Avatar y Tía María

El paro indefinido que un sector de Cocachacra hará contra el proyecto minero de Tía María a partir de mañana 14 “será un éxito”, según los organizadores y otros que están de acuerdo con esa medida de protesta. Los indicadores que usan para medir tales lauros son la garantía que más de 10 000 pobladores tomarán el Puente Santa Rosa y, lo más importante, algunos muertitos producto de la inevitable violencia.

Curiosa la forma de medir hoy los resultados de una protesta social: tomas de carreteras (o de puentes), derramamiento de sangre y los titulares por parte de una prensa ávida por carnicerías. Lógico que esa fórmula funciona porque, por otro lado, tenemos a un gobierno que no sabe prevenir conflictos, y que sólo sabe atenderlos a destiempo y a punta de balazos.

Pero de todos los pronósticos y razones que he escuchado para medir el éxito del paro, el más exótico que he escuchado es aquel que dice que la población de Cocachacra estaría concientizada porque ha visto Avatar, la millonaria cinta de James Cameron. Es decir, lo que no han conseguido los líderes y organizaciones políticas, lo habría logrado esta película; o sea, concientizar tanto a la población que ésta, al igual que los Navis, estarían dispuestos a ofrendar sus vidas para combatir a la monstruosa transnacional (Southern) que desea arrebatarles y destruir su Pandora (Cocachacra).

Aunque suena bonito, la realidad está alejadísima de la fantasía de Cameron, pues, contrario a Pandora, Cocachacra no es el Edén habitada por los Navis, que son, según la cinta, un elemento secundario y absolutamente dependiente de ese paraíso virginal. Cocachacra es un distrito inmerso en la lógica del capitalismo y por tanto, integrado a los circuitos económicos, comerciales y hasta turísticos de la región.

Por otro lado, respecto a proyecto minero, Cocachacra no está amenazada por unos sicarios que son la fuerza militar de unos empresarios ambiciosos, que desean, a toda costa, apoderarse de sus riquezas. Southern no se asemeja en casi nada a los empresarios que nos presenta Cameron; es decir, unos patrones que, si bien cuentan con su fuerza bruta, trabajan paralelamente con científicos que investigan conjugando todas las ramas científicas, desde física, genética, sociología y hasta antropología. Por lo que sabemos, Southern no le consulta nada a las universidades locales y, de hacerlo, es posible que éstas no puedan absolver dichas consultas.

En lo único que puede asemejarse Southern con su símil de Avatar es en la avidez y nada más, pues en lo otro, en la investigación y acercamiento socioantropológico a la población, es absolutamente liliputiense. Cegada por la ambición y creyendo que aún están en el s. XVII o XVIII, esta empresa cree que con conceptos retrógrados, trapacerías y medias verdades puede emprender hoy sus acciones. Sin embargo, en la actualidad, las cosas no funcionan con esa lógica.

Hoy, a decir, de Sinesio López, hay una población con ciudadanía baja, pero ciudadanía al fin, que reclama ser, por lo menos escuchada y que hay que saber atender. Es cierto que detrás de la protesta se mueven otros intereses, pero si las cosas son claras y se actúa con responsabilidad social, a quien mayormente le corresponde saber negociar, con inteligencia, paciencia y tolerancia, es a la empresa minera. Por su parte, a los líderes y población de Cocachacra, lo que les corresponde es entender que su apuesta a la modernidad que reclaman, pasa por aceptar, mínimamente, la lógica del modelo global, pues, por el momento, no hay otra. Ahora, si insisten en identificarse con los Navis, entonces les toca conectarse con las entrañas de la naturaleza y dominar menstruos alados para conquistar los cielos y ser felices. ¿Será posible eso?