¡Qué irónico puede ser el destino! El 22 de octubre dejó este mundo el destacado intelectual, pensador, sacerdote y teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, figura emblemática de la teología de la liberación. Y digo irónico destino, ya que ese mismo 22 de octubre es la festividad de San Juan Pablo II, papa de la iglesia católica y uno de los principales críticos y perseguidores, tanto de Gutiérrez como de sus seguidores.
A través de sus escritos, el más importante: “Teología de la Liberación: Perspectivas” publicado en 1971, y de sus enseñanzas, Gutiérrez promovió la opción preferencial por los pobres, la misma que pone a los pobres y oprimidos en el centro de la misión de la Iglesia. Sin embargo, a pesar de que es evidente que la iglesia debe ver por los pobres, los postulados de Gutiérrez fueron calificados de progresistas. Durante los años 70 y 80, sus ideas enfrentaron una fuerte oposición de sectores conservadores dentro de la Iglesia, quienes las veían como una desviación de la ortodoxia católica y las asociaban con movimientos marxistas. La Congregación para la Doctrina de la Fe (por órdenes de Juan Pablo II), dirigida en ese entonces por el cardenal Joseph Ratzinger, fue particularmente crítica de la teología de la liberación. En 1983, Gutiérrez fue llamado a Roma para explicar sus escritos, en un claro gesto de censura, control y vigilancia de su obra. A pesar de estas dificultades, Gutiérrez continuó desarrollando su pensamiento, destacando siempre la prioridad de los pobres en el evangelio de Jesús y la necesidad de una Iglesia comprometida con la transformación social. El aporte de Gutiérrez al pensamiento universal va más allá de sus contribuciones teológicas. Su insistencia en la dignidad humana y la justicia social ha resonado en diversos ámbitos, desde la filosofía hasta las ciencias sociales. Gutiérrez ha sido una voz poderosa en el diálogo interreligioso y en la construcción de puentes entre la fe y la acción social. Su enfoque pastoral y su compromiso con los pobres han inspirado a muchos a ver la fe no como un refugio aislado de las realidades del mundo, sino como un motor para el cambio positivo y la lucha por la justicia. La academia peruana le debe un sitial preferencial a la obra de tan ilustre pensador.
Gutiérrez no solo ha desafiado las estructuras tradicionales de la Iglesia Católica del siglo XX tan alejada de sus fieles, sino que también ha dejado un legado duradero en la lucha por una sociedad más justa y equitativa, haciendo de su vida y obra un testimonio vivo de la fe práctica. En el siglo XXI, Gutiérrez fue recibido por el Papa Francisco, quien lo invitó al Vaticano, validando así su compromiso con los principios cristianos y su incansable lucha por los derechos humanos y la dignidad de los más desfavorecidos.
Publicado el 26 de octubre del 2024, en Diario Viral.