12/01/23: ¿Es viable el Perú como país?

¿ES VIABLE EL PERÚ COMO PAÍS?

Efraín Gonzales de Olarte

La crisis política peruana, que tiene ya varios años, ha tenido un punto de inflexión cuando el ex –presidente Pedro Castillo cometió un inexplicable intento de convertirse en dictador. El 7 de diciembre se confirmó la inviabilidad del Perú como país y como nación, puesto que, en los últimos cincuenta años, ni gobiernos de derecha ni de izquierda han logrado integrar a los peruanos, para que se sientan parte de un colectivo compartido, de “nuestro” país y no -como la mayor parte de la población- como país ajeno, un país de los otros. El resultado de esta crisis es la escisión del Perú, por lo menos en dos “Perús”.

¿Por qué diciembre del 2022 sería un momento de inflexión en la historia de este país en ciernes? Nunca antes, había llegado al poder un peruano salido de las clases más populares, con precaria educación, de origen verdaderamente provinciano, de un pequeño pueblo de Cajamarca una de las regiones más pobres del Perú. El profesor rural Pedro Castillo encabezó la lista de un “partido político” provinciano con un confuso ideario de un marxismo anacrónico, para llegar al gobierno. Todos los anteriores gobernantes han provenido de las élites políticas, empresariales, militares o intelectuales, es decir de sectores socio-económicos de mayores ingresos, niveles educativos superiores, no siempre limeños (A. Toledo, V. Paniagua, J. Velasco) y con organizaciones políticas más o menos organizadas o con las fuerzas armadas como sustento del poder.

En verdad, la llegada del profesor de escuela Pedro Castillo al poder ha sido el resultado de una profunda crisis de representación política, caracterizada por la atomización política y por la casi desaparición de los partidos doctrinarios, razón por la cual pudo llegar al gobierno con sólo 18.9% de votos en la primera vuelta y ganar por 40mil votos a Keiko Fujimori en la segunda vuelta. Fue casi como una definición por penales. Es decir, llegó al poder por la confluencia de una serie de circunstancias,   que se fueron gestando en los últimos nueve años, aunque con orígenes antiguos que provienen del “auto golpe” de 1992 del gobierno de Alberto Fujimori y de su aversión a los partidos políticos y aún más allá en el tiempo, de la herencia colonial que escindió al Perú en dos: los colonialistas y los colonizados, dualismo que sólo cambió de actores y nombres durante la historia peruana y que ahora aparece nuevamente de manera dramática.

Obviamente, para el Perú urbano y limeño la elección de Castillo fue un resultado difícil de digerir, pues generó incertidumbre por varias razones.  Por un lado, vino representando a un pequeño partido provinciano cuyo propietario, Vladimir Cerrón, es un médico formado en Cuba e investigado por la justicia, cuyo partido no tenía un plan de gobierno propiamente hablando, sino un ideario escrito con la ayuda de algún manual de marxismo del siglo pasado, que proponía cambios que llevarían al Perú a ser un país comunista-socialista tipo Cuba. Por cierto, el Perú que venía de tener una experiencia de 30 años de neoliberalismo, las propuestas del ideario de Perú Libre generaron pánico en muchos sectores. Por otro lado, Pedro Castillo aparecía, más bien como un invitado de ocasión para encabezar la plancha presidencial, pues las aspiraciones de Perú Libre eran muy modestas: lograr un mínimo de votos para seguir vigente como partido político y, de pronto, sacar uno o dos congresistas. Esto hizo que la campaña electoral llevada a cabo por Castillo se caracterizara por un discurso populista en los pueblos más alejados, donde los otros candidatos no llegaron y donde llegaba prometía resolver los problemas del lugar, lo que tuvo dos efectos: los lugares con mayores carencias votaron por él –por ejemplo: el sur peruano que es la región más pobre-  y lo vieron como un representante genuino, es decir se identificaron con él, pues era uno como ellos.

Su llegada al poder hizo más transparente las grandes desigualdades socio-económicas que tiene el Perú, tanto de los sectores sociales como de las regiones y localidades, que se tradujeron en múltiples pedidos de gasto e inversión pública. Era obvio que un gobierno de corte izquierdista tenía que ser, por lo menos, redistribucionista, pero esto no lo entendieron ni Castillo ni Perú Libre, pues no estaban preparados para proponer una política económica y social de este corte, no tenían ni las ideas ni los cuadros para hacerlo.

Las cosas fueron por otro camino más antropológico. Su origen social, más la precaria organización de Perú Libre y los problemas judiciales de su líder, llevaron a Castillo a gobernar sobre tomando en cuenta sus pequeñas bases sociales: primero su familia, sus amigos y vecinos de Chota y algunos cajamarquinos, los amigos de su familia o vecinos, y los “cuadros” proporcionados por Vladimir Cerrón. Obviamente, el resultado se tradujo en un clientelismo familiar y chotano, que a la postre terminó en un uso de los recursos del Estado para beneficio de su entorno cercano -cosa que también hicieron los gobiernos anteriores- pero que en este caso fue demasiado evidente, fueron muy transparentes en sus actos de corrupción y la prensa, sobre todo conservadora, se ocupó de llevar la cuenta de estos manejos, dada la animadversión que le tuvieron desde el triunfo de Castillo en la primera vuelta electoral.

El problema mayor es que debido a la prioridad dada a su entorno y la casi absoluta ausencia de un norte en las políticas económicas y sociales, el gobierno de Pedro Castillo fue un rosario de desaciertos tanto en la elección de sus ministros y otros funcionarios, que a la postre debilitaron las acciones del Estado, dando la sensación de una precariedad nunca antes vista. El haber tenido ochenta ministros en un año y medio de gobierno, da una idea de la improvisación de aquel gobierno. No era un gobierno de izquierda sino un gobierno inepto.

Paradójicamente, dicha precariedad e inestabilidad no afectó el desempeño de la economía peruana, pues hace más de 25 años que el ciclo económico está divorciado del ciclo político, lo que obviamente favoreció a Castillo, pues, pese a no tener políticas claras y mostrar un tortuoso manejo del aparato público, la economía peruana siguió creciendo y la inflación estuvo controlada, salvo obviamente durante los dos años de la pandemia del COVID 19. Curiosamente, dichos resultados provienen del modelo económico primario-exportador y de servicios (PESER) heredado del fujimorismo, de la autonomía del Banco Central de Reserva y de los organismos reguladores. Cuestiones que Castillo prometió liquidar durante su campaña electoral.

Un aspecto no menor en el ex –presidente, fue su limitada capacidad de comunicación y de diálogo con el periodismo, que se vio reflejada en aquella penosa entrevista de CNN en enero del 2022, razón por la cual sus asesores le aconsejaron no enfrentar a la prensa y establecer otros medios de comunicación, para entrar en contacto con la población. Para ello, se establecieron los consejos descentralizados de ministros, a los cuales invitaban selectivamente a sus auditorios, obviamente afines el presidente, donde fiel a su estilo sindicalista y de candidato permanente siguió prometiendo resolver los problemas de la población, a sabiendas que con su gobierno no sería posible resolverlos. En el mejor estilo populista, se fue convirtiendo a fuerza de su ineptitud en un demagogo que fue creando ilusiones a sus votantes. Pero lo más importante es que, gracias a estas reuniones fue generando una corriente de opinión en las poblaciones de las provincias, el ser un presidente cercano a los problemas del “pueblo” y se dio maña para transmitir la idea de que la derecha, el Congreso y la prensa conservadora no lo dejaban gobernar. Es así como creó una opinión favorable a él, basada en que era un gobernante del pueblo, uno como ellos, que los grandes poderes no lo dejaban gobernar. Su ineptitud y la pobreza de sus distintos gabinetes ministeriales fueron escondidos tras de su conversión de víctima de un sistema que no soportaba que un maestro provinciano de modesto origen fuera presidente del Perú. El efecto social más importante es que su gobierno polarizó la sociedad, al extremo de ir generando un dualismo socio-económico creciente.

Sin embargo, dicha conversión caminó de manera paralela con las denuncias e investigaciones de una serie de hechos de corrupción que lo involucraban a él, su familia, a su entorno más cercano y a algunos de sus ministros. Prueba de ello es que algunos familiares y ex funcionarios investigados por la fiscalía o se han fugado o están en la clandestinidad. Por ello, hay quienes opinan que el “golpe de estado” tuvo como objetivo parar todas las investigaciones sobre corrupción que le había iniciado el Ministerio Público, de ahí que en su mensaje a la nación no sólo disolvía el Congreso, sino que intervendría en la Fiscalía, el Poder Judicial y pidió a un edecán suyo que detenga a la Fiscal de la Nación, quien la comenzó a investigar a él. La verdad es que no sólo fue incompetente como presidente, pero también fue incompetente para manejar la corrupción que promovió y para dar el golpe de Estado.

Tras de su intento de golpe de Estado y de su deseo de convertirse en dictador al estilo Maduro u Ortega, no sorprendió que un tercio de la población se identificara con él y pidiera su reposición, bajo la idea de que había sido una víctima. Para los que lo apoyan la corrupción era apenas un pecado venial, que además habría que probar. No lo habían dejado gobernar a uno como ellos.

El episodio siguiente fue la asunción al gobierno de la vicepresidenta Dina Boluarte que tuvo dos circunstancias, que a la postre confundieron a buena parte de la población. La primera es que Pedro Castillo al irse contra la Constitución anunciando su golpe de estado, automáticamente quedaba inhabilitado para seguir gobernando, en consecuencia, el Congreso debía invitar a la Vicepresidenta para que asumiera la presidencia, tal como señala la Constitución. La segunda es que el Congreso en un acto innecesario –dado que Castillo había dejado de ser presidente por ir contra la Constitución-  aprobó teatralmente la vacancia del presidente, por incapacidad moral con 103 votos de los 130 posibles. La interpretación de estos sucesos hizo que, para buena parte de la población -sobre todo de las regiones fuera de Lima- Castillo había sido destituido por el Congreso y que Dina Boluarte había sido favorecida por su destitución, en consecuencia, era una traidora. Lo cierto es que se creó una narrativa basada en el papel del Congreso, que estuvo enfrentado a Castillo durante todo su gobierno, como el causante de la caída de Castillo y Dina Boluarte como la cómplice del Congreso. Ella en su discurso de entronización como presidenta no aclaró porqué llegaba a la presidencia de manera constitucional y no tomó distancia de la decisión del Congreso de vacar a Castillo, que a todas luces había aprovechado del golpe, para encontrar finalmente una causal de vacancia, aunque innecesaria institucionalmente hablando.

Después que el expresidente Castillo fuera puesto en prisión preventiva, las protestas se fueron generalizado en todo el Perú, llegando a una violencia indeseada, con muertos civiles por balas de la policía y del ejército, pero también con muertes de la policía hechas de manera feroz. Las consignas son: que se cierre el Congreso, que renuncie la actual Presidenta Dina Boluarte, que se convoque a nuevas elecciones y se incluya un referéndum para crear una asamblea constituyente que redacte una nueva constitución.

La imagen que había transmitido Castillo, a partir de su estilo de gobierno fue creída por una población con muy poca información, una bajísima capacidad de discernimiento político y mucha identificación de nivel básico, es decir apoyo al vecino, al pariente a alguien como uno, que había prometido el oro y el moro, y que como no lo dejaron gobernar no pudo cumplir con sus promesas. No importa que haya recibido dinero para ascender oficiales o para nombrar gente en ciertos cargos, pues esto lo habrían hecho todos los gobiernos anteriores y, para sus partidarios, esto no era causa de su vacancia por el Congreso. Además, buena parte de los que piden elecciones inmediatas y piden una nueva Constitución, no la han leído, por lo que su postura no tiene que ver con las reglas que norman la democracia peruana, sino con la incapacidad de lo que denominan la “clase política”, el Congreso y el olvido de las regiones por el Estado. Es decir, lo que interesa analizar son los resultados sociales y económicos del sistema político y económico y, éstos, han sido bastante exiguos con los sectores más populares y con las regiones más pobres.

El sur peruano: Puno, Apurimac, Cusco, Arequipa, Ayacucho son las regiones con mayores protestas y tomas de carreteras, que es el mecanismo para paralizar las actividades, sin embargo, son movimientos espontáneos de pobladores rurales, mezclados con agitadores provenientes de grupos radicales de izquierda y de sectores ilegales como el narcotráfico, la minería y tala ilegal, el contrabando que no proceden de una organización conocida o que tenga liderazgos visibles. Es una marea de descontento gatillada por la salida de un presidente como ellos, pero sobre todo por el pobre desempeño de las instituciones del Estado –salud, educación, servicios públicos, infraestructura- y por la pobreza, el subempleo y la informalidad en que vive la mayor parte de la gente.

La informalidad en el Perú, caracterizada porque el 70% de la población tiene un empleo informal, pero que sólo contribuye a crear el 20% del producto nacional, es un problema de fondo tanto económico, social y político. Es el telón de fondo de la crisis actual. Desde el punto de vista económico la informalidad es sinónimo de bajas productividades y, en consecuencia, de bajos ingresos y empleos precarios, es decir de pobreza y de ausencia de un futuro mejor. Desde el punto de vista social, la informalidad, al no generar relaciones de trabajo y de producción estables, no genera el tejido social necesario para el progreso en sociedad, es decir, no se logran formar gremios, sindicatos, asociaciones, que tengan intereses comunes, los informales bailan con su propio pañuelo. Desde el punto de vista político, los informales no logran ser integrados por el Estado para ser favorecidos por la seguridad social, las pensiones de jubilación, pero sobre todo los informales no tienen razones para organizarse políticamente y, obviamente, van a votar por el que les ofrezca algo o se parezca a ellos. Como el Estado peruano es chico, como fruto del ajuste estructural de los años noventa, no tiene capacidad de reducir las desigualdades y de dar mayores oportunidades para las grandes mayorías. La informalidad es la forma más moderna del dualismo y de la falta de integración socio-económica en el Perú.

Bajo esta perspectiva, las protestas actuales son en realidad un llamado de atención para tener un Estado que se ocupe de ellos y los integre. La informalidad es el mejor camino a la desintegración social. Por estas razones, estos movimientos de protesta no tienen interlocutores con quienes el gobierno podría dialogar para lograr algún acuerdo, por ello la salida política es bastante incierta y el Perú puede estar al borde del colapso social, la anomia o ad-portas de un golpe militar.

La crisis actual ha exacerbado la fragmentación de la sociedad peruana, que se traduce en la creciente confrontación entre Lima y el resto del país, que la descentralización no ha logrado encauzar, por otro lado, la gran informalidad laboral y económica resultado de la poca capacidad de integrar del modelo de desarrollo peruano (primerio-exportador y de servicios) y de un estado relativamente chico e ineficaz, que es a todas luces incompetente para resolver no sólo las diferencias económicas sino también las diferencias sociales y culturales. El gobierno de Castillo y su golpe de Estado, finalmente han develado la precariedad del Perú como país.

EPÍLOGO

Es evidente que la salida de la crisis política y social que vive el Perú, pos golpe de estado de Castillo, no se ha de corregir en el corto plazo y de pronto ni siquiera en el mediano plazo, pues los problemas del Perú son muy grandes y complejos: una sociedad fragmentada tanto social  regionalmente y culturalmente, grandes desigualdades socio-económicas, informalidad,  atomización política, un modelo económico que no tiene capacidad de generar suficiente empleo “decente”, un Estado pequeño e ineficaz corroído por la corrupción, y un sistema educativo dual incapaz de promover la igualación social. Son problemas que requieren una suerte de refundación del país.

En el corto plazo, se avizoran tres escenarios: un gobierno de transición que logre convocar a elecciones en el corto plazo, un golpe de Estado militar o una anomía social, es decir, la situación actual como forma de supervivencia social sin futuro. Dados estos problemas el Perú no parece ser un país viable, salvo que se dé algún milagro social o político, o como dice el viejo dicho de Manuel Prado, en el Perú los problemas se resuelven solos o no se resuelven. En esta ocasión no parecen existir mecanismos de solución.

Lima, enero 2023

16/12/22: Adolfo Figueroa (In memoriam)

ADOLFO FIGUEROA (In memoriam)

Efraín Gonzales de Olarte

Adolfo Figueroa Arévalo fue uno de los raros economistas peruanos que elaboró una teoría axiomática sobre los modelos de desarrollo, a la cual llegó después de un vasto trabajo de investigación empírica. Estudió desde las economías campesinas, los problemas del empleo, la desigualdad distributiva, la educación, mercados laborales, las políticas redistributivas, los regímenes de políticas económicas, hasta el uso y abuso de los recursos naturales no renovables y los problemas ambientales. En el fondo su preocupación fue desentrañar los meandros de las desigualdades económicas y sociales, sus orígenes, sus procesos y sus impases. Nos demostró que, para proponer teorías, el camino comienza viendo cómo es la realidad, viajando a los lugares de estudios, caminando los largos recorridos de la pobreza campesina y urbana, es decir, ensuciándose los zapatos, luego construyendo la información estadística y cualitativa, para finalmente comprobar las hipótesis de inicio. Por ello, sus teorías no nacieron de la imaginación del economista sentado frente a su computadora, sino de la observación de la compleja y a veces elusiva realidad peruana y latinoamericana.

Su partida ha sido sentida como una pérdida para la comunidad académica, pues, aún esperábamos más de sus luces y de su encantadora persona.  Pero se fue dejando un acervo de conocimientos, que no existía antes de él, se fue enseñando cómo enseñar economía de manera rigurosa, explicando los problemas más complicados con el lenguaje del “canillita”. Tenía un raro e innato talento para enseñar y, sobre todo, lograba que sus alumnos aprendieran, prueba de ello es las centenas de exalumnos suyos que ponderan hasta hoy sus cualidades de “maestro”.  En otras palabras, creo que logró lo que se propuso, tanto como investigador, teórico y como profesor. En este sentido tuvo una vida completa, que hay que celebrar, aunque nos haga falta físicamente.

Pero: ¿quién era Adolfo Figueroa? Era un ancashino de origen rural, nació en el pequeño pueblo de Shilla del Callejón de Huaylas, estudió la primaria en la escuela rural cercana a su casa y fue enviado por sus padres a estudiar la secundaria a Lima, donde estuvo los dos primeros años en el Colegio Guadalupe, siendo el alumno más destacado de su promoción, y terminó la secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado. Luego estudió Ciencias Económicas en la Universidad Mayor de San Marcos y gracias a una beca de una organización internacional fue a hacer sus estudios de posgrado en la exclusiva Universidad de Vanderbilt en los Estados Unidos, donde obtuvo su doctorado con una tesis sobre la distribución del ingreso en el Perú. Pero al mismo tiempo, formó una entrañable familia con Yolanda su esposa y sus dos hijos: Rocio e Iván.

Cuando volvió al Perú, fue invitado por Máximo Vega Centeno y Richard Webb a unirse a ellos para la creación de la carrera de Economía en la PUCP, dónde enseñó, investigó y fue autoridad por más de cuarenta años, además fue consultor de todos los organismos internacionales. Fue un ejemplo del economista comprometido con su realidad y su sociedad, la cual conocía desde sus orígenes del Perú profundo y llegó a ser un reconocido profesor visitante en universidades estadounidenses y latino-americanas. Durante su vida, transitó desde el estudiante de origen rural hasta el economista cosmopolita, sin perder su autenticidad.

Pero quizás el rasgo más destacable de Adolfo Figueroa fue su personalidad magnética y su genuina convicción de que el Perú sería mejor si se conocía mejor sus insondables problemas y la mejor manera de lograrlo era formando buenos economistas comprometidos e identificados con los problemas que genera el subdesarrollo.

Ahora que no está ya con nosotros físicamente, estará siempre presente a través de su obra, de sus enseñanzas y de su espíritu. Los que lo conocimos podemos decir que Adolfo mejoró nuestras vidas. Descansa en paz querido amigo.

Lima, diciembre 2022

07/09/22: Divorcio entre economía y política en el Perú

EL DIVORCIO ENTRE LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA EN EL PERÚ

Efraín Gonzales de Olarte

Desde la aplicación de las medidas del Consenso de Washington en la década de los noventa del siglo pasado, la dinámica de la economía peruana dejó de estar conectada o estarlo muy levemente con los acontecimientos políticos, por varias razones:

  1. La reducción del tamaño del Estado y de sus funciones económicas, que hizo que el gasto público dejara de ser un instrumento importante de la dinámica económica interna, pues el consumo e inversión del sector privado se convirtió en el predominante. El gasto del Estado tiene un menor impacto en el nivel de actividad económica y en la política.
  2. La prohibición al Banco Central de Reserva de financiar al gobierno con emisiones inorgánicas, eliminó la posibilidad de usar la política monetaria para fines populistas.
  3. La reformas, a través de las privatizaciones y la atracción de capitales extranjeros, reforzaron el modelo económico primario-exportador y de servicios (PESER), lo que tuvo dos consecuencias: por un lado, buena parte del crecimiento económico peruano depende de los precios internacionales de las exportaciones primarias y, por otro lado, la expansión de los servicios (banca, comercio de retail, gastronomía y servicios informáticos) generó buena parte del empleo formal, pero sobre todo, informal. En ambos casos, no hay canales económicos para afectar la política.
  4. Como se sabe la tasa inflación es la variable económica con más repercusión política. Por ello, la gente protesta cuando hay alzas de precio que sobrepasen el 4%. Este factor, de conexión de lo económico con lo político, no se dio hasta el último año en que apareció el fenómeno mundial de la inflación, por ello la inflación peruana es mayormente importada, es decir no depende de la política económica.
  5. Uno de los principales efectos de: la reestructuración del estado, de las reformas laborales y del modelo económico, ha sido el fortalecimiento del sector informal hasta niveles muy altos. Hoy el sector informal produce sólo el 20% del PBI pero emplea a más del 70% de la fuerza laboral y esto se ha reflejado en la escasa capacidad del heterogéneo sector informal para presionar al gobierno por política favorables o mejoras económicas.

¿Han cambiado estos determinantes de la conexión entre política y economía con el nuevo gobierno del profesor Pedro Castillo? En verdad no, salvo la aparición de una inflación internacional que afecta sobre todo a los sectores más pobres y que han reaccionado tomando carreteras, aunque de manera inorgánica, pues no hay ninguna central sindical detrás, ni tampoco partido político alguno. La informalidad es la mejor fórmula para desconectar la economía de la política, en la medida que los informales no están registrados ni fiscal ni laboralmente, tributan muy poco, y no están organizados como para poder ejercer presión sobre el gobierno.

Por todas estas consideraciones, en realidad en el Perú la economía determina la política y no al revés, que es lo que la mayor parte de analistas piensa. Es decir, las vías de conexión de la política con la economía han sido debilitadas en los últimos treinta años.

Setiembre 2022.

27/07/22: FRAGMENTACIÓN Y DUALISMO: PERÚ UN PAIS CASI INGOBERNABLE

FRAGMENTACIÓN Y DUALISMO: PERÚ UN PAIS CASI INGOBERNABLE

Efraín Gonzales de Olarte

La extraña situación que atraviesa el Perú no ha sido prevista por ningún analista político o sociólogo. El haber elegido un presidente sobre el que no se conocía mucho frente a una contrincante de la cual se conocía todo, fue en realidad una elección entre lo bueno por conocer en vez de lo malo conocido. Es decir, nos fuimos contra la sabiduría convencional. A lo que no prestamos suficiente atención es que se eligió a un representante del tercer o cuarto quintil de la distribución del ingreso, cuando siempre habíamos elegido a un representante del quintil más alto, en otros términos, elegimos a un ciudadano de clase media baja-baja cuando siempre habíamos elegido a presidentes de clase alta o media-alta. Por si fuera poco, elegimos a un Congreso mediocre, de menor calidad que el anterior, como fruto de la atomización política y la cifra repartidora, en el cual priman los apetitos personales, por encima de cualquier objetivo político importante para el país. Nos equivocamos por partida doble.

Todo esto en un contexto bastante especial: por un lado, un país políticamente fragmentado, con grandes signos de corrupción y un modelo neoliberal recusado por no reducir las desigualdades socio-económicas, por otro lado, un país con una severa crisis moral heredad del Fujimorato que se confirma en cada acto de corrupción y, encima, con una pandemia que aún no termina. Un mal momento, para el cual se necesitaba un gobierno capaz y éticamente fuere para afrontar semejante coyuntura.

Ha pasado un año de este gobierno y del congreso y los resultados no sólo son decepcionantes, sino altamente alarmantes, en la medida que gobierno y congreso se han encargado de desmontar la poca institucionalidad y la menoscabada capacidad administrativa del Estado, pero sobre todo sin tener una idea de qué hacer en términos sociales y económicos para resolver los grandes problemas del “pueblo” al cuál siempre se refiere el gobernante. En suma, un año perdido por un gobierno que demuestra una incapacidad en todos los planos de la gestión y, encima, con varias investigaciones por temas de corrupción.

Pero, quizás lo que no estamos tomando cuenta es que, debido a la dinámica de los últimos años, el Perú parece estar transitando hacia un dualismo socio-cultural, es decir hacia una sociedad escindida en dos partes: una moderna que se afinca en la tecnología, la ciencia, el progreso y en la razón y otra tradicional que se sustenta en las costumbres ancestrales pre-capitalistas, en ideologías del siglo XIX ya superadas y en el pensamiento mágico. Durante muchos años el Perú ha estado gobernado por sectores provenientes del sector moderno que han regido tanto sobre el sector moderno como sobre el tradicional, claro que con resultados sociales incompletos y superables. Ahora parece que estamos asistiendo al gobierno del sector tradicional sobre el moderno, lo que obviamente está teniendo las repercusiones señaladas. En general, las sociedades han progresado jaladas por los sectores innovadores, los cuales han incorporado progresivamente en la modernidad a los sectores atrasados, pero cuando sucede lo contrario las sociedades se estancan, entran en períodos de oscurantismo, mediocridad y retroceso. Un buen ejemplo es parte de la edad media caracterizada por un estancamiento humano, social e intelectual, o en aquellas dictaduras teocráticas o las ideológicas.

Creo que en el Perú estamos en este camino, dado que tenemos un gobierno y un congreso cuyas tendencias apologéticas de la mediocridad se plasman cada día en decisiones y normas que están en contra del progreso, de la innovación tecnológica, de la mejora de la educación, de la libertad de prensa, de la mejora del sistema de justicia. Obviamente, aparte de los actos de corrupción, que parecen estar incorporados en el ADN de los políticos en todos los niveles de gobierno, que no hacen más que contribuir a la escisión y a la crisis moral.

