser humano y sociedad, concepciones más concretas y delimitadas. Aunque finalmente, el docente que se encuentra en el aula y se enfrenta a situaciones muy específicas termina realizando una planificación muy práctica y a veces divorciada de la planificación nacional.
Entonces, se produce una tensión entre la planificación idealizada y la planificación real que trata María Cecilia Ainciburu en: