Ciudadanía y bicentenario
El rol de la ciudadanía rumbo al bicentenario, desde una óptica sociológica, fue el título del foro organizado por el Colegio de Sociólogos de Arequipa, y al que fui invitado a exponer, junto con otros miembros integrantes de ese gremio profesional, como Yaneth Fernández, Rusella Zapata, Walther Salas y Víctor Bazán. Cada uno abordó el tema desde su propia especialidad e interés académico; así, desfilaron reflexiones y posturas desde la pobreza, la historia, la ética y hasta la teoría de género, todas ellas interesantes y abonando a un concepto que, desde la sociología, sigue generando un riquísimo debate: ciudadanía.
Escarbando en la historia, podemos encontrar que la ciudadanía ya era un término que usaban los clásicos griegos para referirse a los habitantes pertenecientes a la “ciudad”, lo cual confería una cualidad o estatus, a la que podían acceder pequeños grupos sociales. Si bien en el mundo actual, es un concepto que se ha amplificado, no significa que ha dejado de ser considerado un estatus; es decir, la ciudadanía no se adquiere automáticamente, sino que es una condición que implica ser sujeto beneficiario de derechos; pero, asimismo, asumir que éstos están en proporción a nuestros deberes.
En los últimos años, el avance y complejización de las sociedades, ha ido generando varios tipos de ciudadanías, desde las más elemental, como la civil, hasta las más debatida como la ecológica o global. ¿Cuál de ellas es la que mejor se aplica en nuestro país?; es decir, cuando hablamos de ciudadanía en el Perú, cuál es la que nos corresponde, en qué nivel estamos?
Hace un poco más de una veintena de años, Sinesio López, publicó Ciudadanos reales e imaginarios: concepciones, desarrollo y mapas de la ciudadanía en el Perú, que yo sepa, el libro más completo sobre el tema aplicado a nuestra realidad, en donde el autor concluía que nuestro nivel de ciudadanía era reducido. La mejor manifestación de eso es que somos una sociedad proclive a exigir derechos, pero miramos al techo cuando se trata de asumir responsabilidades. ¿Luego de veintitantos años de esa investigación, ha variado ese nivel de ciudadanía? Sospecho que no; es más, temo que en la actual crisis, causada por la pandemia, agudizada por el descalabro económico y potenciada por el desmadre de nuestras mafias políticas, la ciudadanía corre el riesgo de convertirse en un concepto decorativo.
Para que eso no ocurra, quizá sea necesario replantear los mecanismos que permitan ejercer una ciudadanía más activa, con el fin de mantener y expandir nuestros derechos, pero también nuestras responsabilidades, los mismos que actúan fundamentalmente en el campo de la política y el Estado. Allí es donde aparecen nuestras debilidades, pues ambos campos (política y Estado), han sido copados por bribones o cacasenos que, parafraseando a Basadre, están empeñados en hacer del país un territorio de podridos, congelados e incendiarios.
Estando ad portas de nuestro bicentenario, quizá el rol de la sociología, sea la de encabezar la reflexión ciudadana que impida que nuestro país siga por la senda tragicómica en la que parece estar empeñada en transitar. Hace cien años, en medio de la celebración de nuestro centenario, existía similar preocupación e incertidumbre, dada las difíciles circunstancias en las que recibíamos nuestra primera centuria republicana (crisis económica y política, el trauma de la derrota con Chile, etc.); sin embargo, esa incertidumbre fue motivo de reflexiones y propuestas encabezadas por personajes notables como José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, entre otros, que no sólo pensaron o imaginaron sobre el tipo de país que podríamos ser, sino que protagonizaron movimientos políticos y sociales hacia su materialización. Cien años después; es decir, en nuestro bicentenario, esos prohombres han sido remplazados por ágrafos, ignaros, pícaros o mononeuronales.
Esa es nuestra situación, a doscientos años de nuestra independencia. Por eso, la tarea no es fácil, pero habría que empezar a acometerla para soñar, doscientos años después, que estamos dando los pasos iniciales para ser una verdadera república. Ojalá que la sociología peruana, y en especial la arequipeña, haga su pequeño aporte.