Los conceptos y enfoques educativos sobre la lectura han variado significativamente en las últimas décadas. La imagen de un alumno dedicando horas de estudio a un libro o la expresión “la letra con sangre entra” no sólo son inaceptables hoy, sino que prácticamente nadie las subscribe ya.

De hablar casi exclusivamente del asunto de la “lectura” se ha pasado progresivamente a incorporar otros aspectos como la escritura, el pensamiento, el aprendizaje, etc. Leer ya no es un “acto”, ni tampoco un simple proceso. Es, más bien, una competencia, una entidad que implica o se integra con diversos componentes: expresiones como competencia lectora, hábito lector, motivación para la lectura, etc. son vinculantes.

Un interesante y valioso documento se ha publicado recientemente bajo el título “Leer (comprender y aprender) y escribir para comunicarse“, bajo la autoría de Fernando Reimers y Jenny Eva jacobs. Desde la introducción, advierten de la continua evolución de la definición misma de competencia lectora. Aquí citamos algunas líneas: “el desarrollo de buenas competencias comunicacionales
es esencial en el siglo XXI. Proponemos también que las competencias de leer con comprensión y de escribir con efectividad comunicativa son centrales en las competencias comunicacionales en un sentido más amplio y constituyen la base de un pensamiento ordenado. Estas competencias son, por lo tanto, esenciales para la adquisición de conocimientos en diversas disciplinas y para la capacidad de aprender durante toda la vida y de relacionarse con otros.”