Nivel Récord de Reservas del Banco Central

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En el transcurso de las últimas semanas, un par de importantes noticias –una en el ámbito financiero local y otra en el internacional–, claramente vinculadas entre sí, y de interés para evaluar nuestras perspectivas económicas no han recibido la atención que se merecen.

En el ámbito local, se anunció que las reservas internacionales del Banco Central de Reserva (BCR) han alcanzado un nivel récord de US$46,000 millones. En el ámbito internacional, se supo que el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Ben Bernanke, ha señalado que la demanda excesiva de deuda norteamericana por países en desarrollo que acumulan reservas en dólares contribuyó a causar la actual crisis financiera.

El argumento de Bernanke es sencillo: como los países en desarrollo mantienen gran parte de sus reservas en valores emitidos en Estados Unidos, un aumento excesivo del nivel de sus reservas implica un aumento excesivo en la oferta de fondos prestables en ese país, que sus bancos luego no pueden intermediar eficientemente. Esto podría ser visto como un costo –aunque no directamente para nuestro país– de la acumulación de reservas por el BCR. Puede haber, sin embargo, costos que afectan directamente a nuestro país.

Un costo que es solo aparente y que debemos descartar es el que concierne al efecto inflacionario que resultaría del aumento de la liquidez en soles producto de la compra de dólares (y venta de soles) por parte del BCR. Eso, sin embargo no tiene importancia porque el BCR “esteriliza” su intervención en el mercado cambiario colocando bonos para retirar soles de circulación. De esta manera, al intercambiar soles por dólares el BCR está simplemente cambiando la composición de la liquidez total a favor de la moneda doméstica. Efectivamente, la participación del dólar en la liquidez total se ha reducido a la mitad en los últimos 6 o 7 años.

Un primer costo real muy importante resulta del hecho de que esos $46,000 millones de reservas son invertidos por el BCR en el extranjero en activos que no solamente ganan intereses muy bajos sino que están denominados básicamente en dólares, cuando el principal interesado en devaluar dicha moneda es el mismo gobierno norteamericano, ya que ésta podría ser la única forma que encuentre no solo para cerrar un déficit en cuenta corriente que ya lleva 30 años seguidos, sino también para pagar una deuda pública de US$12.3 billones.

Otro costo real de la política de acumular reservas y mantener el dólar sobrevaluado, es que tal política contribuye a aumentar (o evitar que disminuyan) las sobre-ganancias de las corporaciones mineras (y también de las mafias narcotraficantes), a las cuales luego el Estado se niega a cobrar los impuestos que les corresponde pagar por rentas que resultan de la extracción –y agotamiento– de nuestros recursos minerales, los cuales mantienen (y seguirán manteniendo) altos precios en los mercados internacionales.

Debemos, entonces, preguntarnos, ¿no sería más razonable invertir por lo menos parte de las reservas en infraestructura, salud y educación en nuestro país? En estos momentos ésa sería una inversión no solo menos riesgosa sino también mucho más rentable. La situación actual es solo una manera de mantener nuestros recursos ociosos (algo que no debería gustarle mucho al autor del artículo sobre el “síndrome del perro del hortelano”).

En este contexto, llama la atención la indiferencia de supuestos defensores de la “mano invisible” del libre mercado, a quienes no parece molestar la constante intervención del BCR en un mercado tan importante como es el de moneda extranjera. Podrían justificar un alto nivel de reservas como necesario para permitir al BCR intervenir en el mercado para evitar variaciones bruscas del tipo de cambio y otorgar más confianza a los inversionistas.

Ante esta justificación, la pregunta pertinente es si es necesario mantener un nivel tan alto de reservas. Efectivamente, mientras el monto de nuestras reservas equivale al 160% del valor de nuestras importaciones anuales, en el caso de Colombia el porcentaje correspondiente es de 67%, y en el caso de Chile solo 56%. Se podría objetar que del total de reservas, unos $13,000 millones son básicamente obligaciones con la banca doméstica (el encaje por depósitos en dólares), y que “solo” $33,000 millones conforman el saldo neto o posición de cambio del BCR. Pero aun si usáramos la posición de cambio, el Perú mantendría su primera posición entre los tres países en nivel de reservas. Es más, los niveles de reservas de Chile y Colombia ya podrían ser excesivos. Y si hacemos la comparación con los países desarrollados, la posición del Perú es aún más extravagante: actualmente, el nivel de reservas de el Reino Unido, Francia y Alemania es de solamente $50,000 millones cada uno.

Otra objeción –aparentemente más sensata– sería que gastar (invertir) parte de las reservas podría causar inflación en un momento en que la economía está “sobrecalentada”. Pues, para empezar, cualquier tipo de inversión, al aumentar la demanda agregada, es potencialmente inflacionaria, por lo que la validez de ésta objeción es relativa. Lo importante es cuál es el gasto que se realiza y cómo es éste financiado, por lo que podría haber un problema en el caso que esa inversión sea financiada con dinero prestado o con emisión monetaria, pero ninguno de esos es el caso en la política que proponemos. Además, si el BCR dejase de comprar dólares y de acumular reservas, el efecto depresivo sobre el tipo de cambio contribuiría a contener las presiones inflacionarias.

Otra objeción –también aparentemente más sensata– sería que, dado el nivel de dolarización de nuestra economía, el BCR necesita mantener un nivel más alto de reservas. Sin embargo, es muy sencillo demostrar que tal necesidad surge no ante un mayor nivel de dolarización, sino ante aumentos en dicho nivel, el cual –como hemos señalado– ha estado cayendo en nuestro país en los últimos años. Debemos también notar que la dolarización de la economía –y del sistema bancario en particular–implica que no solo la demanda sino también la oferta de dólares es más alta que en una economía que no presenta ese fenómeno, pues no solamente el banco central sino también la banca privada mantiene stocks de moneda extranjera. Por último, como ya hemos señalado, aun la posición de cambio del BCR resulta excesivamente elevada.

Es claro, entonces, que la obsesión del BCR por comprar dólares y acumular reservas no tiene sentido, no solo porque es costosa sino también riesgosa, ya que implica mantener ociosos los escasos recursos de nuestro país, y porque es muy poco probable que el dólar mantenga su valor en los mercados internacionales en el mediano o largo plazo.

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