Por Lourdes Mochizuki
Somos un país privilegiado por nuestra diversidad lingüística y cultural, Sin embargo, la mayoría de las lenguas indígenas se encuentra amenazada y podría desaparecer en menos de 50 años si no se hace algo para su conservación.
Los isconawas, iskobakebos o hijos del Páucar vivieron aislados desde tiempos remotos en la selva baja de Ucayali, en la Amazonía peruana. En 1959 fueron contactados por misioneros norteamericanos y alejados de sus tierras para convivir en poblados shipibos. Actualmente, solo quedan 6 hablantes originarios y alrededor de 50 descendientes en la zona de Aguaytía, Ucayali.
“Se trataba de un pueblo totalmente desarticulado”, cuenta el Dr. Roberto Zariquiey, docente del Departamento de Humanidades, especialista en lenguas amazónicas y encargado –junto con el Dr. José Antonio Mazzotti, docente del Departamento de Lenguas Romances de Tufts University (EE.UU.)– del proyecto de documentación, registro y revitalización del idioma isconawa.
Ejecutado con fondos de la National Science Foundation (NSF), agencia del gobierno estadounidense, el proyecto está diseñado en tres fases. Durante el primer año se documentará el idioma a través de grabaciones, transcripciones y traducciones. Luego, se propondrá un análisis de las estructuras, más conocido como segmentación morfológica. Para la tercera fase, “la idea es crear un corpus del idioma; producir un diccionario, del que ya tenemos un borrador; hacer una pequeña gramática; y un libro de historias y narraciones. Aparte de estos objetivos lingüísticos, también hay una búsqueda de reconocimiento social de la lengua”, señala el Dr. Zariquiey.
La importancia de la lengua
Para la Dra. Virginia Zavala, sociolingüista y docente del Departamento de Humanidades, la lengua es un dispositivo que, más allá de cumplir una función comunicativa, sirve para construir nuestra propia identidad. “Utilizar tu propio idioma te sitúa identitariamente, ya sea de manera individual o colectiva”, sostiene.
La riqueza lingüística del Perú no solo se expresa por la cantidad de lenguas indígenas vivas, sino también por la diversidad de familias lingüísticas. Solo en la Amazonía, se han identificado 14 familias que agrupan, aproximadamente, a 40 lenguas. En los andes, las dos familias lingüísticas son el quechua y el aimara. “El Perú es el único país con las dos grandes ramas de quechua, el central y el norteño-sureño”, señala, por su parte, el Dr. Luis Andrade, lingüista y docente del Departamento de Humanidades. “Luego de Brasil, somos el país con mayor diversidad lingüística en toda América”, asegura el Dr. Zariquiey.
Un paciente registro
Para poder estudiar las lenguas originarias, los lingüistas las clasifican en extintas, en obsolescencia o vivas, según el número de hablantes que las tienen como lengua materna. “Cuando este número es muy escaso, se considera que la lengua ya no está transmitiéndose a las nuevas generaciones y, por lo tanto, se encuentra en estado de amenaza”, señala el Dr. Andrade.
Las lenguas en obsolescencia son aquellas con pocos hablantes, quienes, por lo general, ya no la utilizan como vehículo de comunicación cotidiano por estar inmersos en otras lenguas, como el castellano. “En el caso de los isconawas, el shipibo fue el idioma que fue desplazando al original”, cuenta Zariquiey.
Por otro lado, una lengua extinta es aquella que no tiene ningún hablante vivo. Según Andrade, cuando se estudia una lengua extinta, se trata de recuperar todo lo posible a través de documentos. Además, se analizan vestigios de la lengua en el castellano regional, tanto en el léxico como en la gramática. El levantamiento de información también proviene de fuentes onomásticas, es decir, del estudio de los nombres propios del lugar y de las instituciones. Entre ellas destacan los nombres geográficos (ríos, cerros, pueblos y ciudades), así como los apellidos indígenas.
“Los diccionarios geográficos son de mucha utilidad para catalogar los nombres y contrastarlos con las fuentes directas en el trabajo de campo”, comenta el Dr. Rodolfo Cerrón Palomino, especialista en el estudio de lenguas andinas y docente del Departamento de Humanidades.
El trabajo es muy distinto en una lengua viva, cuando se puede consultar directamente a los hablantes. En este caso, se aplican grabaciones, registros de conversaciones y se utilizan narraciones, como cuentos, leyendas o canciones.
