Temple de acero
Ya se está convirtiendo en una tradición que los hermanos Coen nos entreguen anualmente una película que la veremos disputando el máximo galardón de la industria cinemera. Para la reciente edición del Oscar, esta dupla de ascendencia judía estuvo compitiendo con Temple de acero, cinta que nos devuelve a uno de los temas predilectos de estos hermanos: la violencia, pero no en el mundo urbano y contemporáneo como son varios de sus trabajos, sino la violencia en el lejano oeste.
Si bien la película es un remake, basada en un clásico sesentero estelarizado por el gran John Wayne, los Coen le imprimen su propio estilo devolviéndonos a la esencia de los western; es decir, una sociedad basada en los códigos salvajes donde prima la vieja ley del “ojo por ojo, diente por diente”. Así, veremos a los protagonistas, Jeff Bridges y Hailee Steinfeld, nominados al Oscar, pretextando hacer justicia con sus propias manos, cuando lo real es que son seres dominados por el instinto asesino de buscar sangre.
Desde esa perspectiva, los Coen refuerzan un tema dominante en su trabajo: el espíritu tanático del ser humano, alejado de cualquier futuro prometedor, que actúa simplemente por el goce a la sangre. Todo esto está contado con buen pulso, en unos escenarios que conjugan con ese espíritu de muerte y con unas actuaciones espectaculares. Todo este genial trabajo se tradujo en diez nominaciones a la estuatilla dorada. Sabemos que no obtuvo ninguna; sin embargo, eso nos desmerece la película, al contrario desmerece al Oscar.