23 años

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Luego de 23 años, institucionalmente nuestro país cuenta con las mismas características que animaron el autogolpe fujimorista, un 5 de abril como hoy. Es decir, 23 años después, seguimos con organizaciones políticas endebles, y mayoritariamente copadas por mafiosos o delincuentes que han descubierto que éstas son el mejor refugio para ocultar sus fechorías; con una población que se resiste a optar el grado de ciudadanía para seguir siendo clientes  o siervos en espera de las dádivas de aquel a quien vendieron su voto; con un electorado que termina eligiendo al mal menor sin importar que las opciones oscilen entre el aventurerismo y/o la tradición autoritaria y violatoria a los ddhh.

Luego de 23 años, seguimos con un Congreso atravesado por la  medianía o incompetencia en la función legislativa, pero campeón en escándalos y trapacerías. 23 años después, nuestro propio mandatario da señales que no le importa cerrar el Congreso por pura piconería y, de paso, ocultar la sombra de corrupción que ya cubre su gobierno.

23 años después del autogolpe, poco o nada hemos aprendido y nuestra democracia sigue lánguida y enfermiza, mientras que el fujimorismo, robustecido, festeja.

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