Obviamente, salir de una situación tan complicada como la descrita no se dará en el corto plazo, pues se requerirá de un nuevo sistema político y de un conjunto de reformas constitucionales que promuevan nuevas representaciones política o que las antiguas se reformen. Es obvio que el Perú ya no se puede gobernar con los viejos partidos y patrones políticos, se requiere además un rejuvenecimiento de la política. Además, cómo recuperar los valores morales extraviados, que permitn funcionar a una democracia moderna. La pregunta es ¿quién podría aprobar o procesar todos estos cambios? ¿Es posible hacer cambios en corto tiempo?, hay varios temas que son muy urgentes de lo contrario el país va directamente al colapso y a una división de pronto insalvable.

Se dice, que sólo se ponen de acuerdo aquellos que se enfrentan a una amenaza común, sin embargo, como señalé a un inicio, en el Perú siempre se hace lo contrario a lo esperado. Ojalá que me equivoque.

Lima, 28 de julio 2022

 

01/05/22: EL PERÚ AL BORDE DEL COLAPSO

PERÚ AL BORDE DEL COLAPSO: ENTRE UN GOBIERNO DÉBIL, UN POTENCIAL DICTADOR Y UNA SALIDA DEMOCRÁTICA.

 Efraín Gonzales de Olarte 

En la insólita coyuntura política peruana de abril del 2022, el gobierno del presidente Castillo y el Congreso se han entrampado en sus juegos particulares y están poniendo en peligro el futuro de, sobre todo, los sectores pobres y excluidos y del Perú como país viable. El que está aprovechando de esta coyuntura es el médico marxista graduado en Cuba Vladimir Cerrón, dueño del partido político Perú Libre.

El Perú tiene un gobierno débil, con un presidente que confunde Croacia con Ucrania, un premier estrafalario que cita a Hitler como un ejemplo a seguir, y un congreso atomizado y dominado por diversos intereses particulares, antes que por ocuparse de legislar para resolver los problemas de en un país necesitado de empleo, de mayores ingresos y de mejores servicios sociales.

Frente a esta situación, el que tiene claro su objetivo político es el presidente del partido político provinciano “Perú Libre”: Vladimir Cerrón. Su partido no tiene mayoría en el Congreso, lo que le impide promover una Asamblea Constituyente que le permitiría generar un movimiento político, con los recursos del Estado, para lograr un nuevo “pacto social” obviamente manejado por él. En consecuencia, su juego consiste en aprovechar una coyuntura como la actual, en la cual la subida de precios de los alimentos y el petróleo genera descontento en distintos sitios del Perú, lo que ha generado la toma de carreteras y la paralización de las actividades cotidianas en varios lugares del Perú, en las cuales se han infiltrado gente de Perú Libre pidiendo que se cierre el Congreso y que se convoque a una Asamblea Constituyente, tema que el vacilante Presidente Castillo había relegado a un segundo plano.

En ocasiones así no se necesita mucho para azuzar a gente que no tiene empleo, que el ingreso no le alcanza y que no tiene mucho que perder. De esta manera, se ha ido preparando un escenario de descontento que permite echar la culpa a un desprestigiado Congreso de lo que sucede, olvidando sibilinamente la incapacidad del Presidente Castillo para gobernar y de los desaciertos de su primer ministro y sus mediocres ministros.

Simultáneamente, se están organizando los llamados consejos de ministros descentralizados en varias ciudades del Perú, dizque para escuchar las voces de las provincias. Sin embargo, el fin es otro, pues en cada uno de estos consejos en los que participan: los ministros, las autoridades regionales y locales, algunos dirigentes de trabajadores y populares, se invita a una cierta cantidad de público para darle un aire popular y democrático a las sesiones, sin embargo, estos invitados son sólo gente de Perú Libre, es decir la “portátil” y al resto no se les permite ingresar. Estos “invitados” van aleccionados y con pancartas que dicen: “cerremos el congreso y necesitamos una nueva constitución que resolverá todos los problemas que tienen los sectores populares”. Así, se ha ido creando una corriente de opinión favorable a los objetivos de Cerrón.

Cuando se hace presente en estas reuniones el Presidente, que no lee periódicos ni ve televisión, escucha lo que dice la portátil y asume (o de pronto todo está orquestado por Cerrón) que eso es lo que pide el pueblo y, a renglón seguido propone enviar al Congreso un proyecto de ley sobre la constituyente. Es una puesta en escena, que a la gente poco informada es probable que crea que las cosas son así.

Pero cuando vemos las encuestas de opinión, el tema de la constituyente está muy a la cola, según las diferentes encuestas las prioridades de la población es la seguridad, la corrupción y el empleo, además más de dos tercios piden que se vayan todos, presidente y congreso. Por esta razón, no sorprende, que después de estos consejos de ministros la encuesta del IEP recoja una desaprobación mayor al congreso y a su presidenta. Que se sepa no han hecho nada nuevo para bajar tanto. Es el efecto deseado de Cerrón para traerse abajo el Congreso y eventualmente a Castillo y generar un movimiento popular para promover la asamblea constituyente que es la única manera de lograr sus objetivos de capturar el Estado y convertirse en un dictador.

No hay que olvidar que el Presidente Castillo tiene capacidades intelectuales visiblemente inadecuadas para el puesto y no tiene la personalidad para enfrentar a Cerrón. A menos que tras el perfil que proyecta, sea en realidad un calculador y taimado personaje que le sigue el juego a Cerrón, en cuyo caso el escenario empeora.

La fórmula de Cerrón es conocida: Bolivia de Evo, Venezuela de Chavez, Nicaragua de Ortega hicieron lo mismo, quienes al modificar sus constituciones lo hicieron para enquistarse en el poder. En resumen, están tratando de preparar una suerte de conmoción social, están exacerbando las contradicciones según la ideología pseudo-comunista de Cerrón, para lograr, lo que dada su debilidad política, no lo pueden hacer en la arena democrática con las reglas que aceptaron para participar en las elecciones.

Frente a una amenaza de este calibre, las fuerzas democráticas debemos buscar salidas a este atolladero y a esta gran amenaza. Es imprescindible generar una fuerte corriente de opinión, promover la mayor participación de la gente en favor de lograr acuerdos políticos, incluyendo los que están en el gobierno y en el congreso, es una condición sine quanon para ir a unas nuevas elecciones o para generar un gobierno de ancha base.

Los problemas son: la extrema polarización política (Perú Libre versus la DBA), la incredibilidad del Castillo, la falta de liderazgos democráticos, el amplio desánimo y los jóvenes que aún no interiorizan el potencial peligro que se avecina. Por ello, creo que existen dos escenarios de salida: 1. Un acuerdo político de ancha base, del cual salga un nuevo equipo ministerial que represente a todos los partidos políticos en el Congreso y un plan de reactivación de la economía y dé solución a todos los conflictos sociales existentes. Esto era lo que promovían el Cardenal Pedro Barreto y el Secretario General del Acuerdo Nacional el Dr. Max Hernandez y que fueron “mecidos” por Castillo. Sería un “Acuerdo por la gobernabilidad, la democracia y el desarrollo incluyente”.  2. Ir a nuevas elecciones generales en un año, sobre la base de acuerdos políticos mínimos, con cambio de las reglas electorales, permitiendo por ejemplo la posibilidad de volver a postular a los actuales congresistas.

A mediano plazo es imprescindible recrear el centro político, y quizás la solución sea promover un movimiento político “caviar”, cuyos anónimos integrantes han terminado siendo colocados al centro del espectro político, al ser atacados y culpados de todos los males, tanto por la extrema derecha como por la extrema izquierda.  Más allá del caviarismo, es impostergable construir un centro político (centro, derecha e izquierda) que en mi criterio podría fácilmente lograr mayorías en varias regiones, si aparecen los líderes y se genera una coordinadora por la salvación democrática del Perú.

Lima, 1 de mayo 2022

01/02/22: ¿Cuándo se jodió el Estado peruano?

¿CUÁNDO SE JODIÓ EL ESTADO PERUANO?

Efraín Gonzales de Olarte

No cabe duda que en el Perú tenemos un Estado débil, que hace difícil la gobernabilidad democrática y menos aún el desarrollo equitativo e inclusivo. Hay innumerables pruebas de la debilidad del Estado peruano: la incapacidad de afrontar la pandemia del COVID19 con mayor eficacia y menos muertos, la improvisación para remediar el derrame petrolero de Ventanilla, el poco criterio de la Marina peruana para advertir de la posibilidad de un tsunami debido a la erupción del volcán submarino, cuando en todos los países vecinos si se dio la alarma, la creciente delincuencia, la incompetencia para reducir la  enorme informalidad económica y laboral existente, la inacabada reconstrucción del norte después del niño costero del 2016-17, el relativo fracaso de los gobiernos descentralizados, la inexistencia de una carrera pública administrativa, la incapacidad de resolver conflictos sociales, la ejecución parcial de los presupuestos de los distintos niveles de gobierno, y podría seguir dando ejemplos de la incapacidad de decisión, de gestión, de fiscalización, de sanción que tienen los organismos estatales.

Un estado débil es aquel que no tiene capacidad para llevar a cabo sus funciones de manera fluida y transparente, es aquel que no es capaz de disciplinar al sector empresarial y a los gremios, es aquel cuyo sistema de justicia es lento e imprevisible, es aquel que la gente desconfía de sus acciones. Obviamente, un estado débil no contribuye a un mejor desarrollo humano y hace lento el desarrollo económico y social.

