Viejo zorro de la política

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En la campaña electoral de 1990, los candidatos presidenciales eran el destacado escritor Mario Vargas Llosa (por el FREDEMO) y el outsider Alberto Fujimori Fujimori (Cambio 90). El contexto nacional era muy complicado y en sendos debates la principal pregunta a ambos candidatos era ¿qué harán para superar la hiperinflación y mejorar la economía nacional? La respuesta de Vargas Llosa fue la más sincera y viable posible, pero a la vez, la más impopular: aplicar un shock económico. El resultado final es por todos conocido: ganó Fujimori.

La anécdota anterior tiene que ver con la coyuntura de la semana que termina. Hemos visto la forma en que el Congreso de la República negó el voto de confianza al ex presidente del Consejo de ministros, Pedro Cateriano Bellido y a todo su gabinete. Los principales argumentos que usan algunos parlamentarios para justificar su acción han sido muy interesantes: no hubo mención alguna a las regiones, no se evidenció una propuesta clara para luchar contra el Covid-19, no se abordó de manera concreta la lucha contra la violencia a las mujeres, etc. Probablemente muchas de esas aseveraciones sean verdaderas, en sí lo son; sin embargo, la pregunta que me ha estado rondando la cabeza esta semana es: ¿fueron omisiones reales o intencionales? ¿Buscó Cateriano su propia auto censura?

Cateriano Bellido no es un desconocido en política. Fue diputado, ministro de defensa y ex Presidente del Consejo de ministros, tiene una larga trayectoria política y es un permanente entrevistado para dar sus opiniones sobre coyuntura política. Una persona con tamañas credenciales no puede desconocer la obra del gran Maquiavelo, me refiero a El Príncipe.

Maquiavelo señala, por ejemplo que el buen gobernante no necesariamente tiene que serlo, pero si parecerlo. Que es mejor ser amado que temido. Que el ser humano es hipócrita, voluble, irresoluto, cambiante. Finalmente, que el gobernante de ser fuerte como el león y hábil como el zorro.

¿Cateriano se olvidó lo que le pasó a Vargas Llosa en la campaña de 1990 y que sea tan honesto? ¿Era oportuno que su mensaje ante el parlamento se centre en la reactivación económica y no en la lucha contra el Covid-19? ¿Era necesario que puntualice que su visión es pro minería, frente a un parlamento que buscaba la mínima excusa para censurarlo? Obviamente que la respuesta a todas esas preguntas es negativa: No olvidó la experiencia de Vargas Llosa, no era oportuno no hablar de la pandemia, no era necesario que se muestre como pro minero. ¿Por qué entonces, siguiendo a Maquiavelo, no administró la verdad y dijo lo que dijo y no lo que querían oír de él?

¿Cateriano desconocía los antecedentes y los intereses de todos los actores con los cuales conversó para preparar su presentación ante el parlamento? ¿Desconocía que la mayor parte del país aún lo recuerda por tener un carácter fuerte, muchas veces considerado intransigente y beligerante? ¿Desconocía acaso que Manuel Merino (actual presidente del Congreso) sueña emular al ex presidente Paniagua y ponerse la banda presidencial, previa vacancia de Vizcarra? Por supuesto que tampoco desconocía estos factores, es un viejo político que ha visto en su vida estas y otras miserias de la política, entonces ¿qué pasó?

La única respuesta probable también la encuentro en Maquiavelo: En menos de un mes que Cateriano Bellido estuvo como premier se dio cuenta de las terrible situación en la que se encuentra nuestro país: crisis de salubridad, desborde popular, descontento social, crisis económica, etc. Se dio cuenta de que, como diría Ollanta Humala: “una cosa es con guitarra y otra con cajón”. Se dio cuenta de que la situación era inmanejable, de que hiciese lo que hiciese, todos los reflectores estarían apuntando a él. El sería el directo responsable de los pocos activos y de los muchos pasivos de este último año de gobierno de Vizcarra.

Se percató de que era mejor dejar el barco, pero no podía darse el lujo de renunciar, no podía dejar que sus adversarios, la mafia aprofujimorista, lo viera como un pusilánime, como un cobarde. Al fin de cuentas Winston Churchill, a quien quiso emular, no renunció en plena segunda guerra mundial. De tal forma que, en la lógica Maquiaveliana, preparó todo para su censura y actuó hábilmente como un zorro.

No podía ser el león, fuerte y aplastante, simplemente porque no quería serlo.

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