¿Qué se puede decir sobre Irreversible? Podría hacer, en la seguidilla de análisis sobre el film, algún tipo de comentario moralista que reproche su uso indiscriminado de la violencia. Podría presentar a Gaspar Noé como una suerte de genio terrible, que interpela nuestras nociones de espacio-tiempo en hora y media de metraje. No funcionaría, porque, al parecer, Irreversible no es ninguna de esas cosas. Es, a su modo, un no-cine, en la medida en que, dado su estilo y lo que cuenta con este, se aleja de las concepciones y expectativas de lo que es una película de ficción. Y, aun así, es capaz de incidir con astucia —aun cuando se pase de la raya— en los límites de la imagen, los usos de la violencia y el paso del tiempo.
A este punto la sinopsis funciona como secreto a voces, pero por si acaso, recapitulemos. La película de Gaspar Noé se filma al revés: comienza con el inicio y acaba con el final. Los sucesos suceden en un día, a pesar de que sintamos lo contrario. Dos hombres buscan a un violador en un club BDSM en París: uno de ellos asesina a un sospechoso con un extintor. Se retrocede en el tiempo hasta la escena de violación: una mujer, novia de uno de los sujetos, es interceptada por un proxeneta en un pase subterráneo. La escena dura 9 minutos. Lo que sigue, hasta el cierre, es la tragedia antes de la tragedia: el día de la feliz pareja, hasta su inicio, un momento idílico frente al espiral de violencia que se avecina en París.
Irreversible es una película de estilo. Lo es porque Noé no confía en sus personajes, ni en actores, ni en diálogos. Las discusiones se improvisan. Por momentos, la cámara, operada por Noé, se mueve tanto que es imposible distinguir las reacciones de actores. Apenas si conocemos algo sobre quienes vemos. Así, solo queda el estilo. Noé juega con la cámara a voluntad, la deja moverse, la fija en lo que no queremos ver, la filtra a través de colores saturados y cierto tono hiperrealista, que solo dificulta lo que se exhibe en la pantalla. Trasmite a través de vibraciones y cortes abruptos: intuiciones antes que conceptos.
Queramos o no, discutir sobre Irreversible implica priorizar la escena de violación a Mónica Bellucci, no solo por ser lo que -para bien o mal- ha quedado como pieza paradigmática del filme, sino porque, a la larga, parece que así lo quiere Noé: en un film de escenas periféricas, la escena de violación funciona como pieza clave de engranaje, el eje central que, ubicado estratégicamente en el centro del film, determina lo que vimos antes y veremos después. En un film que se pasa la primera parte con una cámara extremadamente móvil y nunca quieta, sorprende una escena que, en una sola secuencia y con la cámara estática, a pie de los actores, se fije nítidamente en un acto inconcebible. Por más que no queramos, solo nos queda confrontar con los significados que resalta Noé.
Considero que Irreversible, además de filmar y diseccionar la violencia, la detesta. La filma desde dos ópticas muy diferentes. Cada una, dado el trabajo de cámara de Noé, emula la actitud de quien la ejerce y la muestra desde el repudio, aun siendo morboso. Violencia rápida frente a violencia fija: quizás sea la violencia paralizante frente al estado animal de la venganza. La de Bellucci —quieta, paralizante— es aún más inquietante porque es premeditada y, a pesar del tono extraordinario de los hechos, parece rutinario (y tristemente lo es). El resultado es escalofriante: no es necesario utilizar más que lo cotidiano para destruir, y destruir para siempre. Por eso no se puede ver.
Aquí Noé nos invita a discutir sobre la violencia sexual, el porno y la sumisión. La escena de violación, debido a cómo es filmada, se acerca demasiado —y con lo peligroso que resulta— a una escena porno: la cámara estática, los gritos del perpetrador sobre a víctima, la posición en que se realiza el acto, todo sugiere cine porno. A diferencia de otras escenas de violencia sexual —filmadas desde la hipérbole—, aquí no se recurre a ninguna exageración en cuanto al estilo: la escena es insoportable (inclusive aberrante) exclusivamente por lo que sucede, no por cómo se narra. Y es inquietantemente cercano a cualquier video pornográfico. No queda claro qué quiere decirnos Noé al respecto. ¿Será un comentario sobre la industria pornográfica y la violencia? Si recordamos la diferencia entre esta escena y la escena del asesinato, vemos que esta violencia, mucho más cruda y realista, se parece al footage que podríamos ver en cualquier medio masivo, en las noticias de las 10.