Pero, nos preguntamos cuál es el origen de esta debilidad, o en otras palabras ¿cuándo se jodió el Estado peruano? Creo que históricamente hay una falla de origen del estado republicano y está en la herencia colonial, de la cual hay una serie de rasgos y de costumbres que hasta hoy persisten, pero que no nos ocuparemos ahora. Nos interesa saber qué ha pasado en la historia reciente, pasamos de un Estado que explicaba más del 40% del PBI en 1975 al actual que apenas explica el 16%, es decir, en los últimos cuarenta años el estado peruano se ha achicado y se ha debilitado. Obviamente, estado chico no es equivalente a estado débil, no es el tamaño el que importa, sino la calidad para cumplir bien sus funciones definidas en la Constitución.

Creo que el inicio de la debacle del Estado peruano se dio en el primer gobierno de Alan García, cuando la hiperinflación debilitó casi todas las instituciones del Estado, incluyendo su moneda y sus organizaciones sociales. Cuando dejó el cargo García la presión tributaria llegó al 5% del PBI, es decir, el estado no tenía recursos ni para comprar gasa y alcohol en las postas médicas. El siguiente gobierno heredó esta catástrofe económica y, como Alberto Fujimori no tenía un plan económico propio y la economía fiscal estaba al borde del colapso, aceptó el apoyo del FMI, BM y el BID y de los países acreedores, bajo la condición de llevar a cabo un Ajuste Estructural de corte neoliberal, el cual se sustentaba en los principios, de propiedad privada, libertad de mercado y estado mínimo.

Las reformas llevadas a cabo por Fujimori, a más de estabilizar la economía, atrajeron al capital internacional tanto a través de las privatizaciones de las empresas públicas como de las inversiones en los sectores más rentables, es decir, el Estado comenzó a tener recursos extraordinarios, los que crearon un terreno fértil para la corrupción, dada la existencia de instituciones incapaces de controlarla y, sobre todo, dada la crisis moral a la que llevó dicho gobierno. La corrupción alcanzaría ribetes anormales cuando empresas brasileras como Oderbrecht y OAS establecieron un sistema de corrupción institucionalizada a través de las licitaciones estatales.

Por otro lado, el Fujimorato se encargó de debilitar a los partidos políticos, generando una atomización de las representaciones políticas, lo que resquebrajó el papel fiscalizador de los partidos políticos al gobierno de turno. Los partidos políticos hacen parte del Estado, son los que originan los gobiernos que lo manejan.

Las razones del debilitamiento del estado peruano en los últimos 30 años parecen ser: la generalización de la corrupción debido al ciclo del crecimiento de los recursos fiscales, la reducción del tamaño y funciones del estado tanto por la hiperinflación de Alan García como por el neoliberalismo adoptado por Alberto Fujimori, la práctica desaparición de los partidos políticos, que fueron reemplazados por alianzas electorales o simplemente por “vientres de alquiler” para participar en elecciones y para medrar del estado, la falta de decisión política para hacer las reformas de tercera generación, es decir, la reforma del estado que permitiera coordinar y cooperar entre sus diferentes reparticiones, la desaparición de la carrera pública en la administración estatal, en todos los niveles de gobierno. Hay que agregar, que se generó toda una ideología en contra del estado y de la planificación, es decir, el extremo neoliberalismo ideológico reemplazó al razonamiento práctico y realista, dadas las características del Perú.

Es duro constatar que las causas del debilitamiento estatal son muy difíciles de remontar, al Perú le tomará varios años, sino décadas, para reducir la corrupción, generar nuevos partidos políticos en serio, mejorar la carrera pública, tener planes de largo plazo y, lamentablemente, cualquier modelo alternativo al neoliberal, llámese social-demócrata, economía mixta o socialista, no tienen posibilidad porque cualquiera de ellos requiere de un estado más grande y, sobre todo, que funcione de manera eficiente y eficaz.

No es broma, pero el Perú está ad-portas de un estado fallido y de la anomia social. Lamentablemente, el gobierno de Perú Libre y de Pedro Castillo no están capacitados para acometer esta enormidad de problemas. Una desgracia.

30.01.2022

13/08/21: ¿ZAFARRANCHO TRANSFORMADOR EN EL PERÚ?

¿ZAFARRANCHO TRANSFORMADOR?

¿Es posible hacer cambios en un país atomizado? 

Efraín Gonzales de Olarte

Con el gobierno de Pedro Castillo el sistema democrático del Perú ha roto un record: es el quinto gobierno sucesivo elegido democráticamente que, pese a todos los problemas del último período gubernamental, se resolvieron dentro del marco constitucional. Es realmente notable que, pese a la precariedad política y a la debilidad institucional, los peruanos hayamos elegido un nuevo gobierno, aunque sea por un margen mínimo, con la pataleta de la contendora que pierde por tercera y de la furia de la llamada derecha bruta y achorada.

Sin embargo, se trata de un gobierno con características muy peculiares: 1. El partido que lo ha llevado al poder es de izquierda provinciana tradicional de inspiración marxista leninista (una opción ya anticuada en pleno siglo XXI), aunque en la segunda vuelta presentó el Programa del Bicentenario con la ayuda del economista Pedro Francke, lo que le ayudó a bajar los decibeles de extrema izquierda. 2. Este partido casi no aparecía en las preferencias electorales a inicios del año 2021, es decir su intención de voto era de 0.5% (IEP enero 2021). 3. Tuvo que competir con otros 17 partidos, lo que constituía una ventaja para quien pudiera lograr un apoyo mayor al 10% del electorado. 4. El dueño del partido, el médico Vladimir Cerrón, estaba condenado por el poder judicial por corrupción cuando fue Gobernador de la Región Junín, lo que le impedía postular para la presidencia e invitó al profesor Pedro Castillo, quien era dirigente de un gremio de profesores contrario al SUTEP, para asumir la candidatura a la presidencia. 5. Como era maestro y cajamarquino asumió el lápiz como símbolo y utilizó el sombrero campesino durante toda su campaña, lo que permitió su fácil reconocimiento. 6. Hizo el esfuerzo de visitar los pueblos más pobres y alejados promoviendo su candidatura, lo que no hicieron sus contrincantes. 7. En cada lugar donde estuvo, hizo promesas populistas de llegar al poder, incluyendo insólitas cifras, por ejemplo: aumentar el presupuesto de educación hasta un 10% del PBI y otro tanto para salud, ignorando que todo el presupuesto estatal alcanza el 20%, lo que demostraba su desconocimiento de datos esenciales para un gobierno, pero también la ignorancia del electorado al respecto.

La atomización de partidos y movimientos en la primera vuelta de las elecciones indicaba una tremenda debilitada institucionalidad política e ideológica, que auguraba no sólo un resultado electoral incierto sino también un próximo gobierno frágil. Por un lado, parte de los partidos participantes eran “vientres de alquiler” es decir, partidos que tenían una inscripción que les permitía participar en las elecciones, pero que se la cedieron o vendieron a personas o grupos: Solidaridad Nacional de Luis Castañeda se convirtió en Renovación Popular, Avanza País fundado por Ulises Humala fue capturado por Hernando de Soto, Restauración Nacional del Pastor Lay se convirtió en Victoria Nacional de George Forsyth. Fue un verdadero mercado de “partidos” aptos para participar en las elecciones que, en realidad, eran cascarones traspasados al mejor postor. Por otro lado, los partidos y los cascarones de derecha no fueron capaces de presentar una candidatura unificada, por la simple razón que tenían como origen el mercado electoral en el cual competían. El ir a un monopolio no estaba dentro de su ideología mercantil. De haberlo hecho, probablemente hubieran ganado con amplitud, empero de esta posibilidad se dieron cuenta faltando una o dos semanas para las elecciones y no hicieron nada. Tampoco la izquierda se unió, pero por otras razones, pues hace mucho que “izquierda unida” es un oxímoron, tanto así que finalmente había 4 partidos de “izquierda” en lisa. En esta polarización si hubiera habido algún partido o frente de partidos de centro probablemente habrían tenido una alta votación, en la medida que al electorado peruano tiene aversión a los extremos.  Sin embargo, se debilitaron progresivamente hasta no ser atractivos. La atomización fue la mejor prueba de la profunda crisis de la política peruana y, en este panorama, era muy difícil vaticinar quien podría ganar las elecciones en la primera vuelta.

La historia conocida es que al final de la primera vuelta quedaron dos candidatos para el “ballotage”, para muchos los peores –Keiko Fujimori y Pedro Castillo-, que obtuvieron entre ambos el 20% de los votos válidos, el otro 80% votó por los otros 16 candidatos. Un problema no siempre señalado es que esta dispersión retrata también la dispersión y desconcierto de la población electoral, es decir la crisis de los partidos políticos ha generado una crisis de entendimiento de la política de la población.

