Pobres y vulnerables

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Iniciamos un nuevo año con el doble de desafíos del que acaba de irse. La crueldad de la pandemia todavía no se vislumbra del todo y con seguridad asomará sus mil cabezas en el año del Bicentenario. Y la población más golpeada seguirá siendo la más vulnerable y peor aún, aquellos que ya se encontraban en pobreza y pobreza extrema antes que la guadaña del Covid-19 nos cercenara las últimas esperanzas de un país políticamente caótico.

Las aproximaciones estadísticas son aterradoras, y parecen echar por la borda los enormes esfuerzos y los significativos logros de las últimas dos décadas en materia de reducción y alivio de la pobreza. Uno de cada tres peruanos es susceptible de caer en ella, de acuerdo a la última Estimación de la Vulnerabilidad Económica a la Pobreza Monetaria del INEI, lo que equivale a más de 11,2 millones de peruanos. Con las cifras que previamente ya veníamos arrastrando (20,2% de pobreza total) es probable que tengamos que sumar ahora entre 8 y 9% más.

Esta situación cambia definitivamente las perspectivas para el próximo quinquenio, que se inicia en un año electoral a flor de piel y con las precariedades, carencias y debilidades de un sistema político rasando la línea de flotación y con organizaciones políticas y candidatos presidenciales que esperan interesadamente la evolución de los acontecimientos para ajustar sus decires y apretar el acelerador en ruta hacia Palacio.

Volvemos a lo mismo entonces. En momentos dramáticos, cuando los ciudadanos necesitan tener una luz más clara al final del túnel de la incertidumbre, la clase política -si es que la tenemos- no ayuda, una vez más, a construir una agenda de emergencia nacional.

Como ya lo comentamos, en materia de política pública es urgente replantear una política social habilitadora y promotora de oportunidades económicas inclusivas, ampliado la base productiva de los pequeños agricultores familiares por ejemplo y, la infraestructura económica en el ámbito rural, articulando y coordinando las intervenciones estatales y privadas con un enfoque multidimensional, que ayuden a cerrar las brechas de la desigualdad y la exclusión. Esto no es ninguna novedad, se ha venido haciendo, pero se requiere un papel más activo de los ciudadanos, y un mayor compromiso de los líderes con políticas de Estado de largo aliento, reconociendo la heterogeneidad de un país grande y diverso como el que nos cobija.

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