El dicho “Muerto el perro, muerta la rabia” es un proverbio conocido que indica que, al eliminar la causa de un inconveniente, también se suprimen sus efectos. En este contexto, el “perro” simboliza la fuente del problema: la rabia. Así, al quitar al perro, supuestamente se frenaría la expansión de la enfermedad. Este proverbio se emplea para resaltar la relevancia de tratar y solucionar la raíz de un conflicto o dificultad con el fin de prevenir sus consecuencias, en particular las negativas.
Muchas personas, más por ignorancia que por ingenuidad, creen que ahora que el dictador ha fallecido, podemos dar la vuelta a la página y olvidar lo que hizo durante diez años de gobierno directo y más de veinte años de manejo indirecto de los gobiernos de turno, a través de las presiones en el legislativo y el oscurantismo político que siempre lo caracterizó. Intentan comparar la su figura con la de otros dictadores, como Augusto B. Leguía, Manuel A. Odría o Juan Velasco Alvarado; sin embargo, se olvidan de una gran diferencia: ni Leguía, ni Odría, ni Velasco dejaron una escuela o “herederos” políticos, como inteligentemente lo planeó e hizo el líder histórico del partido naranja. No solo tenemos un partido político fundado sobre la base del régimen más corrupto e inmoral de nuestra historia reciente, sino que también hemos heredado una dinastía que seguirá intentando llegar (y eventualmente perpetuarse) en el poder: si no es Keiko, será Kenji, y probablemente también las hijas de la primera. Durante 10 años no solo se destruyó la institucionalidad política del país y vació las arcas del pobre Estado peruano de los noventa (cosa que también hicieron los dictadores anteriores a él); sino que se hizo algo mucho peor, algo que hemos visto en los distintos gobiernos posteriores al 2000, y que actualmente presenciamos con desagrado en el régimen de Boluarte y en el parlamento de la DBA: normalizó la corrupción. Junto con Montesinos instauraron en la mentalidad peruana la idea de que la corrupción, la viveza, la criollada, la pendejada y el evadir la ley son normales, que está bien, y que quien no lo hace es un ingenuo, un sonso, un quedado. Así, lo que antes se consideraba negativo pasó a ser visto como un ejemplo a seguir.
Este perverso legado no ha muerto, sigue vivo en cada uno de los políticos que nos roban millones, en cada uno de los congresistas “mochasueldos”, en los jueces, fiscales y policías que aceptan coimas, en cada uno de los ciudadanos que no pagan impuestos. No será la historia la que lo juzgue, seremos cada uno de nosotros, con nuestros actos, quienes eliminemos definitivamente tan vergonzoso legado.
Publicado el 21 de setiembre del 2024, en Diario Viral.