Entre el fracaso y las victorias pírricas
La llegada a ese extremo, donde la negociación se acaba abriendo paso a la mera intransigencia, es producto de un penoso proceso que pone en evidencia que la triada de actores involucrados en el conflicto (minera, población y Estado) no han sabido manejar adecuadamente sus piezas, siendo el resultado final una perdida para todos, pero de diferentes escalas. La que debería preocuparnos más es la del Estado y del distrito de Cocachacra.
El Estado, que somos todos, pierde porque aumentará su nivel de riesgo a nivel internacional precisamente desde su lado más débil; el institucional; es decir, como sabemos, si hay un raquitismo que nuestro país no puede superar ante los ojos de la comunidad internacional, es un país con una institucionalidad frágil, que se agudiza cada vez que ingresa a períodos electorales como el actual. En otras palabras, no podemos revertir la sensación del aventurerismo con carga autoritaria que se presenta y gana adeptos cada vez que hay procesos electivos. Como recordamos, una de las consecuencias de esa situación es que terminamos eligiendo “al menos malo”, en lugar de elegir “al mejor”, y eso, en términos de riesgo; es decir, de evaluación para futuras inversiones foráneas, es vital.
Respecto a Cocachacra, aunque al inicio pueda parecer victoriosa, con el tiempo la no puesta en marcha del proyecto, se tornará en pírrica porque esta localidad perderá los cuarenta millones de soles que anualmente obtendrían con los recursos de Tía María. Si consideramos que el proyecto duraría, mínimamente, veinte años, son ochocientos millones de soles que, literalmente, se irían al agua, perdiendo una oportunidad histórica para lograr el desarrollo que requiere esa población y que tendrá un efecto de arrastre para toda la región.
Esta consecuencia pone en evidencia, también, que las dirigencias locales sólo percibieron el problema desde un ángulo, aquel que sataniza la inversión reivindicando un supuesto paraíso natural que, en realidad, no existe, obviando el análisis de las oportunidades que generaría el proyecto.
¿Hay solución al problema? Sí lo hay. Es más, la academia ya dio algunas respuestas a estos hechos que vienen repitiéndose por todo el país. Algunas de ellas las encontramos en una reciente investigación publicada por el Instituto de Estudios Peruanos (“Minería y conflicto social”) donde los autores plantean que este tipo de conflicto pueden resolverse a través del único mecanismo existente: la transformación del conflicto; es decir, el reconocimiento por parte de los actores (empresa, Estado y sociedad) que el problema no es solamente económico o empresarial, menos de tipo natural, etc. sino que hay que saber contemplar las varias dimensiones del mismo. Sólo así puede ingresarse a la etapa de negociación. Lo contrario de todo eso, es lo que ha ocurrido o viene ocurriendo, la cerrazón, intransigencia o violencia que, de acuerdo a experiencias similares recientes, ha terminado en una carnicería absurda. Ojalá que el caso de Cocachacra, no tenga ese final.
Dejando de lado el fondo del asunto discutido, creo que al gobierno se le esta yendo de las manos los conflictos sociales, pues tengo la impresion que en este caso, los altos funcionarios no han querido hacer uso de la fuerza publica, por temor a aumentar el numero de victimas mortales producto de esta clase en enfrentamientos. Definitivamente, el gobierno no ha aprendido de sus errores y ahora se ve entre la espada y la pared (si usar la fuerza, que es legitima, o actuarprudentemente para evitar mas muertos, pero con los agitadores en las carreteras).
Me parece muy acertado el comentario, además que no podemos dejar pasar una oportunidad de inversión como la que se presenta, pero en todo caso se deben salvar las objeciones que se pudieran plantear y lo más pronto posible a efecto de que no se vuelvan a presentar los lamentables sucesos que se han venido suscitando.
gracias William Smith Flores Torres