Del Estado nacionalista al ramplón: la regresión del humalismo
Si hay algo que agradecerle a la administración humalista, es darnos a los interesados en el estudio del Estado peruano, una nueva categoría de análisis: la ramplonería. Así es, del retorcido concepto de Estado Nacionalista, el mandatario luego nos aclaró que lo suyo era construir un Estado Atlético. Sin embargo, los últimos acontecimientos regados de escándalo en torno a sus coqueteos con la inacabable cultura montesinista, nos muestran a un Estado Ramplón, que el mandatario ha querido titular románticamente de Estado Familiar.
Todos recordamos cuando en plena carrera presidencial, Humala y su equipo de gobierno se preocuparon en mostrarnos una categoría que parecía escarbada en la oscuridad de los tiempos: el nacionalismo. Con este viejo ismo prometieron transformar el llamado Estado Neoliberal hacia uno Nacionalista que garantizaría, entre otras perlas, la renovación de la política, la implementación de la ENAM (Economía Nacional de Mercado), la erradicación de la corrupción, la nacionalización de las actividades estratégicas, plena seguridad ciudadana y un largo etcétera.
Todos sabemos que el sentido común o un sencillo encuadre con la realidad, hizo que ese programa se archivara para reemplazarlo por otro con el cual logró el gobierno en segunda vuelta electoral. Por lo visto, ese nuevo plan vino acompañado con otro objetivo en relación a la transformación del Estado. La pareja presidencial la llamó el Estado Atlético; es decir, un Estado que dada su agilidad y buen ánimo sí se interesaba en llegar a los rincones más excluidos del país, lo contrario al Estado Panzón del gobierno anterior; es decir, un Estado obeso y flatulento debido a su centralismo.
El cambio de conceptos del Nacionalismo al Atletismo ya era un postre para el análisis de las rápidas teorías que siempre nos presenta nuestra realidad para entender al Estado y básicamente para desentrañar su siempre difícil relación con la sociedad peruana. Sin embargo, ahora el humalismo nos regala una categoría más: el Estado Ramplón, es decir, un Estado chabacano, vulgar, que no tiene ninguna orientación y que ha hecho de la urgencia, inmediatismo e improvisación su principal característica.
A esa conclusión nos conduce el terremoto político que ha causado el caso de López Meneses, un incondicional del fujimontesinismo que, por todo lo revelado, sigue actuando mejor que nunca en pleno gobierno humalista. Ver como los altos mandos ligados al tema juegan al Gran Bonetón, o escuchar al Ministro de la cartera decir que no sabía nada, o al mismísimo presidente de la república basurear sin aclarar nada, pero confundiendo más al país con el concepto del Gobierno Familiar, todo eso afirma la perspectiva que estamos frente a un accidentado gobierno que sin saber qué hacer desde que inició su mandato, nos conduce hacia la construcción de un Estado cada vez más inoperante, descuidado, pedestre y burdo; es decir, ramplonería en extremo. ¿Soluciones a la vista? Por el momento, nada de nada.
Nuestro presidente quien no precisamente es popular por su cultura prudencia o elegancia indicó que el Estado tradicional no permitió el progreso de toda su familia porque el estado era obeso y refiere que su gobierno es “Atlético” y que no tiene pereza de subir al cerro; cabe mencionar que a pesar de sus afirmaciones poco o nada se ha visto de progreso real para el Perú por ejemplo, los ministerios y la mayoría de entidades públicas están muy lejos de alcanzar niveles óptimos de gasto calidad en el servicio o efectividad y este Estado que es supuestamente “atlético” todavía no puede mejorar la lentitud e incapacidad imperante.
Al respecto cabe mencionar a los particulares que también han sido alcanzados por este gobierno “ágil y dinámico” teniendo que en la actualidad tampoco se ha hecho por la promoción de la inversión privada, por ejemplo, Proinversión no hace las cosas más rápido, tampoco se ha resuelto el problema de Conga, y menos el problema de Tía María que tanto anhelamos los arequipeños.
En conclusión, considero que de alguna manera es buena la idea que se tiene de trabajar por agilizar y dinamizar las actuaciones del estado, sin embargo ello no debe de quedar en unas simples palabras llenas de ironía porque lo que necesitamos los peruanos son resultados; lo único que si ha conseguido el presidente con estas afirmaciones fue la respuesta del anterior mandatario quien le dijo que la “pancita” se baja con ejercicio y dieta pero que la falta de cerebro no se cura con nada.