El enfoque de desarrollo territorial rural como un modelo de intervención que articula a los actores institucionales, colectivos e individuales sobre la base de las potencialidades del espacio geográfico y económico, y alrededor de las necesidades y expectativas de la población para construir el cambio, tiene el propósito estratégico de promover el bienestar en sus dimensiones económicas, sociales, políticas y culturales.
Es esta perspectiva, creemos, la que debe gobernar el proceso de construcción de las políticas y programas sociales para el mundo andino y amazónico, involucrando en la gestión a las comunidades y usuarios organizados, siempre que asuman una responsabilidad compartida que evite la clientela política, la dependencia asistencial y el populismo de antaño. Ha llegado la hora.
Los procesos colectivos facilitan los cambios hacia un desarrollo territorial inclusivo, pero para ello deben renovarse y reajustarse las políticas nacionales del Estado peruano a partir de un consenso mínimo de los sectores públicos y privados, sociedad civil y el concurso de los ciudadanos reconocidos por sus compromisos y prácticas honorables. La coordinación intersectorial y la colaboración multinivel convergen en sinergias para facilitarlo. La coyuntura no puede ser más propicia hoy en el año del bicentenario, y un nuevo Acuerdo por la Gobernabilidad puede ser la plataforma más pertinente.
El modelo expresa una estrategia liberadora de las capacidades y fortalezas del territorio (entendido como espacio de interacciones que conllevan una visión compartida del desarrollo y actores comprometidos en su construcción), más aún cuando se encuentran aliados institucionales, cuando se extiende la confianza mutua y se reconoce al interlocutor en todas sus dimensiones humanas, y cuando se generan oportunidades para una salida sostenible de la pobreza sin dañar la dignidad de las personas.
Hemos sido testigos de cómo las ofertas ofensivas a la situación de pobreza de miles de compatriotas durante la campaña contaminaron el discurso electoral, cobrando inusitadas promesas en la segunda vuelta, por ejemplo, de una candidatura empeñada en una fuga hacia adelante, para lo cual no escatimó anuncios de distribución de dinero a cuenta de los recursos del canon minero.
En un contexto de crisis sanitaria, crisis política y crisis económica; y en un escenario crispado por pugnas y puyas de grueso calibre, un nuevo modo de gestionar la política pública, y más precisamente un nuevo estilo, transparente y democrático, se hace urgente en las horas cruciales de la patria, cuando iniciamos la tercera década del segundo milenio, cuando nos envuelve el Bicentenario de la Independencia Nacional, y cuando está próximo el fin y el inicio de un nuevo gobierno.