Es importante señalar que las lenguas no son códigos cerrados ni impermeables, por lo que, al entrar en contacto unas con otras, se producen variedades de contacto, como se les denomina en lingüística. Este producto de la interacción entre sistemas es estudiado y registrado con los mismos métodos que se documenta una lengua. “Preexiste la idea de que el quechua malogra el castellano de las personas. Ciertamente, hay influencias entre las lenguas que uno habla, es completamente normal y no significa de ninguna manera malograr una lengua a partir de otra”, asegura la Dra. Zavala. “Debido a que el quechua está desprestigiado y se ve como una lengua inferior, en muchas zonas del Perú se prefiere que los niños aprendan solo castellano”, agrega.
Manos a la obra
Con más de 45 años dedicados al estudio de lenguas indígenas, el Dr. Cerrón Palomino ha impulsado importantes proyectos de registro de lenguas andinas. Durante muchos años estudió el quechua y el aimara, y luego se interesó por el puquina, una tercera lengua (ya extinta) que no se relaciona tipológica ni genéticamente con las dos primeras. Sin embargo, por haber coexistido tantos años junto con ellas, comparte algunas características fonéticas, sintácticas y morfológicas.
La familia lingüística uro también compartió el mismo espacio geográfico con el puquina durante cientos de años. Debido a que los habitantes de las islas del Titicaca se aimarizaron, el uro desapareció del mapa lingüístico peruano. “Las lenguas se extinguen por sustitución idiomática. Las poblaciones adoptan aquella que goza de mayor prestigio”, afirma Cerrón Palomino.
La Sección de Lingüística del Departamento de Humanidades de nuestra Universidad ha desplegado esfuerzos en el estudio de lenguas andinas y costeñas, como las desaparecidas mochica y culle, con trabajos llevados a cabo por el Dr. Andrade. “Solo nos faltaba incursionar en el área de la selva, pero, felizmente, ahora contamos con gente joven que está trabajando con ímpetu. Podemos decir que ya tenemos cubierto casi todo el territorio nacional en cuestiones lingüísticas”, afirma Cerrón Palomino.
El Dr. Roberto Zariquiey ha participado en el trabajo de documentación de la gramática de lenguas amazónicas, como el shipibo y el cacataibo. “Hay quienes dicen que todas las lenguas indígenas están en peligro de extinción, pero hay diversidad de situaciones sociolingüísticas. Por ejemplo, el cacataibo es una lengua vital con 3,500 hablantes, que todavía se transmite a muchos niños como lengua materna”, refiere Zariquiey.
Reconciliación con el Pasado
Durante cientos de años, las diferentes lenguas indígenas habladas en el Perú y sus hablantes sufrieron de discriminación y exclusión. Incluso, se les denominaba dialectos, dándoles una categoría inferior al castellano. El Estado ha implementado una política de educación bilingüe intercultural en las zonas rurales donde se hablan lenguas diferentes al castellano. Sin embargo, la Dra. Zavala, especialista en estudios sobre el quechua, indica que este modelo es rechazado por los padres al no ver una utilidad real: “Lo único que cambiará definitivamente las representaciones en la zona rural es que se revitalice el quechua en las zonas urbanas. Por ejemplo, que sea un requisito saber quechua para poder graduarte de la universidad o para acceder a ciertos trabajos”.
Respecto al último proyecto presentado a la Comisión de Educación del Congreso, en el que se busca establecer el aprendizaje obligatorio del quechua o aimara en las universidades de todo el Perú, el profesor Andrade opina que esta sería una medida pertinente solo para algunas carreras. “Educadores, antropólogos o sociólogos son algunos profesionales que pueden llegar a ejercer en zonas de predominancia de estas lenguas”, señala.
Por otro lado, Zavala indica que el proyecto de ley no es suficiente y que se debe pensar primero en las condiciones que existen para ofertar cursos de quechua. “Es importante contar con profesores capacitados. Si no existen las condiciones, esta caerá en el vacío”, apunta.
Es indudable que existen relaciones de poder entre el castellano y las diferentes lenguas indígenas habladas en el Perú. “De no intervenir a favor de las lenguas minoritarias, cambiando las representaciones y las ideas construidas sobre las lenguas, nada va a cambiar. No es cuestión de dar leyes, sino de hacer mejoras estructurales”, afirma Zavala. Es derecho de cada pueblo conservar y practicar su lengua de origen, y el Estado, a través de las instituciones competentes, es el responsable de emprender medidas realistas y prácticas para que esto sea posible.
Fuente: PuntoEdu PUCP