Un Panamericano de guatas
Un curso obligatorio que estaba incorporado en mi formación básica regular, fue Educación Física. No me acuerdo el horario, pero eran dos días a la semana y lo que sí recuerdo es que, bajo la batuta o dirección de un profesor especializado, hacíamos atletismo, natación, fútbol, básquet, etc. Recuerdo, incluso, que había una especie de olimpiadas nacionales en la que participaban todos los colegios, olimpiadas a las que yo, obviamente, sólo iba a hacer barra, pues en educación física jamás destaqué.
Ya en la universidad, la materia de educación física también estaba incorporada en mi paquete de cursos de manera obligatoria. Recuerdo que iba con entusiasmo a él, no por los ejercicios, sino para ver y gozar mejor de las redondeces o turgencias de nuestras amiguitas de salón. Creo que el curso estuvo uno o dos años, pero luego desapareció y no volvió a darse más. Estando mis hijos en el colegio, también me enteré que ese curso desapareció del menú de la educación básica regular.
Tomando conocimiento de ese simple hecho, uno puede entender por qué no destacamos en las disciplinas deportivas; es decir, hemos ido matando sistemáticamente una cultura deportiva que debe ser impulsada por el Estado para, entre otros fines, ir construyendo un espíritu nacional triunfador.
Toco este tema, con mis recuerdos de antemano, porque a nuestro país le toca organizar en el 2019, los Juegos Panamericanos. Más allá de la alegría que ha causado la designación, también debemos ver el reto con preocupación, pues son 6 años en los que debemos saltar con garrocha una serie de deficiencias para llegar a dicho evento no sólo como grandes organizadores presentando “la mejor cocina del mundo” (argumento fuerte en la sustentación de la postulación), sino también haciendo un papel decoroso en lo olímpico. Eso significa, por ejemplo, restablecer una política educativa que incorpore la educación física, impulsar las olimpiadas estudiantiles o universitarias, todo ello acompañado con la infraestructura adecuada y, principalmente con el presupuesto pertinente.
De no ocurrir nada de eso, llegaremos al 2019 y presentaremos al mundo una buena organización de los Juegos Panamericanos, pero sin medalla dorada que se luzca en ningún pecho atlético peruano, pero sí guatas relucientes de tanto pollo y papa frita. ¿Eso es lo que queremos? Ojalá que no.