Hay Papa, ¿qué Papa?

La iglesia católica, que sigue siendo mayoritaria en el mundo, parece estar de fiesta luego de resolver su crisis institucional producida por la dimisión de Benedicto XVI,  tras haber elegido a Francisco, el nombre del nuevo papado que ha adoptado Jorge Bergoglio, cardenal argentino que se convierte así, en el primer Papa jesuita, y como si fuera poco, latinoamericano.

Al unísono, ni bien se anunció su elección, las redes sociales empezaron a bombardear, tanto con saludos y felicitaciones, como también con maldiciones, pues así como a Bergoglio se le recuerda por su humildad, de apego a las reivindicaciones con los pobres y su enfrentamiento con el clan Kirchner,  igualmente hay otros que le desempolvaron su posición homofóbica, reaccionaria y de compadrazgo con las últimas dictaduras argentinas, situación que no debiera sorprendernos, muchos más en países como el nuestro, donde la iglesia es un poder fáctico y, por tanto, de mucha influencia en la política y los gobiernos de turno.

 Justamente de ese poder se desprende la gran tarea que le toca asumir al Papa Francisco; es decir, saber igualar o combinar tanto el poder político con el de su propia tarea misionera, pues ya se está convirtiendo en un lastre para el catolicismo que por un lado demuestre mucha influencia en los gobiernos, pero internamente, en su propia iglesia, hay desmadres incontrolables matizados con escándalos de todo tipo. Eso, definitivamente, viene perjudicando seriamente su imagen,  incentivando así a secularización o engrosando las filas de otras iglesias que cada día ganan terreno, en desmedro del catolicismo.

 Frenar la descristianización, unificar su propia iglesia consolidando a sus seguidores evitando  su alejamiento o separación,  y tendiendo puentes con otras religiones que cada día se fortalecen más, esas parecen ser las grandes tareas del Papa argentino. ¿Podrá hacerlo? Los católicos dicen que la oración tiene una fuerza  insuperable. Sería bueno que empiecen a   rezar.