Malls, para no ser leyenda

Vivo cerca de un Mall. Es más, prácticamente lo vi nacer, desde su concepción, hasta su inauguración (lo hizo un desaparecido presidente que, junto con el dueño la cadena internacional, lo calificaron como uno de los más bellos de Latinoamérica). Dicho Mall, se convirtió en el nuevo downtown de donde vivo, como lo han hecho todos los Malls que se han levantado desde el 2010 y que han reconfigurado, no sólo nuestra geografía, sino también nuestros hábitos. Por eso me animé a investigarlos y luego publicar un libro que titulé Arequipa en Mall. Hoy, esos castillos de concreto, convertidos en los nuevos espacios públicos y símbolos de desarrollo urbano, económico y social, son cementerios.

La aparición y posterior auge de los Malls en Arequipa, nace con este siglo, y respondió a los cambios ocurridos en nuestro país, básicamente en lo económico, y que permitió, incluso, que la nuestra sea vista como una de las ciudades más competitivas a nivel nacional e internacional; contribuyendo así, a transformar su vida económica, social y cultural. Quizá lo más distintivo de esa transformación, es la presencia de un nuevo ethos o arquetipo del arequipeño, que sepultaría al tradicional; es decir, la del chacarero, emprendedor, contestatario, “volcánico o revolucionario”, como romántica o ilusamente, gustan autodefinirse los “puros”. Hoy, los arequipeños se confiesan mestizos o andinos; más consumistas y ávidos de esparcimiento, servicios culturales, educativos y salud.

Los Malls arequipeños, al igual que en todo el mundo, rediseñaron la ciudad. Con sus luces de neón, marcas globales, seductora publicidad y ofertas, son los nuevos iconos del progreso. Si a eso le sumamos la limpieza, orden y seguridad, que no ofrece la sociedad tradicional,  entonces tenemos la fórmula perfecta para creer que los Malls son los nuevos castillos modernos, que explican su éxito y demanda de toda la población, la misma que se traducía en un incontenible crecimiento de estos gigantes, y que yo advertía que tendrían su final sólo si ocurriera una crisis en el suministro de servicios como agua, desagüe o luz, y, remotamente, una severa crisis económica. Jamás imaginé que esos castillos se derrumbarían por un virus.

Lo único que viene funcionando hoy en día en estos Malls, son tiendas tipo Metro o Tottus, bancos y farmacias. Los cientos de establecimientos restantes, que empleaban a cientos y miles de empleados, son sólo un recuerdo. Lo que antes era un bullicio de tropeles de gente, hoy es un canto de grillo.

¿Cuál es el futuro de esos gigantes de concreto? Totalmente incierto. Lo único certero, es que, al igual que la sociedad en su conjunto post Bicho19, los Malls ya no serán lo mismo; es más, tienden a desaparecer porque, en conjunto, estos centros comerciales, representaban simbólicamente, todo aquello que es considerado superfluo o inútil para cualquier sociedad; es decir, bienes y servicios respaldados en marcas que hoy, en medio de la crisis económica que está gestándose, pasa a tercer o cuarto plano de urgencia e importancia.

En un escenario como el que vivimos, donde la palabra de moda es “reinventarse”, quizá sean los Malls los abanderados para hacer esos cambios, no sólo para sobrevivir, sino también para recuperar la relevancia que tuvieron en nuestra ciudad. Obviamente, para ello, al momento de “reinventarse”, tendrán que reconocer a la población o clientela temerosa, angustiada y con los bolsillos fuertemente golpeados que tímidamente tentará esos lugares, cuando las garantías de salubridad así lo permitan. A la vez, tendrán que sintonizar con los nuevos deseos o posibilidades de esa gente. Es probable que los Malls abandonen por buen tiempo su función de espacio público, de encuentro y distracción que muy bien supo conquistar en las preferencias de la gente; o, en todo caso, reinterpretar las nuevas fórmulas de encuentro o diversión que la gente está descubriendo en esta etapa de confinamiento.

Hay que reconocer que detrás de los Malls, está el siempre inquieto espíritu empresarial, lo que garantizaría mayores posibilidades de “reinvención”. Caso contrario, lo único que veremos in situ es la recreación de la novela “El último hombre de la tierra”, más popularmente conocida por Will Smith, en su versión fílmica de “Soy leyenda”.

 

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