Me llamo ‘Cachito’ Ramírez

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¿Cómo te llamas?. -Le preguntaban al niño.

-“Cachito” Ramírez, solía responder.

¿Y qué jugador eres?. -Le volvían a preguntar.

-“Cachito” Ramírez, seguía respondiendo.

Una inocente forma en que alguien tan pequeño encontraba para expresar la conexión con su jugador favorito de aquel tiempo. Una respuesta que provocaba más de una sonrisa entre familiares y amigos.

Cachito Ramirez

Imagen de ZonaRosada

 

Era la década del 70′ y aquel niño había crecido viendo, una y otra vez, los dos goles que Oswaldo “Cachito” Ramírez hiciera en la famosa “Bombonera” el día en que Perú clasificara para el mundial de México 70. Un acontecimiento histórico que la FIFA recuerda en su página web de la manera siguiente:

“La presión local volvió en el segundo tiempo, aunque a Perú se le abrieron más espacios para la contra. Y en ese contexto, Oswaldo Ramírez sacó a relucir su velocidad: con una escapada característica, superó a la defensa y abrió el marcador. Los argentinos, con el apoyo de su gente, se fueron en búsqueda del empate y lo consiguieron por intermedio de un penal ejecutado por Albrecht.

La esperanza no duraría demasiado: Ramírez, una vez más, robó un balón a Roberto Pefumo y anotó el segundo para el equipo de Didí. Ya no habría marcha atrás: el ingresado Rendo eludió a la defensa peruana por la derecha y definió cruzado para marcar el tardío tanto del empate. No había tiempo para más, salvo para un tanto bien anulado a Miguel Brindisi por una falta sobre Rubiños. Perú había forjado la hazaña y se clasificaba por primera vez en su historia a una Copa Mundial de la FIFA por mérito propio. La Bombonera era testigo de una de las tardes más decepcionantes en la historia del fútbol argentino.”

Y aunque suene lejano ese tiempo, en realidad para el fútbol no lo es, pues la pasión que genera todavía sigue estando vigente, muy a pesar de la diferencia que existen entre los tiempos de hoy y los de ese entonces, más aún si es que a entretenimientos infantiles nos referimos. Un tiempo tecnológico el de ahora, del cual Peter van Houten, personaje de “Bajo la misma estrella”, irónicamente reniega diciendo que todo lo que escribimos termina en “una serie de unos y ceros que viajan por la insípida red en la que últimamente ha quedado atrapada nuestra especie”. Pues bien, el fútbol es aquello que ha sabido sobrevivir o mejor dicho, sobrellevar de gran manera todo ese cambio, para mantener intactas las emociones que genera.

Pero volviendo a ese trascendental partido, hay un hecho que ciertamente pasa muy desapercibido. Se trata de una jugada clave que fue pitada por el árbitro de manera muy acertada como una falta. Estamos hablando de una jugada que incluso en los tiempos digitales de hoy, todo árbitro tendría dificultades para cobrar, y más aún, de hacerlo “sin titubear”. Nos estamos refiriendo a lo siguiente:

“Pero entre toda la parafernalia, se pierde una jugada clave que podría haber, sin mayor concurso del azar, alterado totalmente el curso de las cosas. Casi fue la última acción del partido, y fue la que pudo dejar a Perú sin clasificación a México ’70. Se jugaba el cuarto minuto de tiempo adicional cuando Carlos Pachamé recogió en el borde del área un balón rechazado por la zaga peruana. Se la bajó a Silvio Marzolini, y el lateral pegó el centro con la derecha al corazón del área. El golero Rubiños salió, y se enredó con la carga de dos hombres argentinos. Llegó a manotear el balón y uno de los rivales, Miguel Ángel Brindisi, consiguió ganarle la espalda para cabecear el balón hacia el gol. Pero casi no tuvo tiempo de celebrar: sin titubear, el árbitro chileno Rafael Hormazábal anuló el tanto. Tras las protestas gauchas, Chumpitaz reanudó el juego con un patadón largo buscando la carrera de ‘Cachito’, y con las mismas el juez pitó el final del partido.” (Fuente: “DeChalaca”)

Léase bien, un árbitro de nacionalidad chilena. ¿Alguien duda que eso sea posible?. Pues que nadie lo olvide, ya que precisamente de eso se trata el fútbol, de momentos nobles y maravillosos, para quien lo quiera entender.

Pasaron los años y a pesar de ser testigo dicha década del brillo de grandes futbolistas peruanos, el cariño por aquel primer gran ídolo seguía intacto en el corazón del niño. Y es que el fútbol tiene esa magia. Sobre esto mismo, consideremos el siguiente texto: “Una investigación sobre las marcas más recordadas entre los niños, el Top Kids, realizada en Río Grande do Sul en 1997, reveló un dato impresionante: ningún/a de los/las entrevistados/as esquivó la respuesta cuando fue preguntado/a sobre cuál era el equipo de fútbol que recordaba. El índice de los que “no sabían” o “no respondían” fue cero, superando inclusive los ítems: helado, 4,7%; chocolate, 7,3%; y programa de TV, 8,7%.” (2001, “Fútbol y Cultura”, Ruben G. Oliven y Arlei S. Damo, Grupo Editorial Norma, Bogotá, Primera Edición, págs. 91-92). Como se puede notar, cuando el fútbol toca el corazón de un niño, lo toca para siempre.

