Para romper con el rito electoral
Ahora, si no queremos que las próximas elecciones en Arequipa sigan siendo ritualísticas (proceso masificado de codicias políticas, sin liderazgos, con pocas propuestas serias y con una población que vota temerosa o automatizadamente), hay que empezar, desde la política, a cumplir con varias tareas. Una de ellas tiene que ver con la construcción de un auténtico sistema de institucionalidad política.
Hemos visto en lo bufonesco que se convierte un proceso electoral en donde todo el mundo quiere candidatear, y eso es producto de la falta de organizaciones políticas sólidas. Es desde allí donde debieran salir los auténticos líderes, es desde allí donde debieran emerger las propuestas de desarrollo social, es desde allí donde debiera generarse las primeras reacciones de fiscalización para acabar con la corrupción de las autoridades, etc. Es decir, hasta el momento los partidos políticos siguen siendo las únicas instituciones sobre la que se afirma la democracia de una sociedad. Quizá alguien, apegado a la teoría de la tercera vía, diga que ahora lo más importante sean los movimientos regionales. Si creen que es así, entonces que lo hagan; es decir, ya sean partidos o movimientos regionales, lo importante es saber que la política en Arequipa se sostiene por auténticas estructuras políticas y no por apetitos y motivaciones coyunturales.
Obvio que esa tarea corresponde que la asuman, prioritariamente, los principales actores salidos del reciente proceso electoral; es decir, Juan Manuel Guillén y Alfredo Zegarra. Lamentablemente, ya sabemos que el primero no lo hará. Está impedido, tanto personal como institucionalmente para hacerlo, pues su particular megalomanía unido al grupete monárquico que lo acompaña, hacen imposible que Tradición y Futuro se convierta en una verdadera institución política de Arequipa; es decir, está condenada a seguir siendo un asociación amicofamiliar que se activa cada cuatro años para, alrededor de la figura caudillesca de Guillén, seguir detentando el poder.
Queda por tanto, centrar nuestra atención en Alfredo Zegarra y Arequipa Renace, que prácticamente “barrió” en las elecciones y que la convierten en la primera fuerza política de Arequipa. Ojalá que Zegarra cumpla con esa tarea y no lo veamos, en el 2014, impopular, conchamadreado, reacomodándose y fortaleciendo la cultura política achorada y alpinchista que, lamentablemente, parece hoy reinar en el Perú y Arequipa en particular.