Estados Unidos se ha declarado en guerra comercial con todos los países del mundo. Una de las razones que aduce el presidente Trump para justificar su guerra–y su política proteccionista en general– son los continuos déficits comerciales que Estados Unidos ha mantenido con el resto del mundo –y con China en particular– durante ya varias décadas. Obviamente, los déficits comerciales no son la única razón –si es que no son simplemente un pretexto– de su guerra contra el libre comercio.
Vale la pena, sin embargo, discutir este asunto con el propósito de aclarar algunas cuestiones básicas; para entender que las guerras comerciales no son la manera de resolver ese tipo de problemas; y poder también tener algunas ideas sobre la probable evolución del problema. La primera cuestión que debemos aclarar es sobre las causas de los déficits externos comerciales de los países. Es decir, debemos identificar los factores que hacen necesarios tales déficits, así como también los factores que los hacen posibles.
La manera más sencilla de entender en qué caso debe existir un déficit comercial es usando la identidad básica de la macroeconomía, cual es la relación entre el producto y el gasto en una economía abierta. Tal relación es una identidad que nos dice que el ingreso o producto de un país (Y) debe ser igual al gasto doméstico o absorción –que a su vez es igual a la suma del gasto de consumo (C), la inversión (I), y el gasto público (G)– más el gasto extranjero en productos domésticos (las exportaciones X), menos el gasto doméstico en productos extranjeros (las importaciones M). Todas estas son variables de flujo, las cuales deben medirse periódicamente; digamos que anualmente.
Esta identidad la podemos expresar de manera sencilla como Y = C + I + G + X – M; y, si la reordenamos, puede ser expresada como X – M = Y – (C + I + G). En el lado izquierdo tenemos la balanza comercial (X – M), y en lado derecho el ahorro doméstico; esto es, la diferencia entre el ingreso (Y) y el gasto agregado doméstico (C + I + G). Este resultado implica que el país necesariamente tendrá un déficit comercial, (X – M < 0) si tiene un gasto doméstico mayor que su producto o ingreso, esto es, (C + I + G) > Y.
De esta manera, pareciera ser que la existencia de un déficit comercial depende únicamente de lo que ocurre en la economía del país deficitario, puesto que son las variables domésticas Y, C, I y G las que determinan su saldo comercial X – M. El asunto, sin embargo, es un poco más complicado, pues –como veremos a continuación–los países extranjeros (el resto del mundo) también deben jugar un rol.
Para entender el rol que los países extranjeros pueden jugar en la generación de los déficits comerciales de un país, debemos primero notar que existe otra condición para que tales déficits sean posibles, cual es que el país en cuestión encuentre la manera de pagar importaciones por un valor mayor al de sus exportaciones. Una posibilidad es que el país use sus reservas internacionales, y en tal caso el déficit comercial se traduciría en una caída de sus reservas. Pero si el país no cuenta con suficientes reservas –o no las quiere usar–esos déficits solo serán posibles si tiene el consentimiento de los países del resto del mundo, a quienes debe pedir dinero prestado.
En resumen, entonces, es la situación doméstica lo que hace necesarios los déficits externos de un país, y es la actitud (el consentimiento) de los países del resto del mundo lo que los hace posibles. Pero tal consentimiento constituye solamente un aspecto del rol de los países extranjeros, pues las exportaciones de un país pueden caer –por lo menos temporalmente– porque los países del resto del mundo aumentan sus tarifas de importación, devalúan sus monedas, entran en recesión, etc. De manera análoga, las importaciones de un país pueden aumentar si el país reduce sus tarifas de importación, revalúa su moneda, incrementa su gasto de consumo, etc. Es decir, existe una diversidad de factores –tanto internos como externos– que pueden afectar el comportamiento de las exportaciones e importaciones de los países.
En el párrafo anterior hay una advertencia muy importante, cual es “por lo menos temporalmente”, que debemos entender en el sentido de que no podemos esperar que los países tengan sus balanzas comerciales equilibradas todo el tiempo (todos los meses, o todos los años, etc.), pues siempre puede haber factores –internos o externos– que rompan el equilibrio comercial, por lo menos temporalmente.
