Arqueo anual

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Ya se me está haciendo costumbre que, tanto dentro como fuera de Arequipa, algunos medios me soliciten hacer un arqueo del año que finaliza. Debo confesar que para responder al pedido me valgo de la revisión de esta, mi propia página, puesto que, al fin y al cabo, aquí comento los hechos que más impacto tienen en mí, tarea voluntaria que hago semanal o quincenalmente. Así que, usando ese recurso, aquí va mi recuento del 2014.

Como todo año, internacionalmente, el 2014 ha tenido de todo: violencia, desgracias, tristezas, alegrías y hasta nuevos santos. De ese paquete tradicional de sucesos, destacan el mundial futbolero, las partidas de Gabo y Cerati y, como regalo de despedida, los inicios del restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. En casa; es decir, en nuestro país, un suceso internacional marcó el  inicio del 2014, pues resolvimos, por fin, los límites marítimos con nuestro vecino sureño.

 Luego de ese logro, poco o nada hay que destacar del año que se fue, pues todo el 2014 estuvo marcado por el desgobierno e inestabilidad política, desde la solicitud de vacancia al mismísimo Ollanta hasta los tres gabinetes que desfilaron debido a la injerencia hostigante de la esposa del presidente.  También políticamente, lo más destacable del año pasado fueron las elecciones regionales y locales que volvieron a recordarnos que poco o nada hemos hecho para resolver la profunda descomposición institucional que tenemos, pues no sólo participamos de un proceso electoral circense, sino que en muchas partes del país, empezando por la mismísima capital, terminamos eligiendo como alcaldes y/o presidentes regionales a prontuariados, facinerosos y demás hierbas del campo. Es decir, una muestra más que la política en nuestro país ha sido tomada por bandoleros y su socio más peligroso: el narcotráfico.

 Esta asociación (delincuencia y narcotráfico) nos hace recordar un par de sucesos que marcan no sólo el 2014, sino toda la gestión humalista; es decir, el avance de la inseguridad ciudadana y la corrupción que ya roza a la mismísima pareja presidencial.  La ola de violencia social fue abordada por el gobierno psíquica y humorísticamente, pues todo lo redujo al concepto de “percepciones”, a la actuación bufonesca del ministro del Interior Daniel Urresti  que hoy se perfila como el candidato presidencial del oficialismo, digno heredero del ollantismo. La otra ola, la de la corrupción, ha sido protagonizada por grandes figuras políticas, desde presidentes regionales, hasta amiguísimos de Ollanta como Martín Belaúnde Lossio que demuestra una vez más, que aquellos que se llenan la boca de moralistas y salvadores, terminan siendo  los peores.

 En el plano local, el 2014 lo cerramos con nuevas autoridades, siendo lo más destacable la elección de Yamila Osorio como Presidenta Regional. Aunque ha salido de las canteras guillenistas, su tarea será demostrar que marcará una nueva etapa, con una nueva visión y estrategia que supere el estilo caudillista que marcó la política local de los últimos lustros y así responder a las urgentes necesidades de la región. No sólo Arequipa, estoy seguro que el Perú le agradecerá a Osorio si hace eso; es decir, encarnar la transformación urgente que necesita nuestra política. La fortaleza de su campaña fue su juventud, la misma que hoy sale a las calles protestando contra la llamada ley pulpin, que en el fondo es un pretexto, pues lo real es que esa protesta es contra el descredito de este gobierno que ayudó, al igual que Fujimori, a profundizar nuestra crisis institucional.  Aunque no lo quiera, esa es la gran chamba de Osorio y por eso los reflectores estarán sobre ella. Ojalá sea para irradiar y no generar más sombras de las que ya hay.

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