El sí y el no a la minería

Paradojas de un país tan disímil como el nuestro: mientras que Cajamarca festeja jubilosa y orgiásticamente la suspensión temporal del proyecto minero Conga, en Arequipa, también festiva y orgiásticamente, hemos empezado a festejar el retorno de la Convención Minera. Es decir, el norte del país festeja por el NO A LA MINERIA y el sur festeja por el SI A LA MINERIA.

De ambas reacciones y festejos respecto a la presencia o no de la minería en sus regiones, la de Arequipa me parece más auténtica, pues es el reconocimiento de la importancia que tiene esa actividad en la economía regional, y de todo lo que ella genera, incluso para sus eventos o encuentros llenos de placer y de relaciones públicas que son en el fondo sus Convenciones. Recordemos que cuando la institución que organiza ese evento, anunció que ya no la realizaría en nuestra ciudad, no hubo autoridad que no dejara de lamentar plañideramente dicha decisión.
Ahora que ya se anunció que la Convención Minera regresa a Arequipa, el jubilo en nuestras autoridades se ha desbordado y no han faltado, uno que otro franelero periodista, que no ha escatimado en decir que “gracias a sus gestiones eso se la logrado”. Esperable reacción de los oportunistas de siempre.
Sin embargo, creo que deberíamos controlar tanta alegría, pues el asunto no es tan fácil, ya que la nueva edición de la Convención se realizaría en el Campo Ferial Cerro Juli para lo cual los mineros han pedido que se acondicione el recinto para albergar a los más de 10,000 inscritos que tendría dicha reunión, y también se habilite la accesibilidad a la zona, ya que, como sabemos, es casi infernal. Como era de esperarse, nuestras autoridades, principalmente la provincial, han salido a decir que eso se hará inmediatamente. Es más ha dicho que el municipio participará de los 2.5 millones de dólares de inversión que allí se necesitan.
Y allí es donde viene el problema, pues si en ese proyecto estará la Provincial, lo más probable es que los mineros terminen nuevamente desistiendo de realizar su convención en Arequipa, pues ya sabemos con qué estilo y filosofía trabaja nuestro burgomaestre: improvisación, chichería y patanería. Mi humilde sugerencia a los del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú es que reconsideren tener como socio a la alcaldía, que se limiten a considerarla para los necesarios trámites oficiales, pero nada más, pues si Zegarra y planificadores participan de ese proyecto, que no nos llame la atención si en el reacondicionamiento y habilitación de Cerro Juli terminamos teniendo floripondios y cisnes rosados como emblemas de “buen gusto y modernidad”.
Pero con todo, como lo señalo arriba, la actitud festiva de los arequipeños respecto a la presencia de los mineros en nuestra ciudad, me parece más sincera. No siento lo mismo respecto a la actitud festiva de los cajamarquinos por la NO presencia de los mineros. Creo que esa actitud será temporal hasta que Santos y sus seguidores negocien con algunas de ellas por acciones o regalías de otro tipo, o hasta cuándo la bandera antiminera se les agote en su real objetivo que es catapultarse como protagonistas políticos para las siguientes elecciones. En ese momento el jolgorio antiminero se les acabará y, mismo Humala, tendrán que estar con malabares verbales para justificar por qué la minería sigue siendo tan necesaria para la economía peruana.