Pero, así como no podemos esperar que los países tengan sus balanzas comerciales equilibradas todo el tiempo, tampoco podemos esperar que puedan tener déficits (o superávits) comerciales todo el tiempo. O sea, si bien es fácil entender que los países eventualmente tengan desequilibrios comerciales, no resulta tan fácil entender que haya países que tengan déficits (o superávits) comerciales persistentes (por mucho tiempo). Es más, sería aún más difícil entender que haya países cuyos déficits (o superávits) comerciales sean no solamente persistentes, sino también generalizados (con cada uno de casi todos los países del resto del mundo), y crecientes (de un monto cada vez mayor).
Pues bien, los déficits norteamericanos son de particular interés, no solo por ser Estados Unidos la principal economía del mundo, sino también por el hecho de que tales déficits han sido persistentes, generalizados y crecientes ya por un buen tiempo. Es muy importante que entendamos qué hay detrás de estos déficits tan atípicos, no solamente por ser Estados Unidos la mayor economía del mundo, sino también porque es la que está al centro de la actual guerra comercial.
Algo que es muy claro es que la persistencia y el crecimiento de los déficits de Estados Unidos han sido posibles –en principio– por el consentimiento de los países del resto del mundo, que han mostrado su disposición a prestarle plata a Estados Unidos mediante la compra de valores de todo tipo, en particular acciones (stock) y deuda pública (bonos del tesoro). Debemos advertir, sin embargo, que –por ser el emisor de la moneda reserva, Estados Unidos tiene también la opción de financiar sus déficits simplemente imprimiendo más dinero. Pero, para evitar desviarnos de nuestro tema central, aquí omitiremos esta cuestión, lo cual no debe invalidar nuestros argumentos básicos.
Por otro lado, entender el carácter generalizado de los déficits de Estados Unidos es aún más complicado. Empecemos notando que el hecho que un país tenga una balanza comercial deficitaria no quiere decir que tiene déficits con todos y cada uno de los países con los que intercambia. Lo que normalmente se observa es que, los países tengan entre ellos desequilibrios comerciales de distinto tipo (déficits, superávits). Pero en el caso de Estados Unidos la situación es diferente, pues su balanza comercial es mayormente deficitaria con casi todos los países del resto del mundo.
Esto nos debe llevar a pensar que, para determinar las posibles causas de los déficits norteamericanos, no debemos preocuparnos por examinar lo que ocurre en las economías del resto del mundo, sino más bien lo que ocurre en Estados Unidos. Es decir, aunque podríamos buscar las variables que en cada país explican su superávit comercial con Estados Unidos, resulta más razonable buscar las variables que en Estados Unidos explican sus déficits con casi todos los países del resto del mundo. En este caso, lo más sencillo es concentrarnos en una sola variable, cual es el valor del dólar (su tipo de cambio).
Esta opción resulta del hecho de que los cambios en el valor del dólar en los mercados internacionales deben, por lo general, afectar de manera similar a casi todos los países del resto del mundo; una revaluación (devaluación) del dólar debe en general implicar la devaluación (revaluación) de las monedas de los países del resto del mundo. Resulta, pues, razonable pensar que –a final de cuentas– ha sido la sobrevaluación del dólar lo que ha hecho necesarios los déficits generalizados de Estados Unidos.
Para terminar de entender este argumento, nos quedan dos cuestiones por examinar. La primera es la importancia del tipo de cambio en la determinación de las balanzas comerciales de los países. La segunda son las causas de la sobrevaluación del dólar.
La importancia del tipo de cambio en la determinación de la balanza comercial, resulta del rol que juega en la relación que existe entre los precios domésticos e internacionales de los productos transables (exportables e importables). Esta relación tiene la forma: precio doméstico = tipo de cambio x precio internacional, e implica que una devaluación llevará a un aumento de los precios domésticos, tanto de las exportaciones como de las importaciones. Este doble efecto, a su vez, debe llevar a un aumento de las exportaciones y una disminución de las importaciones, lo cual mejorará la balanza comercial (bajo cumplimiento de la condición de Marshall–Lerner).
En el caso de la sobrevaluación del dólar, ésta está estrechamente vinculada tanto al rol del dólar como moneda reserva, como a la disposición de los países del resto del mundo a prestarle plata a Estados Unidos. La vinculación entre la sobrevaluación del dólar y su rol como moneda reserva es una suerte de corolario del Dilema de Triffin, el cual nos advierte que el país emisor de la moneda reserva (Estados Unidos) debe satisfacer la demanda de liquidez (dólares) del resto del mundo a través de sus déficits externos. Y debe ser la sobrevaluación de su moneda (el dólar) lo que ha hecho que sus déficits externos se hayan dado en la forma de déficits comerciales (y no, por ejemplo, en la forma de déficits en cuenta de capitales).