Pienso en el siguiente escenario. Cortar y pegar la escena de Irreversible y llevarla a alguna página web pornográfica o alguna red social. Sin el breve contexto del film (en este caso, la escena anterior —o posterior—) la escena sería consumida por muchos sin mayor diligencia. No tendría nada de especial. Resulta aún más interesante si pensamos en la escena del inicio —o final— en el club BDSM: las dinámicas sexuales, en dinámicas consensuadas, replican exactamente —o incluso más— el estado de violencia y dominación que luego es descrita en la escena de violación. ¿Tendrá acaso Noé un discurso particularmente BDSM-fóbico y moralista, que rechaza los actos de dominación y su consumo, dada la difusa —y a veces arbitraria— línea entre lo que es consensuado y lo que no? ¿O será lo contrario, como una especie de énfasis en el consentimiento, acto que, aún pareciendo mínimo y casi desapercibido, es suficiente para establecer una distancia moral significativa? Quizás no sea ninguna —o ambas a la vez— o un comentario sobre la supuesta responsabilidad del video en promover —o rechazar— la violencia, la importancia de la narrativa en determinar lo moral y lo que no. Quien sabe.
Nada de lo que encuentro, sin embargo, justifica la duración de la escena. Algunas ideas y significados podrían justificar lo explícito —en cierto grado, eso sí— pero nada parece suficiente, y contra toda intuición moral, para que, mediante el recurso audiovisual —demasiado cercano y recreativo, de fácil distribución y memoria fijada—, se represente un acto moralmente aberrante, con tanto detenimiento y excesiva duración. No lo hay. El escándalo, la culpa, la confrontación, el asco y el hastío ya habían sido obtenidos por Noé y con creces. Dudo mucho de si alguien pudo mirar fijamente durante esos nueve minutos. Que haya sido por tabú solo prueba el punto. Que tengamos que buscar enrevesados motivos, salidos de alguna teoría malsonante y abstracta, para justificar lo que hace Noé
Es difícil validar a Irreversible dado lo que hace. El esfuerzo, sin embargo, vale la pena, en tanto el discurso de Noé —a ratos — parece tener cierto grado de validez. Pensémoslo así. La primera vez que vemos a Mónica Bellucci es cuando ella, en coma y ensangrentada, es llevada de urgencia. La segunda vez es en la escena de la violación. Entonces, lo único y determinante que sabemos de su personaje es su rol de víctima. No importa lo que haga o lo que diga hasta ese punto, no importa lo que hizo o lo que sintió. Para la audiencia, solo queda ese rótulo. Evidentemente, eso es lo irreversible, la carga simbólica sobre la víctima. Noé contrapone las violentas escenas del inicio-fin con un escenario idílico en el final-inicio. Podría ser un cierto comentario pesimista: Irreversible odia la violencia, pero no puede dejar de concebirla, como sucede en el mundo de verdad. No es una buena lección, claro.
Irreversible, finalmente, funciona como juego de perspectivas. El inicio, casi de pesadilla, como si hubiésemos descendido al infierno, nos muestra, entre el espacio húmedo, viscoso y violento, dos villanos. Los villanos dejarán de serlo a la mitad del film, o quizás no. Saber de la venganza antes del acto que la despierta es un truco inteligente: la escena de la violación nos genera ira, retaliación, pero, una vez que hemos repudiado los actos del inicio, ya no podemos justificar nuestras emociones. Quizás Noe quiere que la ira vaya contra sí mismo. Quizás el cineasta no es solo sádico, sino sadomasoquista: quiere que le repudiamos por lo que hace, que, por una razón u otro, no le dejemos salir impune.
Pero valdría retomar lo de la perspectiva. Al final, la propuesta de Noé implica forzarnos a revisar el pasado mediante el futuro y no viceversa. El rol de nuestras acciones desde la retrospectiva, un híper determinismo a la inversa. Pienso en Arrival (2016) film que, con mucha mayor sensibilidad y mucho menor morbo, también lidiaba con la presencia del futuro en el presente y pasado. Queda claro que, frente a la inevitabilidad de la tragedia, la ignorancia viene mejor. Al menos, eso parece decirnos el rostro de Bellucci.
Noé buscaba comparar su film con Eyes Wide Shut (1999), de Kubrick. Diferencias de talento aparte, considero que, si contrastamos ambos filmes, veremos que pueden fungir como opuestos directos: el de Noé es un film brutalista e híper real, el de Kubrick es una propuesta onírica y sin significados evidentes; Noé evidencia el deseo desde lo bestial y perverso; Kubrick, desde el sigilo y la represión. Ambos filmes, sin embargo, confluyen en una misma noción: a pesar de sus implicaciones deterministas, en cada caso, algo pudo haber sido diferente. Alguna tragedia se puede evitar. Lo mismo sucede con el film y su escena.
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