Esta semana, nuevamente, el tema de abusos sexuales a menores de edad por parte de miembros de la Iglesia Católica se puso sobre el tapete como consecuencia de la publicación del libro “Mitad monjes, mitad soldados” (Planeta, 2015) de Pedro Salinas y Paola Ugaz. En mencionado documento se relatan las terribles situaciones por las que niños y adolescentes pasaron cuando formaron parte de Sodalicio de Vida Cristiana (SVC).
Los testimonios que se muestran en el libro no hacen más que generar indignación y repugnancia en cualquier persona que tenga algún sentido de ética y moral en su formación.
Las denuncias no son nuevas. Y mientras el fundador y líder histórico de mencionada organización eclesiástica (Luis Fernando Figari) disfruta de una retiro espiritual impuesto por el SVC como castigo por las acusaciones que sobre él pesan; varios niños, hoy jóvenes, sufren los traumas físicos y psicológicos a los cuales fueron sometidos, so pretexto de la perfección del alma y de lograr la cercanía a Dios.
La pregunta cae de madura: ¿Cómo es posible que una persona como Figari (y varios líderes más del SVC) lograron tamaña sumisión, al extremo de no privar a sus víctimas de su libertad, sino (como se relata en un testimonio) de “hacernos entregarle nuestra libertad y vida” a esos personajes? Desde la sociología, el autor clásico que nos puede ayudar a explicar esta situación es Max Weber.
El autor alemán entre otros importantes aportes, nos habla de la autoridad y cómo ésta se ejerce. Uno de los tipos de autoridad es la carismática. El carisma es, para Weber “la cualidad de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas o como enviados por Dios, o como ejemplo a seguir y, en consecuencia, como jefe y guía”. Los líderes carismáticos, como Figari, tienen la capacidad de imponerse a los demás y de lograr que los colectivos a su cargo, lleven a cabo comportamientos determinados. Si a esa situación sumamos que la Figura y poder de Figari se sustenta en el control religioso, tenemos la receta perfecta que garantiza total sumisión, control y dominio de la mente de sus discípulos y/o seguidores, quienes no cuestionan las decisiones y órdenes del líder, ya que hacerlo sería cuestionar al mismo Dios y estar condenados “al fuego eterno”.
Otro aspecto a mencionar es la nada coincidente selección de las víctimas del presunto abusador: jóvenes de clase alta, cuyas familias presentan ciertas fracturas (separaciones, divorcios, etc.). En la configuración mental de muchos peruanos el “qué dirán” sigue marcando pautas de comportamiento social. No es de extrañar que ninguna de las familias de los que en esos años eran niños salieran a denunciar los abusos; sino que recién, ahora que los niños son adultos, sean ellos mismos quienes (me imagino a pesar de la “vergüenza” que dicha exposición mediática genere en sus familias) salen a hacer pública su terrible situación. De la misma forma, los hijos de familias sólidas presentan pocas probabilidades de caer en esos engaños. Entonces Figari se encargó de seleccionar no solo niños de tez blanca y de simpáticos rasgos; sino que escogió niños de clase alta cuyas familias no correrían el riesgo de denunciar estos abusos, por evitar el escándalo; y escogió niños en cuyas familias (desintegradas) no encontrarían el apoyo, respaldo y entendimiento, a lo que dichos niños no tenían otra figura a la cual recurrir que no sea el propio abusador: Figari.
La presencia del SVC es muy fuerte en Arequipa. La Universidad Católica San Pablo fue fundada en 1997 y es regentada por el SVC institución “apostólica integrada por laicos y sacerdotes” y fundada por Figari. Preocupa, entonces, que una institución que forma parte del SVC y que también recibe la responsabilidad de formar jóvenes no se haya manifestado al respecto y que, al igual que el Arzobispo del Perú, pase por agua tibia tamañas acusaciones. Con la información que se ha ido publicando estos últimos días, acerca de la organización, objetivos y accionar del SVC, la hipótesis que plateé hace unos meses atrás empieza a cobrar sentido: el SVC aplica los mismos métodos tanto a los sodálites, como a los estudiantes de dicha universidad. Es por eso necesario un pronunciamiento institucional por parte de la UCSP, que deslinde con su fundador. ¿Qué padre confiaría a sus hijos a una universidad que pertenece a una organización cuyo fundador es acusado de abusos físicos, psicológicos y sexuales a menores de edad?
Finalmente, es importante mencionar que no todos los miembros del SVC tienen los antecedentes del fundador, y que seguramente hay personas buenas y bien intencionadas. Pero mientras no se haga un deslinde definitivo, se expulse a los acusados y se les entregue a la justicia, la sombra que hoy en día cubre al SVC será una cruz muy difícil de cargar. ¿Actuará el Papa Francisco? o ¿Pecará de omisión como sus predecesores Benedicto XVI y San Juan Pablo II?