Idiotez edil
pistas y veredas. Lo más gracioso o kafkiano del asunto es que la destrucción viene acompañada de enormes letreros que rezan Para que Arequipa no se detenga. Es decir, aquellos que llegarán, a nuestra ciudad para festejar su 468 años de fundación española (aproximadamente 70,000) encontrarán su centro histórico atravesado por zanjas, montículos de tierra, obras inacabadas, calles cerradas, etc. Obviamente esta situación presagia que los próximos días serán de un caos espantoso por la congestión vehicular, la afluencia de la gente, los desfiles y todo lo que suele ocurrir en las proximidades o en los días centrales a la fiesta arequipeña.
Si sabemos que todo eso ocurre en esta fecha, ¿podía el alcalde esperar unos días para empezar a romper pistar y veredas para abrir zanjas? El sentido común, y, creo, de todo el mundo, me dice que sí, pero por lo visto la cordura edil no se incluye en esa generalidad. Ahora, para ser justos, hay que reconocer que a ese grupo que denomino idiotez edil, no sólo pertenece nuestro alcalde. Este fin de semana estuve en Lima y en Miraflores; es decir, uno de los principales distritos capitalinos, su alcalde, Manuel Masías, no sólo ha roto pistas y veredas diestra y siniestra sino que las ha abandonado. Es decir, rompen una pista y luego los trabajadores se largan, cháu, adiós. Lo más sorprendente es que, incluso, eso ocurre en la entrada de (agárrense) un hospital.
Son estas situaciones las que nos conectan con nuestra verdadera situación de subdesarrollo; es decir, de nada vale que saquemos pecho por las cifras azuladas de nuestro crecimiento económico, si demostramos que en términos de gobernabilidad seguimos con cantidades de rojo incandescente. En países desarrollados jamás sucedería esto; es decir, que para remozar una calle o hacer una nueva conexión que implique abrir zanjas, se
tenga cerrar la calle, paralizar el tránsito y, en general, afectar el normal desenvolvimiento de la gente. En Europa, por ejemplo, hay ciudades museos donde uno puede conmoverse ante una histórica joya arquitectónica y por debajo, en verdaderas profundidades de treinta o cincuenta metros, circulan trenes subterráneos, restaurantes, complejos comerciales, etc. Aquí, en nuestra ciudad, un simple cambio de cañería, implica cerrar, destruir, bloquear; alterar la vida del ciudadano y, encima, hacerlo mal, como ocurrió hace unas semanas en plena Plaza de Armas.
Eso lo sabe el alcalde de Arequipa, quien por primera vez visitó el viejo continente a principios de año. Hemos conversado ampliamente de su experiencia en Paris y soy testigo de la fascinación que le causó la Ciudad Luz, por su mezcla de modernidad y tradición. Por eso es que regresó convencido que no hay ninguna contradicción entre modernidad- progreso y el mantenimiento histórico-cultural de una ciudad, y por eso decidió cerrar la calle Mercaderes e iniciar obras de remozamiento del centro histórico de la ciudad, pero parece que, en el fondo su mentalidad subdesarrollada le ganó.
He querido encontrar alguna lógica detrás de esta situación; es decir, a veces me niego a admitir que es una cuestión de idiotez pura por la que nuestras autoridades hacen lo que hacen. La expresión más elevada y
dramática de lo que estamos señalando la vemos en Pisco, ciudad que, a un año de su destrucción por el terremoto, ha avanzado poco o nada en su reconstrucción. Y esto sucede en medio de las ínfulas de un mandatario que saca pecho por “las grandes construcciones de su gobierno”. Es decir, idiotez pura.
¿Hay alguna lógica detrás de eso? Creo que sí y la respuesta es lamentable, pues pienso que eso que llamo idiotez edil o política, en realidad es la expresión del profundo desprecio que nos tienen los políticos y autoridades. Es decir, en el fondo saben que nosotros somos solo población, chusma, gentío. Saben que no somos ciudadanos; por tanto, no merecemos explicación, atención, consideración, respeto. Saben que si protestamos o nos indignamos, es por el momento, un simple chispazo, pues saben que olvidamos y pronto; y, lo más pavoroso, saben que terminamos premiando a la autoridad más inepta, a la más ladrona. Lo peor de todo, es que sospecho que tienen razón.