Después del 6 de abril y con miras a la segunda vuelta asistimos a un vergonzoso proceso de demolición del candidato Pedro Castillo, que se originó en las primeras encuestas de intención de voto para la segunda vuelta, que le daban amplía ventaja -de más de 20 puntos- sobre su rival Keiko Fujimori. La derecha y el fujimorismo no esperaban tal resultado, pensaban que, del 80 % que votó por otros partidos, una mayor parte se inclinaría por Fujimori y comenzó a cundir al pánico, y comenzó la campaña de demolición en la cual mostraron su verdadera entraña, una mezcla de racismo, anticomunismo, centralismo y menosprecio en contra del candidato Castillo. Se armó una campaña basada en una serie de mentiras y, sobre todo, en “fake news”, cuyo objetivo era asustar a la población haciendo creer que si no votaban por el fujimorismo el Perú se convertiría en Venezuela, Cuba o Bolivia, con un comunismo que se apropiaría de sus casas, cuentas bancarias, sus tierras y que tomarían el gobierno por décadas y restringiría todas las libertades, incluyendo la libertad de opinión.

En esta campaña participaron de manera activa los grandes empresarios, sobre todo aquellos que tenían investigaciones por la fiscalía por corrupción, el grupo El Comercio, varios políticos de derecha, algunos gremios empresariales y para sorpresa de muchos Mario Vargas Llosa que había sido un acérrimo anti-fujimorista desde que perdió con Alberto Fujimori en 1990 y había apoyado a todos los candidatos contrincantes de Keiko Fujimori. Parecía el ataque de los panzers nazis contra una infantería mal equipada representada por el candidato de una izquierda bastante improvisada, ideológicamente rudimentaria y, sobre todo, provinciana. La mesa comenzó a inclinarse en términos de propaganda y ataques a favor de la derecha, sin embargo, pasaban las semanas y el candidato Castillo seguía adelante en las encuestas, para la desesperación de la derecha, básicamente limeña. La ventaja, cada vez menor, siguió hasta días antes de las elecciones y las últimas encuestas daban ganador a Castillo por 1 o 2%.

Finalmente, el 6 de junio a las 7pm se dio el resultado a “boca de urna” según el cual ganaba Keiko Fujimori por un estrecho margen, pero a las 11pm IPSOS dio el resultado de “conteo rápido” y era favorable a Castillo por 0.5%. Este sería el resultado final, pues esta encuestadora ha acertado en todas las anteriores elecciones con un error estadístico muy pequeño. La derecha entró en trompo, sobre todo porque a los dos o tres siguientes días el Jurado Nacional de Elecciones fue confirmando el resultado de conteo rápido. Por otro lado, la delegación de la OEA y otros observadores internacionales afirmaron sin duda alguna que las elecciones habían sido limpias y ordenadas. Es decir, confirmaban los resultados del JNE.

Las siguientes semanas de junio hasta el 21 de julio los peruanos asistimos a un espectáculo deplorable y antidemocrático. La perdedora y la extrema derecha, la denominada DBA, inventaron un “fraude” y trataron por todos los medios de convencer al público de algo que realmente era una mentira, la idea del fraude era quitarle 200mil votos a Castillo que había ganado por 40mil y revertir el resultado de las elecciones. Inventaron actas con firmas falsas, actas con 100% a favor de Castillo, llenado de actas de manera fraudulenta, nada de esto fue probado, no hubo ningún miembro de mesa electoral que dijera que su firma había sido falsificada. El propio Vargas Llosa y su hijo Alvaro convalidaron la idea del fraude y para asombro de muchos, Lourdes Flores ex candidata a la presidencia del PPC se convirtió en la abogada de esta farsa. Querían que el JNE anulara las elecciones. Lo cierto es que las elecciones fueron muy limpias y fueron reconocidas por la Delegación de la OEA, por los gobiernos de Estados Unidos, y varios países de Europa, pero sobre todo fueron reconocidas por la mayor parte de la población electoral, tal como lo señalaron varias encuestas posteriores a la elección.

Cuando no pudieron probar el fraude, ya en el colmo de la desesperación, pidieron al Presidente Francisco Sagasti que solicitara una auditoria de las elecciones a la OEA. Su respuesta fue que él tenía el deber de mantenerse neutral y que la única autoridad electoral era el JNE, además, no se dieron cuenta que estaban deslegitimando a la comisión enviada por la OEA. Ya en el colmo de la intransigencia, una comisión viajó a Washington y se presentó en las oficinas de la OEA, pero no fueron recibidos. Hicieron el papelón de su vida.

Finalmente, el JNE proclamó a Pedro Castillo como presidente faltando una semana para la asunción de la presidencia. A Keiko Fujimori no le quedó otra actitud que aceptar el resultado, pero lo consideró ilegítimo, es decir, una vez más mostró su esencia de mala perdedora, pues en la anterior elección que también perdió se convirtió en la conductora de una oposición cerril al presidente Kuzcinsky y promotora de la debacle institucional del anterior gobierno. Su actuación durante las elecciones y su desesperación al perder, se puede explicar porque se encuentra investigada por la Fiscalía por corrupción y con grandes posibilidades de ser condenada a carcelería. Como presidenta hubiera tenido cinco años sin poder ser enjuiciada. En realidad, todos los que se asociaron con ella, tenían diferentes problemas judiciales presentes y futuros, que de haber entrado ella probablemente hubieran intervenido en el poder judicial, como lo hizo su padre. Obviamente, hubo quienes apoyaron a Keiko por temor a lo que podría venir con el gobierno de Castillo, claro que el temor lo crearon ellos mismos. Por otro lado, la extrema derecha con tendencias fascistas, simplemente están en contra del resto del espectro político, siguiendo ciertas tendencias internacionales.

Después de esta campaña electoral tan poco democrática, inequitativa y degradante, estamos frente a un país que espera una gobernabilidad mínima, que sin embargo no será fácil porque el panorama político ha cambiado en varios temas de fondo y porque el gobierno tendrá que seguir haciendo frente a la pandemia del COVID19, a la recuperación económica y al restablecimiento de la confianza de la ciudadanía. Trataremos de analizar este panorama y esta coyuntura, tratando de entender los temas estructurales que estarían cambiando, así como los temas coyunturales, de la manera más objetiva posible.

En primer lugar, lo significativo: el electorado al votar a favor de un candidato “débil” que propone cambios de fondo, aún en contra de una poderosa ofensiva mediática y campaña del miedo, ha votado por el cambio. No hay duda que el Perú requiere de varios cambios, económicos, políticos e institucionales para seguir creciendo económicamente, pero de manera inclusiva, reduciendo las desigualdades y con mayor participación democrática. Este ha sido el sentido del voto, el tema es ¿cómo lograrlo?

En segundo lugar, lo imprevisto. Es significativo que por primera vez gana un partido provinciano, un candidato de origen rural, con un discurso izquierdista en una coyuntura crítica: pandemia + crisis económica y con una derecha absolutamente en contra. Cómo se explica este resultado a primera vista insólito. ¿Se trata de un triunfo debido absolutamente al azar o más bien un resultado esperable dada la coyuntura electoral descrita?

Veamos, por un lado, el partido Perú Libre al participar en estas elecciones aspiraba modestamente a dos metas: colocar algunos representantes en el Congreso y, de ser posible, mantener la inscripción como partido político habilitado. En consecuencia, la conformación de las listas para el parlamento fue hecha en función de quienes podrían financiar una campaña electoral y en muchos casos se puso a voluntarios de relleno para completar las listas por departamentos, pues muy pocos pensarían alcanzar ser elegidos. Por otro lado, como la meta era más bien parlamentaria, su plan de gobierno era una especie de manifiesto comunista huancaíno, escrito con el propósito de captar adeptos radicales y de retomar viejas ideas de la izquierda de los años ochenta del siglo pasado, en consecuencia, no se les pasó por la cabeza la posibilidad de gobernar el país, pues para ello se requería otro tipo de plan. Como consecuencia ni pensaron en que requerirían 20 ministros, 40 viceministros, 20 secretarios, asesores, directores, algo así como unos quinientos cuadros preparados para gobernar, porque además no los tenían dado los orígenes sociales de sus partidarios y, sobre todo, dadas sus metas iniciales.

La gran atomización política, la equivocada campaña de la derecha y el hartazgo provinciano están en el origen de este resultado.

En tercer lugar: la improvisación. Desde el día siguiente al conteo rápido de IPSOS, que les daba como ganadores, obviamente se les presentó el problema de no tener un plan para gobernar y no tener los cuadros necesarios. El primer tema lo resolvieron de manera rápida, sobre la base del plan de gobierno de Juntos por el Perú, partido izquierdista que participó en la primera vuelta y que decidió hacer alianza con Pedro Castillo, así se presentó el “Plan del Bicentenario” para los primeros 180 días de gobierno. Lo que ha sido más difícil, o casi imposible de resolver es el tener cuadros preparados para gobernar, con experiencia, con una hoja de vida aceptable.

