El virus que desde el año pasado ha paralizado al mundo entero parece no dar tregua de ningún tipo. A la fecha a nivel nacional nos acercamos a los 400 mil contagiados y vamos por los 13 mil fallecidos. Nuestro sistema de salud ha colapsado; sin embargo, la política sigue su propio rumbo, tiene sus propias reglas que no conocen ni de covid ni de cuarentena. Quienes creían que la política solucionaba los problemas de la población deben estar muy decepcionados.
La semana pasada el presidente de la república firmó el decreto supremo que establece el cronograma de elecciones generales para el período 2021-2026. De esta manera, en una hábil jugada política, se adelantó a las intenciones del actual parlamento de quedarse por 5 años, cuando solo fueron elegidos hasta el 2021. Era un rumor en el legislativo el que varios congresistas iban a proponer alguna modificación para poder quedarse más tiempo del establecido, una especie de dictadura desde el legislativo.
La campaña electoral que se viene será única en su tipo en nuestro país, por varias características. La primera, los candidatos. Hasta la fecha, salvo las encuestas que se vienen difundiendo, los principales contendientes serían el ex primer ministro Salvador del Solar (quien impulsó la cuestión de confianza que devino en la disolución constitucional del parlamento en setiembre del 2019), el ex general y actual congresista Daniel Urresti (acusado de asesinato) y el ex arquero y actual alcalde de la Victoria George Forsyth (una figura joven pero sin mayor brillo político). ¿Dónde están Verónica Mendoza, Julio Guzmán, César Acuña, etc.? No es que extrañe su presencia política, ya que considero a los tres prescindibles en esta coyuntura. Pero es de extrañar que no haya alguna manifestación o declaración concreta respecto a su decisión de participar en las próximas elecciones. Ese silencio podría explicarse por la segunda característica que hace que esta campaña sea única: la coyuntura.
Los candidatos que deseen tentar la presidencia de la república deben de saber perfectamente el país que van a recibir: un Perú del bicentenario destruido, en quiebra económica y social, con un sistema de salud totalmente desbordado, con un sistema educativo insuficiente en cuanto a su cobertura, con las cifras económicas en rojo, etc. Muchos académicos coincidimos en afirma que que la situación socioeconómica que se viene una vez superada la pandemia solo ha tenido tres antecedentes históricos similares. El Perú del 2021 (asumiendo que para ese año ya se haya vencido al Covid-19) será casi igual al Perú posguerra de la independencia, posguerra de Pacífico o posprimer Alanismo. Así de cruda estará la situación. En ese contexto es válido preguntarse ¿quién estará en las condiciones de reconstruir al país? Desde mi humilde opinión, no veo a nadie con dichas condiciones; sin embargo, eso no evita que no haya quienes se crean “mesías” o “predestinados” a cumplir el rol de casi nadie quisiera asumir. Eso me lleva a la tercera característica de esta campaña electoral: el populismo.
Si los candidatos que se perfilan, según las encuestas, continúan con una seria intención de postularse, no me extrañaría que recurran a un populismo electoral no antes visto: promesas de todo tipo, desde bajar impuestos, subir salarios, construir un hospital en cada distrito, viviendas para todos, etc. Lo cual no está mal, en teoría; pero, sabemos muy bien que no vamos a estar en condiciones para cumplir eso. Bueno, los especialistas lo sabemos, los electores no; ahí es donde el populismo va a tener el mejor caldo de cultivo: gente desesperada por la situación pospandemia, ese es el electorado de esta campaña. Mi temor es que en ese contexto los candidatos que hasta ahora vemos van a sucumbir a ese populismo; y, ante las obvias razones por las cuales dichas promesas populistas no se podrán cumplir, el descontento y frustración de la población será mayor en el 2026, sino antes.
Finalmente, otra de las características de esta campaña sui generis serán los mecanismos de campaña y propaganda política. Dada la actual situación mundial, lo más probable es que las movilizaciones, marchas, mítines y demás formas tradicionales de marketing político den paso a los grupos en redes sociales, los webinars, las reuniones en zoom, etc., dejando de lado a un considerable número de ciudadanos que no tienen acceso a redes sociales y mucho menos a internet. Eso sin contar con las formas nada sanas de uso de redes sociales: fake news, vídeos virales, creaciones de imágenes, etc. El mundo del internet es el mundo de anonimato, de ahí que debemos esperar una campaña muy sucia, de hecho, más sucia que en otras elecciones.
Tanto después de la guerra de independencia como después de la guerra del Pacífico, nuestro país se vio sumido en una profunda crisis social, económica y política; los caudillos militares se peleaban y mataban por tener el poder. Después del primer Alanismo, tuvimos nuestro primer outsider (Alberto Fujimori) quien se quedó por 10 años en el poder. Los procesos políticos nos han demostrado que son cíclicos y que la historia se puede repetir. Estemos atentos.