Puno ardiente

Lo que viene sucediendo en Puno no sólo debe llamarnos la atención, sino también dolernos. Hasta el momento son seis muertos, una treintena de heridos y es posible que la cifra aumente. Lo peor de todo es que todo esa tragedia se veía venir, pero, como siempre, poco o nada hicimos, desde el gobierno que hoy prefiere inaugurar Cristos regordetes, hasta nosotros con nuestra indiferencia porque, reconozcámoslos, creemos que esos cholos no son parte del Perú.

La actitud del gobierno hay que comprenderla, pues, como toda administración saliente le interesa un rábano intervenir en temas tan espinosos y lo mejor es cargarle el muerto al gobierno entrante. Lo que queda, entonces, es que la administración entrante ya tome cartas en el asunto. El problema es que quienes desde el próximo 28 serán gobierno, son los principales incendiarios de lo que sucede en Puno, por eso es urgente que desde ya a algunos dirigentes nacionalistas y líderes como Diez Canseco se le encargue la conducción de la cartera del Interior para ver cómo es que él y sus huestes pasan de bloquecarreteras y quemallantas a negociadores y pacificadores.

Pero hay más, pues de lo que se trata es resolver problemas de fono que subyacen detrás de la protesta, muchas veces legítima, pero a la vez desbordada por delincuentes y agitadores profesionales. Y los problemas de fondo tienen que ver con la relación existente entre nuestro Estado y la sociedad peruana, relaciones, muchas veces inexplicables y/o atravesadas por incompetencias mutuas; es decir, ¿cómo es posible, por ejemplo, que en Puno se desate tremendo desmadre agitado por concesiones mineras que no son consultadas a la población? ¿Cómo es posible que esa misma población reclame mayor atención estatal ya que allí se sufre de un alto índice de pobreza y desnutrición cuando su gobierno regional recibe un promedio de 50 millones de soles por canon minero y que si son bien invertidos varios de esos problemas podrían solucionarse? ¿Cómo es posible que esas mismas autoridades que encabezan muchas veces las protestas reclamen la presencia del Estado si ellos son Estado?

Es decir, aquí hay una relación entre Estado y sociedad cada vez más anómala que debe empezar a resolverse, primero, al interior del propio Estado, pues de nada le sirve al gobierno saliente de García sacar pecho por las millonarias transferencias que se han hecho a los gobiernos regionales, si éstos aún no son vistos como tal en sus respectivas regiones. El problema se agiganta cuando, como sabemos, muchos de esos recursos son devueltos simplemente por incompetencia de los propios funcionarios. Y se giganta mucho más cuando Lima, el gobierno central, mira con desprecio a sus otras instancias de gobierno; es decir, la de provincias. Entonces, lo que resulta es que esa división de poderes está atravesada por el menosprecio e indiferencia.

Ojalá que el próximo gobierno tan experto en causar incendios justamente por criticar esa situación, ahora sepa apagarlos y, principalmente, solucionar la raíz de esos males: las relaciones de desprecio al interior del propio Estado y el desencuentro del Estado con la sociedad.

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