La improvisación era un hecho esperable, sobre todo porque ni Cerrón ni Castillo pensaron que llegarían al gobierno, pero es aquí donde entró a tallar el voluntarismo y oportunismo de un partido y su propietario a quienes se les presentó la oportunidad de ensayar su propuesta máxima: caminar al comunismo, o por lo menos de intentarlo, aunque también se podría decir que se les presentó la oportunidad de medrar del estado, para lo cual requieren de mantenerse en el gobierno a cualquier precio. Para ello deberían enfrentar la asunción al poder tomando en cuenta que no tienen mayoría en el Congreso y que tienen una oposición muy grande, de sobre todo la derecha perdedora. La cuestión era ¿cómo actuar frente a la coyuntura?

Para entender las posibles decisiones a tomar para mantenerse en el gobierno, utilicemos la teoría de juegos. Hay dos tipos de juegos: los cooperativos y los juegos de suma cero. Los juegos cooperativos prevén que dos contendores obtienen resultados mejores si cooperan, los juegos “suma cero” dicen que lo que gana uno lo pierde el otro y los de suma negativa todos pierden. Entonces bajo estas posibilidades ¿cuál es la estrategia de Perú Libre y la izquierda para mantenerse en el poder tomando en cuenta una oposición radical y poco amigable?

La opción no cooperativa, es decir, no tomar en cuenta al contrincante. Aquí entran los temas ideológicos y las cartas bajo de la mesa. Perú Libre (PL) y Cerrón ven en esta ocasión la posibilidad de enquistarse en el poder por largo tiempo al estilo chavista o de Evo Morales en Bolivia, para ello hay que aprovechar de las reglas del juego y de la poca información que hay sobre las verdaderas capacidades de PL, que a menudo se sobrevaluan, sobre todo basadas en la idea que el presidente de la república es un rey y que puede hacer lo que quiera, lo que no es cierto y no es posible dentro del régimen constitucional que tenemos. La idea es aprovechar de la información limitada que tiene la población sobre las reglas y las verdaderas capacidades del gobierno para lograr su objetivo, que es cerrar el Congreso y prevalecer en el poder por largo tiempo.

Este es un juego suma cero, que en general no tiene un buen final, porque el perdedor no se va a rendir y las posibilidades de violencia e ingobernabilidad pueden ser altas. Según esta opción, que es la de Vladimir Cerrón, no hay forma de cooperar, pues la derecha ya ha gobernado y no ha resuelto los problemas de desigualdad, exclusión, pobreza durante los últimos 30 años, además todos los gobiernos han sido corruptos. Esta estrategia en realidad es el fruto de la debilidad intrínseca que tiene Perú libre y la izquierda que lo acompaña, y la única manera de salir airosos es ir al choque, al todo o nada. Por esta razón se ha nombrado un gabinete de ministros muy cuestionables que rápidamente han logrado el rechazo de la oposición y de buena parte de la opinión pública. La anticuada izquierda representada por Vladimir Cerrón asume que cuando se exacerban las contradicciones la solución es del más audaz, aunque en la práctica no tenga el suficiente poder organizativo y partidario para afrontar la compleja tarea de gobernar.

La opción del juego cooperativo, sólo se podría dar en dos escenarios. 1. Si el Presidente Castillo evalúa sus verdaderas fuerzas y capacidades para gobernar sin ser vacado y asume una posición de negociación. Es aquí donde su cooperación con la oposición se verá confrontada con la situación interna de PL y por la no cooperación que rige el pensamiento de Cerrón, es decir tendría que “zanjar” con su propio partido y alejarse del pensamiento y prácticas cerronistas. Un tema crítico en este impase será la recomposición de su gabinete, dada la pobreza técnica y los cuestionamientos morales que tienen varios ministros. Este será el fiel de la balanza para proponer un juego cooperativo, que favorecería la gobernabilidad del país. Esta es una opción que también dependerá de la capacidad de la oposición para negociar y cooperar. 2. Si en primera instancia, es decir en las próximas semanas, se sigue imponiendo la opción del choque, las posibilidades de cooperación sólo aparecerán si en algún momento, las debilidades del gobierno se comiencen a ver de manera concreta, por ejemplo: mostrando un populismo exacerbado, obteniendo malos resultados en la gestión de tal o cual ministerio o, peor aún, en el momento en que se detecte que están comenzando a aparecer actos de corrupción. En el momento en que el equipo ministerial se vea sobrepasado por las tareas a realizar y no tenga el éxito que requieren, en ese momento la negociación con la oposición y la incorporación de cuadros independientes e, incluso, de cuadros de la derecha será una necesidad de sobrevivencia del gobierno del profesor Castillo. La pregunta es ¿cuánto puede durar este gabinete? y ¿cuánto puede tardar una vacancia presidencial?

No hay que descartar el escenario intermedio: de confrontación permanente entre ejecutivo y legislativo durante largo tiempo, basada en la debilidad del ejecutivo y en los intereses microeconómicos de los congresistas, para quienes vacar al presidente equivaldría a cerrar el Congreso y perder sus salarios por cinco años. Bajo esta espada de Damocles es muy poco probable que el Congreso junte la mayoría necesaria para vacar al presidente. Este escenario sería una continuación de la inestabilidad política que tuvo el Perú en los últimos tres años.

Un tema no menor es si el gobierno de Pedro Castillo acepta dejar al Ministerio de Economía, al BCRP y a la SBS manejar la cuestión económica, de tal manera que se establezca un divorcio entre economía y política. Esto es lo que hizo de alguna manera Evo Morales en Bolivia.

Lo que me parece importante es que: si se logra algún nivel de cooperación con concesiones del gobierno y de la oposición, este gobierno y su presidente podrían terminar su mandato, logrando varios cambios importantes, que incluso la oposición aceptaría, no sólo porque son necesarios, sino también porque su esperanza de vida depende del éxito de este gobierno.

Cualquier intento de vacancia o de cierre del Congreso será un juego negativo y generará conmoción social y una situación de inestabilidad de la cual los grandes perdedores serán los más débiles y pobres, es decir los que votaron por Pedro Castillo. Este escenario no parece posible en el corto plazo.

Lima, 12.08.2021

 

 

 

20/07/21: HACIA UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO PARA EL PERÚ

HACIA UN MODELO DE DESARROLLO INTEGRADOR, DESCENTRALIZADO Y EXPORTADOR (DIDE)

¿Es posible pasar de la recuperación macroeconómica a la recuperación microeconómica?

Efraín Gonzales de Olarte

El Ministro de Economía Waldo Mendoza ha señalado que la recuperación macroeconómica del Perú está siendo más rápida que la esperada, lo que quiere decir que el 2021 la tasa de crecimiento estará en 10%. Lo que no nos ha dicho es cómo se recuperarán los ingresos y el empleo de los trabajadores peruanos, es decir, cuánto de esta recuperación ha de ser inclusiva y capaz de reducir la pobreza y desigualdad estructural, empeorada por la pandemia del COVID19.

En general el problema del análisis macro-económico es que siendo agregado obvia las diferencias sectoriales y las desigualdades sociales. En consecuencia, un crecimiento global oculta tasas de crecimiento de sectores con muy diferenciadas productividades, por lo cual algunos sectores recuperarán su empleo e ingresos anteriores a la pandemia y otros no. La pregunta es: ¿por qué algunos sectores se recuperan más rápido que otros y cuáles son esos sectores y cuáles no?

Entre los primeros están los sectores exportadores cuya demanda internacional está creciendo en la post pandemia, los sectores de demanda permanente como la agricultura para la demanda urbana, los servicios básicos como electricidad, telecomunicaciones, la manufactura y parte del comercio. En cambio, la mayor parte de los servicios se tardarán en recuperar debido a las restricciones impuestas por la pandemia y la agricultura campesina seguirá relegada.

El problema es que toda la recuperación se hará sobre la base de la estructura productiva previa a la pandemia, basada en el modelo primario-exportador y de servicios existente entonces. Esto significa que la economía peruana se recuperará y quizás, comience a crecer nuevamente con las mismas características y problemas, es decir, generando desigualdades, sub empleo e informalidad.

Sin embargo, esta es una oportunidad propicia para corregir el modelo neoliberal y para completarlo, pues tal como está es incompleto en el sentido que no tiene sectores capaces de generar más empleo decente, de elevar las productividades de aquellos sectores atrasados y, sobre todo de generar mejores sueldos y salarios. Por ello, es preciso hacer básicamente dos cambios: 1. Incorporar nuevos sectores dinámicos a los ya existentes, tales como: sectores transformadores de las materias primas y recursos naturales explotados, sectores de servicios capaces de exportar (turismo, gastronomía, cine y música), es decir, sectores que añadan valor y generen empleo decente. 2. Integrar los distintos sectores en cadenas de valor para aprovechar de economías de escala y economías de asociación.

Para lograr estos objetivos se requieren de políticas sectoriales o de políticas industriales como las llevadas a cabo en los países del sud este asiático, con tanto éxito. Pero como los sectores productivos están localizados en distintos lugares del Perú, estás políticas deben ser promovidas por el gobierno central y llevadas a cabo por los gobiernos regionales, donde se encuentran los sectores.

