LA REPÚBLICA ME ENTREVISTA
Nunca es tarde, reza el dicho. Amparándome en esta sentencia, comparto una entrevista que me hiciera el diario La República en diciembre del año pasado en torno a mi nuevo libro Vida, pasión y…lentejas. Sin pretenderlo, veo que a medida que nos zambullimos en el actual año electoral, hay algunas cosas que allí se mencionan que siguen o cobran vigencia.
Hace ocho años, la minera Southern Perú intenta sacar adelante el proyecto minero Tía María en el valle de Tambo. Pero solo consiguió el rechazo de los pobladores y siete muertos. El caso fue analizado por el sociólogo José Luis Vargas en su libro Vida, pasión y lentejas. Política y otros demonios. En esta entrevista habla de ello.
¿Cómo analizó el conflicto Tía María en este libro?
Desde una variable que es poco tratada: la ideología. No creo que simplemente haya un asunto de protesta y de rechazo. Detrás se esconde un entramado ideológico, entendido desde un mundo de representaciones, las fantasías que la gente construye para mirar la realidad, interpretarla y guiar sus acciones.
¿Cuál fue la ideología que marcó a la población?
Políticamente, la zona tiene una historia que transita entre acciopopulismo y aprismo. Luego se produjo el quiebre ideológico contestatario. Veo influencias de varias tendencias: la socioecologista, la postextractivista entremezclada con una ideología humalista. Grandes protagonistas del conflicto son por un lado los dirigentes, que incluso fueron candidatos de Tierra y Libertad. Y por otro lado, los “espartambos” que son humalistas, es decir, profundamente antisistémicos.
¿Pero, los humalistas de Antauro, el hermano?
Los del padre (Isaac) del humalismo radical. Eso se entremezcló con el apoyo de la radio local y las redes sociales. Todo eso, desde mi punto de vista, son elementos que han ido cocinando este tipo de ideología contraria a la inversión, al extremo que nada de lo que se haga es bueno.
¿Y el proyecto Tía María tiene futuro?
Poco o nada se avanzó. El tema no se aborda desde la parte que yo propongo: la ideológica. El gobierno no hizo absolutamente nada. En segundo lugar, la empresa minera ha actuado con esa posición colonial que cree que imponiendo su inversión ya la cosa funciona y no hubo un trabajo de educación, información, de acercamiento (…).
¿Cómo podrían abordarlo desde lo ideológico?
Lo planteo en el libro. Es concebir la ideología en la forma cómo la población interpreta su propio mundo. Ahí se ha fallado, al desdeñar y no entender que los pobladores tienen una visión en torno a la vida en esa zona (…) Mientras esa visión continúe es bien difícil que ese proyecto prospere.
¿Cómo ve el papel del Gobierno Regional? Antes la gobernadora Yamila Osorio dijo que no iba a pedir dinero a Southern, pero recientemente recibió una donación.
El Gobierno Regional no es un actor principal. Se rescata la buena voluntad, los intentos, pero de nada sirven si no hay, como no hubo en la época de (Ollanta) Humala, una política decidida del actor principal que es el Gobierno Central (…) Este gobierno tampoco la tiene.
Pero la población, percibe como una traición de las autoridades ( tanto de Osorio como Alfredo Zegarra)
Es probable, pero en este escenario el Gobierno Regional cuenta muy poco. Constitucionalmente ni les corresponde.
En su momento, el alcalde provincial Alfredo Zegarra se “colgó” de ese conflicto y quiso actuar de mediador. Luego también recibió una donación de la empresa.
El tema surgió porque nos acercábamos a épocas electorales. Ahora el tema aflorará por los actores políticos de la zona. No me cabe la menor duda que los dirigentes contrarios al proyecto serán los próximos candidatos para las alcaldías y regidurías.
¿No perdieron legitimidad los dirigentes a raíz de lo ocurrido con Pepe Julio Gutiérrez con el pedido de lentejas?
La ideología es una representación imaginaria que construyen todas las sociedades. Esa visión usualmente es idílica, pero también tiene su lado perverso, que está ligado a que detrás de esas representaciones hay un manejo cínico. El mismo dirigente con esa ideología, en realidad no quiere que las cosas cambien, porque ya no va a tener cómo sostener su liderazgo. En caso concreto de Tía María, ese lado cínico se vio reflejado cuando detrás de todo este discurso idealista del “agua sí, mina no” se estaba pervirtiendo y negociando cínicamente por lentejas (dinero). Mientras Pepe Julio pervertía la realidad por unos dólares, teníamos líderes políticos que se levantaban todo el país.
¿Lo que está pasando ahora es un ejemplo?
Es lo que estamos viendo en este momento en el país. ¡Cómo es que aquellos que enarbolaron banderas de ética, decencia, anticorrupción, ahora están metidos en ello! Lo cínico, lo perverso es que ellos saben que era así. En el fondo todos estos políticos, que manejan el lado perverso de la ideología, son unos lentejeros. Son unos cínicos y creo que la población nuevamente se ha dado cuenta de eso.
En este contexto, ¿qué nos espera?
Es paradójico. Es decir, los grandes corruptores de los 90 ahora se erigen como los grandes moralistas (…) Ahora lamentablemente así se han dado las cosas.
¿Y qué repercusiones traerá la crisis política del país?
No es la primera vez que pasamos por una situación así. Ocurrió cuando se descubrió el lado perverso del gobierno fujimorista, envuelto en una ola de corrupción que los ahogaba absolutamente a todos. En medio de toda esa situación de desconfianza, de incredulidad, apareció una figura como la de Valentín Paniagua. Este tuvo la sagacidad, audacia y el tino de ordenar las cosas, construir un gobierno transitorio y convocar a elecciones. Ahora yo no veo eso. Lamentablemente todos están envueltos en la corrupción.
¿Cuánto le va a costar al país recuperarse del efecto Odebrecht?
Tras los 90 pasaron tres años para hacer un saneamiento, pero después tampoco aprendimos nada. El gobierno de Paniagua nos condujo a Alejandro Toledo. Así que viviremos unos dos o tres años de saneamiento, fantasearemos que vivimos un clima de ética, de justicia. La corrupción no es un mal de ahora. Quiroz en “Historia de la corrupción en el Perú” nos describe que este es un factor transversal de la historia del país, desde el virreinato.