La ‘entrada’ de Arequipa

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Después de tiempo he llegado e ingresado a la ciudad de Arequipa usando la Panamericana Sur, mayoritariamente la más empleada por quienes hacen de Arequipa su lugar de trabajo, estudio o de destino turístico. Después de tiempo he descubierto que ese ingreso es frustrante y vergonzoso. Explicaré porqué.

Ingresar a la provincia de Arequipa y pasar raudo por los bellos distritos de Santa Rita de Siguas, Vitor y La Joya, nos trasladas a la imagen idílica de Arequipa; es decir, la ciudad poética y levantisca, rodeada de su campiña y atravesada por el Chili. Hasta el distrito de La Joya uno aún puede encontrarse con esa verdosa campiña, pero también con pronunciadas señales que esa zona va creciendo aceleradamente por el capital comercial.

Uchumayo, y principalmente su peaje, nos anuncia que ingresamos a la gran ciudad a través de una pista que surca unas tajadas de queso colorado, que aún nos mantiene con la imagen idílica de Arequipa. El problema empieza en la zona conocida como la Variante de Uchumayo, lugar que concentra una frenética actividad de todo tipo: comerciantes, ambulantes, mecánicos, carpinteros, ferreteros, y, lo más notorio, puteríos.

El problema es que tan furiosa actividad impide el paso normal de los carros que, además, tienen que lidiar con pistas destrozadas, haciendo que el tránsito sea lento, desagradable y apestoso, por todo lo que uno ve y huele, mucho más cuando son las cuatro de la tarde y el sol parece calcinar el techo de los carros o buses. Lo paradójico, y casi como una burla para el que arriba a Arequipa, hay allí, junto a un arco que anuncia el ingreso a Pampa de Camarones, un obelisco con la leyenda: “Bienvenido a Arequipa”.

Luego vendrá el ingreso a través de una pista estropeada que nos conduce de frente al famoso “Terminal”. Allí hay otra historia que contaré después. Sólo quiero concentrarme hoy en ese bendito ingreso a la que se supone que es la ciudad más importante después de Lima. Como digo arriba, un ingreso vergonzoso ya que está lleno de destrozos, fealdad, desorden, suciedad y puterío. ¿Quién es el responsable de todo eso? Como siempre, los de siempre; es decir, nuestras autoridades, desde los gobiernos regionales, hasta los provinciales y distritales. De los regionales, la culpa recae en Daniel Vera Ballón que estafó a la ciudad con ese ingreso que es un monumento a la improvisación y malgasto, pero que él exhibe con orgullo frente a la inútil actitud “planificadora” de su sucesor Guillén Benavides. La autoridad provincial y distrital, por lo visto, parecen esconderse en el argumento que esa obra no es de su competencia, pero algo podrían hacer, por ejemplo, en reubicar a todo el puterío allí existente.

Aunque pensándolo bien, ese ingreso a la ciudad de Arequipa, puede ser la fiel expresión de lo que ha dejado de ser y lo que actualmente es la ciudad; es decir, una ciudad que ha transitado casi sin darnos cuenta, del azulado cielo, verdosa y poética campiña, de gente culta, justa y señorial , a una ciudad que ha sido invadida y copada por la cultura del smog, la suciedad, improvisación, fealdad, desorden y puterío; o sea, características que armonizan y describen perfectamente a muchas de sus actuales autoridades, fiel reflejo de lo que es hoy Arequipa.

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