ELECCIONES AGUSTINAS, ENTRE PESTES Y OPORTUNIDADES
La universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), fue el primer centro de educación superior pública del Perú, que en pleno estado de emergencia y cuarentena sanitaria, decidió seguir brindando sus servicios de formación profesional a los cerca de treinta mil estudiantes de pregrado. Hace pocos días, su Escuela de Posgrado, realizó un proceso a tres mil estudiantes, y dentro de poco, dieciséis mil postulantes rendirán su examen de admisión para iniciar su carrera universitaria. Que la UNSA esté en pleno funcionamiento, todo bajo la modalidad virtual, le ha permitido, también, conectarse y ayudar a resolver las necesidades inmediatas que Arequipa tiene en esta emergencia: apoyo a hospitales y personal de la salud, fabricación de material sanitario, disposición de laboratorios, transporte; entrega de alimentos a alumnos necesitados, y un largo etc. Mientras tanto, la gran mayoría de universidades públicas del país, discuten sobre qué programa usar para sus clases remotas.
No sólo eso. La UNSA ha decidido, también, iniciar elecciones para cambiar autoridades en todos sus niveles, desde la Asamblea Universitaria, Consejos de Facultad, y hasta el rectorado. En ese escenario, comprensiblemente, la discusión es sobre el nuevo papel que debe asumir esta universidad, una de las cinco más importantes del país, según SUNEDU. Digo “nuevo papel” porque obviamente, no se puede hablar de un continuum en el actual escenario; es decir, si aceptamos la premisa que la crisis actual está configurando una nueva realidad (sociedad pospandemia, más pavorosa crisis económica); entonces, tenemos que aceptar que debe existir una nueva universidad; mínimamente, para el próximo lustro. En otras palabras, si desde el oficialismo (que ha hecho una excelente gestión) o la oposición, creen que, para el próximo quinquenio, van a continuar o retocar un “programa ya trazado”, están totalmente equivocados.
Cada vez, más universidades europeas y asiáticas han anunciado que empezarán a “normalizarse” a partir de setiembre del próximo año. Es muy probable que en nuestro país ocurra lo mismo; es decir, recién en el 2022, toda la comunidad agustina se reencontrará con su universidad. Es más, miles de nuevos estudiantes, recién la conocerá físicamente. Mientras tanto, en esta larga espera, hay que ir procesando y evaluando los traumas que viene ocasionando el trabajo remoto al que nos ha obligado el C19, porque, hay que reconocerlo, no todos saldremos bien librados. Los estudiantes, por ejemplo, quizá sea el grupo más afectado de esta disrupción, pues se enfrentan no sólo a nuevas fórmulas educativas, mayor exclusión si no cuenta con lo mínimo que demanda las TICs, sino a una total incertidumbre sobre lo que será su futuro inmediato; shock psicológico por el confinamiento, cargas financieras, corte a sus deseos de movilidad, permanencia (se calcula que el próximo año, 700,000 estudiantes abandonarán la universidad), y un largo etc.
El estamento profesoral también está siendo afectado, no sólo en lo técnico, sino también laboralmente, en especial los contratados; y, finalmente, no podemos obviar a los administrativos que también tienen que acondicionarse a nuevas formas de trabajo, o en el peor de los casos, a una gran inestabilidad por la crisis que se nos avecina.
Pero más allá de la atención que merecen estos estamentos, que bien podrían situarse en el plano administrativo, tejiendo medidas que debieran tener como eje, garantizar la salud de toda la comunidad universitaria, lo medular es diseñar las nuevas ofertas académicas. Si hay algo que nos viene enseñando la plaga que hoy azota al mundo, es la necesidad de contar con científicos con una visión holística; es decir, no sólo necesitamos para el futuro inmediato, de epidemiólogos, virólogos, químicos y biólogos, sino también de científicos sociales que dialoguen con un lenguaje lo más común posible, para enfrentar no sólo la plaga actual, sino las que están por venir debido a la crisis climática, o la constante amenaza de los desastres naturales que nos ronda permanentemente. Es más, ante la nueva realidad que se nos avecina, necesitamos también de profesionales que enfrenten temas de seguridad alimentaria, rediseño de ciudades, informatización del país, nueva matriz energética; gestión pública orientada a la salud y educación, etc. Todo ello atravesado por la solidaridad y compasión, que no solamente nos una, sino que podrían ser la semilla de la visión de país que aún nos es ajena.
Creemos que ese es el escenario y los nuevos retos que enfrentará la nueva gestión agustina, teniendo como marco el bicentenario nacional. Es decir, si aceptamos que toda crisis trae algo provechoso, entonces ésta es la oportunidad, no sólo para construir una universidad, sino también un país, en serio; y no los remedos o caricaturas que hoy tenemos.
Muy valiosa radiografía de la experiencia que se vive al tratar de mantener liderazgo aún en escenarios novedosos exigentes disruptivos.