Nuestra propaganda electoral
Es una relación directamente proporcional: a mayor cercanía del día de la votación, mayor agitación electoral. Lo vemos cada día que pasa: más cartelones, bambalinas, spots radiales, televisivos, volantes, lapiceros, fósforos, redes sociales y todo lo que pueda imaginarse para captar la atención del votante. Sin embargo, ¿todo este despliegue atraerá nuestra atención, nos terminará de convencer o simplemente nos está llevando al hastío?
En calles paredes, pistas, radio, tv e Internet hay de todo, a nivel de propaganda electoral, pero lo que prima es el mal gusto, las fotos huachafamente retocadas, los mensajes intrascendentes y muchas veces ridículos. Frases como “Te amamos”, “Porqué lo pediste”, “Tengamos fe”, “Los planes se debaten”, etc. no dicen nada o, en todo caso, sólo quieren apelar al lado emotivo e irracional del potencial votante. Si bien eso es importante, lo es mucho más poder sintetizar en una frase el objetivo primordial de un programa de gobierno. De eso poco existe.
Creo que los únicos que vienen cumpliendo esa tarea son las agrupaciones de Carlos Leyton y Javier Ismodes, pues han desplegado una campaña basada en propuestas sostenidas por el conocimiento de la problemática regional. Es decir, hasta el momento, son los únicos candidatos que vienen demostrando con datos precisos, bien enfocados, no sólo el problema sino también su solución, según el esquema propositivo que cada uno maneja. Otra cualidad de esa campaña es demostrar que ante tanto candidato plagiario y necio, ellos sí tienen el conocimiento o, por lo menos, la información básica.
Para los que reclamamos que las elecciones deben girar en torno a los debates de ideas, planes y proyectos acerca de nuestro desarrollo regional, podemos sentirnos satisfechos con estos dos candidatos y, de paso, evitar contagiarnos de la depresión que ocasiona ver a tanto pícaro tentando el poder. Sin embargo, también hay que preguntarse si esa imagen de pedagogos y técnico-profesionales que quieren proyectar estos candidatos será suficiente para lograr convencer a nuestro electorado. Cuando recorro algunas provincias y distritos locales, observo que los votantes, más que propuestas están a la espera que el candidato les regale el gorro o, por lo menos, el fosforito o lapicerito, constato que aún hay mucho que trabajar en términos de institucionalidad y reniego del día en que los partidos políticos decidieron tirar la toalla para convertirse en meros grupetes electorales.