SALTAMONTES Y CAMALEONES

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A pesar de los festejos por mi cumpleaños, el día de ayer pude observar en la edición impresa de El Comercio, un listado de cerca de 30 parlamentarios que tentarán a la reelección con partidos o alianzas políticas diferentes que los llevaron al Congreso hace 5 años.

Podemos ver, solo por poner el caso del partido de gobierno, que 9 parlamentarios que fueron elegidos por el nacionalismo en el 2011, se postularán nuevamente, pero con otro partido; una de ellas, Esther Saavedra, lo hará por la principal fuerza de oposición del actual régimen: Fuerza Popular (de Keiko Fujimori). Otro ejemplo paradigmático es el de los congresistas de Perú Posible: 6 congresitas chacanos postularan por otro partido, como Wuilliam Monterola, quien también intentará la reelección por Fuerza Popular, el partido de la hija del dictador que fue depuesto, entre otras causas, por la oposición del partido de Alejandro Toledo. ¿Qué significa esta nueva realidad a la que nos enfrentamos? ¿Son acaso los llamados “tránsfugas” que proliferaron durante el régimen Fujimontesinista?

Estos son los que llamo “saltamontes”, políticos que saltan, de partido en partido o de alianza en alianza, buscando aquel lugar que le asegure una mejor y mayor satisfacción de sus intereses políticos, entre ellos el más importante: llegar al poder. En ese sentido, no importa si ahora forman parte del partido que una vez combatieron o del cual fueron oposición parlamentaria. El objetivo ahora es mantenerse en el poder.

También pude ver el último sondeo electoral, en el que la figura que empieza a tomar presencia es la del “joven” Julio Guzmán. Precisamente, ayer en la noche dio una entrevista en la que fue bombardeado por preguntas, muchas de las cuales no pudo evadir y en otras se mostró su clara contradicción respecto a otras declaraciones brindadas en otros medios de comunicación, e incluso, contradicciones entre su discurso y lo que se encuentra escrito en su plan de gobierno. Con una sonrisa permanente y perturbante, Guzmán no supo explicar sus contradicciones y atino a responder “eso no es lo que yo he dicho”. En las otras tiendas electorales, la situación no es mejor: desde Keiko y su discurso de cambio generacional (con los mismos fujimoristas del autoritarismo de su padre), pasando por la unión Alan-Lourdes o (peor aún) Urresti-Villarán, hasta el ilegal e inmoral cambio de domicilio de Acuña y los intereses ocultos de PPK.

Estos son los que llamo “camaleones”, políticos que cambian el discurso dependiendo del contexto o del entrevistador que les toque. El Guzmán que declaró en un medio extranjero se contradice con el Guzmán de la entrevista de ayer. La Keiko en Harvard es distinta a la Keiko en Lima; la pregunta es ¿realmente es malo? ¿Acaso no pueden haber madurado sus ideas y propuestas y rectificarse? Claro, errar es de humanos, pero para quienes podrían dirigir los destinos de más de 30 millones de peruanos, una equivocación no tiene lugar, una ligereza se paga muy caro, en especial en la política práctica a la que intentan llegar.

Saltamontes y camaleones no son más que producto de un sistema desinstitucionalizado de partidos políticos, los mismos que no cuentan con una ideología y mucho menos con un programa claro de acciones. Lo que tenemos son personas aisladas que buscan, porque la ley así los obliga, algún “vientre de alquiler” que los haga nacer a la política.

Solos no pueden; en un sentido más maquiavélico que maquiaveliano, ambos, saltamones y camaleones, terminan siendo como esas arañas que una vez que nacen, matan a su madre,

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