Alguien que también ha sido niño algún día. Una persona que empezó a correr detrás de sus sueños. Un ser humano que asumió una gran responsabilidad. Alguien que dejó de andar a toda prisa para evitar que un hijo se le pierda. Un padre, que cambió los riesgos y las emociones por la seguridad de los suyos. Un padre, que no pudo hacer todo solo, pero que supo apoyarse en alguien. Con amor, fe y sacrificio. Un padre que mientras sus hijos crecían, él los ha cuidado; mientras jugaban, se ha visto reflejado; y mientras maduraban, él ha soñado.
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Sí se puede, porque es una pasión, no un negocio
Era la tarde de un sábado 2 de junio del 2001. Miles de hinchas peruanos salían del Estadio Monumental por el corredor que conduce hacia el Ovalo Huarochirí, pero sus rostros no expresaban alegría alguna. La imagen que reflejaba dicha salida se parecía más a la de un entierro. Todo era pena, nudos en la garganta y miradas en el piso. Algunos lloraban. Había muchos niños allí. Eran los mismos hinchas que dos horas antes habían estado gritando y festejando el gol tan solo al minuto de juego de nuestra querida selección peruana, cuando todo hacía presagiar que la victoria se quedaría en casa para alegría de los casi 60 mil corazones blanquirrojos que ese día se dieron cita al coloso de Ate. Sin embargo, terminado el encuentro y a falta de cinco fechas por jugarse de las Eliminatorias para el Mundial de Fútbol Japón-Corea 2002 nuestra selección peruana quedaba fuera de dicha justa mundialista. Aquella tarde, no se entendía nada. No se podía. El sueño estaba muerto.
El fútbol te enseña muchas cosas.
Amanecer
Perdí varios tickets de bajada
por comprarlos donde una gitana,
y esperando la siguiente parada
busqué mi alma por la ventana
sin que algo hallara mi mirada,
no importó si lo entregué todo
me tuve que regresar por el lodo.
Y aunque no fue fácil olvidar
mis heridas tuve que curar
… tiempo para volar
para saber que y a pesar de todo
aún es posible avanzar
moverme como para ver las cosas
desde otro lugar…
Rol de mujer y madre, nuestra ecuación pendiente
Es el ser humano que nos trajo al mundo, a la vida, a la posibilidad de existir. Aquel que desde mucho antes de que naciéramos nos brindara un espacio de su ser para nuestra primera morada. Aquella mujer que nos viera llorar al nacer y que cuidara de nosotros en nuestros momentos más indefensos, la que nos entregara su tiempo, su sacrificio, su amor. Cada uno sabe de ellas. Son nuestras madres. Las mismas que vemos a diario. Son parte de nosotros, de lo que hacemos, de lo que vivimos. Las vemos también en nuestro centro de labores, nos comunicamos con ellas, son varias nuestras colegas, nuestras colaboradoras, nuestras superiores, nuestras amigas. Están allí cumpliendo con sus labores, pero a la vez somos testigos de que coordinan las citas médicas de sus hijos, conversan por teléfono a diario con ellos, ven sus temas del colegio, ajustan sus días libres en función a las vacaciones de sus hijos, llaman a sus casas, se preocupan de que todo camine bien en su hogar. Y tantas otras cosas más que demuestran un derroche de capacidad, amor y compromiso, llevándonos por un momento a preguntarnos lo siguiente: ¿qué supone el rol de madre -y el de padre- en los tiempos de hoy?. Aquí probablemente más de uno es testigo de algún caso en el que la responsabilidad del hogar, con todo lo que ello supone, es bastante equilibrada entre mamá y papá; sin embargo, estimados lectores, y sobre todo caballeros padres de familia: ¿cómo lo ven ustedes?, ¿cómo lo manejan?, ¿en qué parte de la ecuación se encuentran?.
Doña Vita
Tu nombre, Victoriana. Tu vida, una lucha. Con sabor a victoria. Y aunque un día tuviste que partir, en realidad, nunca nos despedimos.
Hoy, 8 de abril, a veinte años de tu adelanto en el camino, escribo esto porque sabes bien que ya no dibujo, fuiste la única persona para quien alguna vez lo hice, y aunque quizás lo vuelva a hacer algún día, en esta oportunidad espero me alcancen estas líneas para expresar esa sensación que llevo dentro.
Me llamo ‘Cachito’ Ramírez
¿Cómo te llamas?. -Le preguntaban al niño.
-“Cachito” Ramírez, solía responder.
¿Y qué jugador eres?. -Le volvían a preguntar.
-“Cachito” Ramírez, seguía respondiendo.
Una inocente forma en que alguien tan pequeño encontraba para expresar la conexión con su jugador favorito de aquel tiempo. Una respuesta que provocaba más de una sonrisa entre familiares y amigos.
Imagen de ZonaRosada
Sobre ‘La muerte quiere ser madrina’
Esta es una historia. Una historia real, aunque solo hay una foto de aquel día. Un niño con su diploma y su medalla, unos ojos llorosos y una inmensa tristeza en su rostro. La imagen de la ausencia de felicidad, suplantada por aquella del dolor y la pena. Y es que a tan corta edad, ¿cómo es que se entiende a la muerte?