Prevención de papel
Una de los descubrimientos que tuve estando a la cabeza de la Mesa de Concertación de Lucha Contra la Pobreza de Arequipa (MCLCP) es que nuestro Estado es una maquinaria perfecta…pero sólo en el papel. Todos los problemas que afectan al país, especialmente los ligados a la pobreza y sus secuelas, encontraban su solución en la maquinaria del Estado: desnutrición infantil, bajo rendimiento escolar, anemia, hasta los desastres naturales ya están pensados y solucionados por nuestro Estado, pero sólo en el papel, en las normas e intenciones. Como lo venimos comprobando, la realidad es más dura que los deseos y todos terminamos sufriendo, perdiéndolo todo y maldiciendo al Estado creyendo que ni siquiera existe.
Por ejemplo, frente a la situación dantesca que estamos viviendo, especialmente en el norte peruano, culpamos al Estado por su falta de previsión; sin embargo, desde el 2010 la Gestión de Riesgo de Desastres es política Estatal sustentada en el Acuerdo Nacional y desde el 2012 es de obligatoria aplicación por parte de nuestras autoridades locales y regionales. Esta política nació porque históricamente sabemos de lo vulnerable que es nuestro territorio frente al lenguaje de la naturaleza. Por ejemplo, están los trabajos del experto internacional Julio Kuroiwa quien ha elaborado un mapa de zonas vulnerables en el país. A él se suma, las investigaciones que tiene Pedro Farradas con Soluciones Prácticas, organismo que trabaja el tema y propone medidas, justamente combinando ciencia con saberes populares. Si no queremos escuchar lo que nuestros investigadores vienen advirtiendo sobre el tema, entonces atendamos a las Naciones Unidas que a través de su Programa Ambiental viene señalando que desde el 2012 nuestro continente padece los mayores efectos de los desastres naturales a nivel mundial.
El hecho es que la previsión frente a los desastres sí está en la maquinaria estatal con una política que, lamentablemente, no se cumple, se quedó en el tintero como muchas otras. Justamente desde la MCLCP, recuerdo que tuvimos el encargo de promoverla entre las autoridades locales y regionales para implementarla a través de foros y otros espacios de concertación. Obviamente, los principales ausentes eran las propias autoridades. Ni siquiera les atraía el tema por el lado de los incentivos que recibirían sus gestiones de aplicar dicha política.
Ante la inacción o desidia de las propias autoridades, es obvio que la población también actúe de la misma manera. Si a ello le sumamos la trasversal variable de la corrupción que explica en mucho el por qué se permite construcciones y habilitaciones urbanas en zonas inadecuadas, entonces el problema se agranda.
Lo que viene ocurriéndole a nuestro país, es una nueva oportunidad para que, más que aprender, de lo que se trata es desempolvar estudios, proyectos y políticas que como el caso de Gestión de Riesgos ya existen. No se trata pues de inventar nada y menos pasar años en diagnosticar y planear. De lo que se trata es tomar la decisión firme de poner en marcha dichas políticas ya aprobadas e incluso presupuestadas. A menos que la desidia y las uñas largas vuelvan a ganarnos.