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Con buen pie empezó el año académico de hoy en la UNSA, por lo menos en lo que a mi concierne, pues al ritual encuentro de colegas a quienes no veía desde enero, estampar la firma en el parte asistencial, verificar horarios y asistir raudo a la ceremonia inaugural, se sumó el encuentro casual con Carlos Rivera quien inmediatamente me entregó dos obras con las que colaboré: Arequipa y el escribidor, homenaje a Mario Vargas Llosa y Henry Pease García, la justicia de las ideas. Esos dos libros iluminaron mi sombrío día.
El primer título, Arequipa y el escribidor, homenaje a Mario Vargas Llosa, va en su tercera edición y debo confesar que cada una ha ido mejorando de manera impecable. Esta última ha sido auspiciada por el Gobierno Regional de Arequipa con el objeto de sumarse a la colección Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, convirtiéndose, a la vez, en una excelente muestra del empeño y cuidado que el Gobierno Regional le dedica a esta Biblioteca que viene alimentándose con los libros que el propio Vargas Llosa está donando a su ciudad natal. Así, esta edición ha aumentado en número de autores, cerca de treinta; secciones, siete; páginas, más de trescientas; fotografías y muchísimo color. En realidad, Carlos Rivera ha logrado hacer de éste un libro objeto, de vitrina, donde participo con una semblanza de cómo mi acercamiento y apego a la obra vargallosiana ha enriquecido mi formación sociológica.
El otro título que también sale bajo el sello editorial de Rivera, hoy llamado Francisco Mostajo, es Henry Pease García, la justicia de las ideas. El libro es, en esencia, la reunión de un puñado de gente que conoció, vivió y compartió con este notable académico y político, tanto de nuestra ciudad como de Lima, específicamente colegas y alumnos de la PUCP, como es el caso de Mario Berríos Espezúa, verdadero impulsor de esta obra con el que homenajea, con justicia e ideas, al maestro, y al que me sumo con el ensayo Los años de la langosta.