En consecuencia, la idea es generar un nuevo modelo de desarrollo que lo denominaré: DIDE, es decir Desarrollo Integrador Descentralizado y Exportador. La integración sectorial y socio-económica es una condición necesaria para que este modelo funcione, pero tiene que ser descentralizado y desconcentrado en las distintas regiones, teniendo en mente que una parte de la producción sectorial-regional tiene que tener como destino la exportación internacional e interregional, esto significa que la producción para la exportación en cada región debe tener altas productividades para hacer de las regiones competitivas. El DIDE es capaz de resolver los problemas de desigualdad, sub-empleo (pobreza) y reducción de la informalidad, siempre que tenga un amplio apoyo político.

Lima, 20 de julio 2021

 

11/06/21: Cómo hacer gobernable un país polarizado

CÓMO HACER GOBERNABLE UN PAIS POLARIZADO

Efraín Gonzales de Olarte

La pandemia del COVID19 desnudó varios problemas que estaban ocultos por la idea general que el neoliberalismo había tenido éxito en el Perú, al mostrar una macroeconomía estable, un largo ciclo de crecimiento debido al super-ciclo de los precios de los minerales que exporta y una modera reducción de la pobreza. A los dos meses de la pandemia, comenzamos a tomar consciencia que el estado no tenía las capacidades para afrontar un reto tan grande, luego se confirmó la gran desigualdad socio-económica que afectó a los más pobres, pero también nos dimos cuenta que tener más del 70% de empleados informales es una gran desventaja para poder luchar contra los efectos del desempleo y del acceso a las ayudas sociales.

En realidad, la pandemia nos hizo dar cuenta que el modelo neoliberal –economía de mercado más Estado chicho- fallaba frente a un gran schock exógeno. Quienes más sufrieron fueron los pobres, los excluidos del sistema estatal y las regiones más atrasadas y rurales. Esta dura realidad se tradujo en la votación de la segunda vuelta electoral, siendo el dato más sorprendente, como un candidato bastante improvisado, con un programa marxista trasnochado y con una intensa campaña en contra de su candidatura por las fuerzas de la derecha, haya logrado obtener la mitad de los votos. Esto de por sí muestra que hay un Perú olvidado y escindido que quiere un cambio, cualquiera que él sea.

No obstante, el resultado más importante es la polarización social y política generada por estas elecciones. Que es un desafío para el próximo gobierno.

Quien quiera que sea el próximo gobernante deberá tomar decisiones de distinta urgencia y con diferentes objetivos. La decisión más urgente es continuar con la vacunación y mantener la atención en el sistema de salud, por si se dé una tercera ola. Luego deberá tener un plan de reactivación económica con un sesgo pro-empleo antes que pro crecimiento del PBI, esta será una gran diferencia con la política neoliberal que se centra en el PBI. Para tal fin se requerirá de una política de inversión, en la cual la inversión púbica se debería asociar con la privada para lograr la meta anterior. Sin embargo, la inversión debería hacerse en el marco de una política de desarrollo sectorial-regional, es decir se requiere reorientar el modelo de crecimiento, muy centrado en la exportación primaria, a uno que incorpore a otros sectores que generan más empleo, mayor valor agregado y que tienen mayores multiplicadores, como: la agricultura, la agro-exportación, la industria de preferencia exportadora (dentro y fuera del país) y los servicios en los cuales el Perú y sus regiones tienen ventajas comparativas absolutas.

La idea central es definir políticas económicas que comiencen a redefinir los sectores que le den dinamismo a la economía peruana, pero al mismo tiempo que vayan rectificando el patrón o modelo de desarrollo peruano, a uno que tenga tres patas: industria+agroindustria – minería – servicios, en lo posible integrados y con capacidad de exportar y espacialmente desconcentrado.

Esta propuesta permite incorporar varios de los puntos propuestos por Perú Libre cuyo efecto sería fundamentalmente el incremento del empleo en los sectores y regiones con menor productividad y mayor pobreza, pero al mismo tiempo, incorpora las propuestas de Fuerza Popular de mantener los sectores que generan divisas y rentas para financiar al Estado peruano. Si todo esto sucede es muy probable que la base tributaria aumente, en consecuencia, crezcan los ingresos fiscales, no sólo para lograr una más efectiva redistribución del ingreso y de la riqueza, sino también para lograr una desconcentración de las inversiones hacia las regiones. Así tendríamos un Estado más grande y más eficiente en sus tres niveles de gobierno, pero se requerirá de una efectiva estrategia para reducir la corrupción la evasión y la elusión tributaria. Necesitamos otra moral pública y estatal.

Pero para lograr estos objetivos se requiere de acuerdos políticos tanto entre los partidos políticos, los empresarios, el estado y la sociedad civil. Acuerdos sobre los ejes esenciales de la “nueva política de desarrollo” y un “Estado más inclusivo”.

Quizás la parte más débil de la salida de la crisis actual es: “la composición del próximo gobierno” en términos políticos y técnicos, dada la polarización. Se requerirá un presidente del Consejo de Ministros capaz de establecer los puentes entre las partes enfrentadas actualmente, es decir se requiere de un buen operador político. En segundo lugar, se requiere un ministro de salud con el suficiente liderazgo profesional e institucional para continuar con el proceso de lucha contra el COVID19 y, en tercer lugar, se requerirá un ministro de economía que no sea un cajero defensor a ultranza del equilibrio fiscal, sino uno que desde el MEF tenga una mirada de largo plazo, capaz de hacer los cambios necesarios al modelo de desarrollo actual.

Es fundamental entender que, en esta coyuntura, cualquier enfrentamiento en las definiciones políticas tendrá resultados fatales para el Perú, pero sobre todo para los más pobres y excluidos. Es tiempo que el 80% que no votó por los dos finalistas entiendan que el país que es posible construir requerirá de nuestra compresión y de un espíritu democrático que respete la voluntad de “todos” los peruanos.

A puertas del Bicentenario nos toca la gran responsabilidad histórica de desterrar la herencia colonial de ser un país segmentado y asumir el desafío de hacer del Perú un país con oportunidades iguales para todos.

Junio 2021

30/05/21: In memoriam de Bruno Seminario

BRUNO SEMINARIO DE MARZI

In memoriam

A veces la muerte escoge mal o viene muy temprano. Bruno Seminario de Marzi tenía una mirada inquisitiva, pero no sólo cuando hablabas con él, sino una mirada de largo plazo para ver los problemas económicos, sociales y geográficos, más allá de lo que uno normalmente puede ver. Esto lo hacía un economista singular, con un brillo intelectual poco común, y siempre con agendas de investigación inesperadas y fundamentales. Estaba en el mejor momento de su reflexión e investigación sobre temas que muy pocos se atreven a confrontar: estaba conciliando el tiempo con el espacio, es decir estaba trabajando sobre la historia del Perú en su geografía, es decir en los lugares donde se desarrollaron los fenómenos económicos y sociales, con el propósito de tener una visión completa sobre ellos. Por ello, me parece injusta y dura su temprana partida.

Con Bruno fuimos amigos por más de treinta años, su familia piurana estaba emparentada con la familia de mi esposa, por ello tuve una relación especial con él. Recuerdo que inicialmente, él se interesaba por los problemas macroeconómicos, aunque creo que nunca los abandonó, pero progresivamente se fue inclinando por la historia económica, aunque desde una visión macroeconómica. La culminación de este cambio se plasmó en su tesis doctoral: “El desarrollo de la economía peruana en la era moderna: Precios, población, demanda y producción desde 1700” que sustentó en el 2013 en la Escuela de Posgrado de la Pontificia Universidad Católica del Perú y que yo tuve el privilegio de ser su asesor. Obviamente, aprendí mucho más de lo que él investigó, que él de mis comentarios.

Una de las características de esta gran contribución a la historia económica del Perú fue la metodología que le permitió llegar a construir series macroeconómicas de largo plazo, por más de 300 años, hecho insólito si uno toma en cuenta que la información está dispersa y casi siempre incompleta. Uno de los caminos para llegar a esta agregación macroeconómica fue que trabajó con los datos de las intendencias coloniales, que luego, con el advenimiento de la república, se convertirían en departamentos, para al final integrarlas en una estadística con continuidad temporal y dar la sensación de que ha existido una economía nacional, cuando en realidad el Perú ha sido y es aún un país fragmentado regionalmente, unificado por las estadísticas.

Ahí es que se comenzó a interesarse por las regiones, es decir por la economía en el espacio, con el propósito de tener series regionales de largo plazo, cuyo mensaje era que el Perú era o es un país de economías regionales difícilmente integradas geográficamente. Para ello desarrolló métodos de clio-econometría y de econometría espacial, lo que es un legado adicional invalorable.

El desenvolvimiento de la economía en sus espacios geográficos y el problema de la vejez y la jubilación, eran su agenda de trabajo en el momento en que lo encontró la muerte.

Nos deja un invalorable legado de una visión sobre los avatares económicos del Perú y sus regiones, pero, sobre todo nos deja un ejemplo de cómo hacer de la economía una disciplina útil para pensar tu país, para tratar de cambiarlo y, sobre todo, para amarlo.

Querido Bruno, descansa en paz.

Efraín Gonzales de Olarte

29.05.2021