Dialogo…de sordos
Mañana se inicia el famoso “dialogo” impulsado inapetentemente por el gobierno y al que han sido invitados algunas de las principales fuerzas políticas del país. El objetivo del dialogo, dice el desanimado convocante, es para afinar las estrategias y visiones a seguir para garantizar nuestro desarrollo, mucho más cuando el propio gobierno, el convocante, ha salido a decir que nos llegó el período de las “vacas flacas”.
Creo que aquí hay dos problemas conceptuales o de enfoque que me pensar que el bendito “diálogo”, no es otra cosa que un acto o entretenimiento de esos que nos tienen acostumbrados nuestra mediana clase política. El primero es sobre el concepto de diálogo, pues pensando habermasianamente, éste es un medio para llegar al consenso; es decir, ese acuerdo que nace luego encontrar la validez o verdad que nace de la argumentación, no de la fuerza o el poder. Habermas, el máximo representante de la segunda generación de la Escuela crítica de Frankfurt, plantea como condición mínima para dicho consenso que los hablantes sean veraces en sus proposiciones; y aquí viene el primer problema, pues creo que ni los interlocutores y ni el propio gobierno pasan por esa condición.
El segundo punto tiene que ver con la agenda del “diálogo”, pues se ha dicho que son tres los puntos o estrategias sobre la que hay que dialogar para lograr el consenso: economía, seguridad y educación. Pareciera que todos los “dialogantes”, se olvidan que hace más de diez años existen no sólo tres, sino una treintena de compromisos o política de Estado que están contempladas en el Acuerdo Nacional, y del cual, incluso, existe un Plan Bicentenario que son los grandes objetivos que debemos alcanzar para el 2021. Ese menú de compromisos, hay que recordarselo a nuestros dialogantes y especialmente al gobienro, gira en torno a cuatro grandes ejes: democracia y estado de derecho, equidad y justicia social, competitividad del país y Estado eficiente, transparente y descentralizado. Es decir, no hay nada nuevo. El “diálogo” no descubrirá nada o, en todo caso lo único que devela es un mero cálculo político o gran ignorancia por dejar de lado un proceso importantísimo que empezó hace una década.
Finalmente, se supone que el Acuerdo Nacional es el gran marco que debiera guiar las acciones no sólo del gobierno, sino del parlamento. Y es justamente allí, por su importancia, que el parlamento o congreso termina convirtiéndose en el espacio público por excelencia para ejercer, como diría Habermas, ese dialogo argumentativo que debiera conducirnos al consenso. Es decir, si ya existe el Congreso, donde está representado todo el Perú a través de sus diversas fuerzas políticas, no existe razón para que el gobierno esté empujando este dialogo que, por lo dicho anteriormente, termina siendo elitista; es decir, nada representativo.
Así que, a no ilusionarse con lo que se inicia mañana. En el mejor de los casos, será la cortina de humo para distraernos de las semanas de agitación social que se nos vienen.