Sobre este asunto de la sobrevaluación del dólar, también podríamos preguntarnos por qué Estados Unidos no devalúa su moneda. Estados Unidos, en realidad, ya manifestó su interés de ir en esa dirección cuando pidió (exigió) a Alemania, Francia, Reino Unido y Japón intervenir en los mercados de cambio para bajar el precio del dólar (el Plaza Accord de 1985). Si eso no se ha vuelto a hacer –al menos no abiertamente– es porque ahora se necesitaría la participación de un mayor número de países.
En todo caso –así quisiera– Estados Unidos no puede devaluar el dólar intencionalmente y por su cuenta; y eso en razón de la denominada Trinidad Imposible (Impossible Trinity o Policy Trilemma), la cual nos advierte que –en un país con libre movilidad de capitales– las autoridades no pueden controlar simultáneamente el tipo de cambio y la oferta de dinero (o el nivel de reservas). Es decir, la libre flotación del tipo de cambio es una condición necesaria para que las autoridades puedan controlar la oferta de dinero. Desde hace unos 50 años, los países ricos han buscado mantener no solo el libre flujo de capitales, sino también su autonomía monetaria, para lo cual deben permitir la libre flotación del tipo de cambio.
Para terminar, es apropiado que hagamos algunas observaciones sobre la posible evolución del actual desbarajuste económico. Una primera cosa que debemos notar es que, aunque las guerras comerciales se dan a nivel global, el conflicto está centrado en Estados Unidos y China. Otra cosa es que, mientras Estados Unidos está en conflicto con todos los países del resto del mundo, China solo se enfrenta con Estados Unidos; esta asimetría lleva a pensar que el conflicto será más costoso para Estados Unidos que para China (que también tiene menos que perder). Otra cuestión es que la guerra comercial de Estados Unidos contra China puede inducir a otros países –sobre todo asiáticos, como India, Pakistán, Indonesia– a buscar sustituir las exportaciones chinas a los países occidentales. Esto dejaría el problema de los déficits sin resolver, pero llevarnos también a pensar que los países del resto del mundo podrían no ser tan afectados por la guerra comercial, y que su suerte debería depender sobre todo de lo que suceda con la actividad económica global.
Existen también señales de un probable desbarajuste financiero global, con la caída del dólar y de los bonos del tesoro norteamericanos. Esto podría llevar a un eventual proceso de desdolarización global, que sería muy costoso y complicado, sobre todo –pero no solamente– para Estados Unidos. Pero la caída del dólar y la desdolarización global deben ser vistos como requisitos para la solución los déficits externos norteamericanos. En todo caso, lo que sí parece claro es que las pérdidas globales van a ser no solo en el ámbito productivo, sino también el financiero; y las principales pérdidas que deben sufrir los países del resto del mundo podrían venir por ese lado.
Y aunque Donald Trump puede ahora dar marcha atrás, calmando las cosas en alguna medida, lo cierto es que el daño ya está hecho, y en los años que vienen los mercados deben mantenerse volátiles y vacilantes, no solo en el ámbito comercial y productivo, sino también (o sobre todo) en el ámbito financiero. La razón es muy sencilla, y es que este “episodio trumpiano” será recordado por mucho tiempo en los mercados financieros, en los cuales la incertidumbre y la inestabilidad son las mayores contrariedades. Este tipo de episodios siempre puede volver a ocurrir. Siempre podrá haber otros presidentes como Donald Trump.
Todo esto sugiere que estamos ahora en camino hacia un reordenamiento geopolítico global, en dirección de una bipolaridad Estados Unidos-China. Aunque no podemos opinar acá sobre la situación política interna en China, parece claro que Estados Unidos tiene una cuestión muy importante que resolver en el frente doméstico. Si el electorado votó por Donald Trump, lo hizo para expresar su ansiedad y desencanto sobre su situación económica durante los últimos años. Y si el populace está tan descontento cuando el país tiene una tasa de desempleo de solo 3% y una inflación de solo 4%, la pregunta pertinente es ¿Qué podrá pasar ahora que el desempleo y la inflación tienen que subir?