Así conforme iban pasando los años, llegaba pues el momento de llevar al pequeño por primera vez al estadio, y mucho mejor si era al coloso José Díaz para ver un partido de la selección. Fue así que su padre tuvo el enorme acierto de elegir para aquella ocasión tan especial, el llevarlo junto a su hermano para ver a su ídolo en el día de su despedida oficial. Un regalo de aquellos, una noche inolvidable, una sensación maravillosa. Ese día el estadio fue una gran fiesta. Al entrar regalaban a todos muchos globos y papel picado; no faltaban las camisetas rojiblancas, los gorros y las vinchas. Los asistentes saltaban y silbaban; y de las cuatro tribunas se escuchaba el “Perú, Perú, Perú” dejando muy poco espacio para el silencio. Allí estaba el ídolo de la Bombonera, Oswaldo “Cachito” Ramírez, el mismo que “además fue campeón sudamericano con Perú dando el gol del triunfo en un partido complicadísimo en Oruro, la ciudad más alta del mundo contra Bolivia; el “Cachito” que con una impresionante bolea le dio el triunfo a la “U” sobre Peñarol, cuando por primera vez en la historia un cuadro peruano le ganaba a un uruguayo en el Centenario; el que en una sola noche (también por Copa Libertadores) le hizo tres goles a Manga, el arquero del Nacional.” (Fuente: Arkiv, “Cachito”). Aquella noche la selección chilena, junto a todos los asistentes al estadio, fueron testigos de cómo Franco Navarro “recibió de las manos del Verdugo de la Bombonera la camiseta número 9 de la selección en un acto que simbolizaba la posta de un gran goleador a su sucesor.” (Fuente: Trío de ases”)

Sobre esa misma noche, aquel muchachito escribiría muchos años después en Hoy Perú vs. Chile: Que gane el fútbol”, lo siguiente:

No fue el mejor partido que he visto pero fue el que me hizo entender desde muy pequeño que en el fútbol lo más importante no es ganar. Ganó Perú aquella vez, sin embargo, en realidad quien ganó fue el fútbol. Y ganó de la misma manera en que luego lo hizo en la tragedia de Alianza Lima en el año 87, cuando fuera un equipo chileno quien cediera a algunos de sus jugadores para completar aquella plantilla íntima.”

Y es que efectivamente, todo aquel que es hincha del fútbol en nuestro país recuerda con mucha pena aquella lamentable pérdida ocurrida en el mar de Ventanilla, esto, sin importar el color de su camiseta. Incluso quien no entiende muy bien de esta pasión sabe que ese día el fútbol entero quedó de luto. Pues bien, ante esa situación fue el Colo Colo -para muchos el equipo más popular del hermano país del sur- quien cediera a cuatro de sus jugadores: José Letelier, Parcko Quiroz, Francisco Huerta y René Pinto, para ayudar a completar la plantilla íntima en el reinicio del campeonato nacional. “Porque en diciembre de 1987 comenzó una relación de amistad que se mantiene hasta el día de hoy, haciendo partidos amistosos en conjunto y actividades que acentúan más una hermandad que en medio de una tragedia como la que vivió Alianza, Colo Colo le brindó una mano.” (Fuente: “La hermandad entre Colo Colo y Alianza Lima”). Y es que nuevamente, esto es lo que entiende el fútbol, pues como dice un reciente spot publicitario, en el fútbol, “no somos violencia, somos pasión.”

Hoy, viernes 22 de marzo del 2013, nuevamente juegan Perú y Chile; o Chile y Perú, para decirlo sin ningún orden, pues se trata de fútbol, en donde como en todo deporte, ningún partido se gana por adelantado. Y aunque si bien es cierto que a lo largo del tiempo, la historia es testigo de más de un momento difícil entre nuestras naciones, eso es completamente contrario al sentido del fútbol, tal y como se ha podido apreciar en estos dos simbólicos ejemplos. Digo esto, porque además es necesario que empecemos a superar todo ese pasado. Pues como dijo “El Diego” en su despedida: “El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. Eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Recuérdelo bien, “porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol, la pelota no se mancha”. Hoy también, quien fuera ese niño que asistió por primera vez al estadio para ver a ambas selecciones, volverá a dejar de lado, una vez más, todo compromiso importante, para ver junto a su padre un nuevo capítulo de la historia del fútbol entre ambas selecciones. Son padre e hijo, hijo y padre, que hoy volverán a ser un poco niños, un poco más ellos mismos, solo dos hinchas del fútbol. ¡Qué privilegio!. Gracias a Dios por eso.  

http://www.youtube.com/watch?v=9nrNk4SzBAs

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