Útiles escolares

Salí hoy a comprar los útiles escolares para Fabio, aún de 3 años pero pronto a iniciar clases de cuatro. Al igual que el año pasado, salí literalmente pelado luego de cumplir con el enorme listado que, tal vez para endulzar tan amargo momento, viene impreso con un osito sonriente de fondo.

Mientras compraba cuadernos enormes de todos los tipos, plumones, lápices y lapiceros por docenas, miles de hojas bond, innumerables cartulinas, gomas, chapas, corchos, plumas y hasta fideos (sí, fideos coloreados) que, a las finales, sumaron cerca de cuatrocientos soles (luego vendrán otros cuatrocientos por conceptos de libros, y no se cuánto por uniformes y todo para un niño que hará clases de cuatros años), no podía dejar de recordar lo que fue mi época escolar. Ante cajas de útiles, a los que luego hay que pulcramente forrar, nombrar y etiquetar, se me presentaba a imagen viva mi pequeño maletín de cuero, un par de cuadernos y una enciclopedia que usaba para ir al colegio Pedro A. Labarthe, La Victoria, Lima, a pocas cuadras de La Parada, a donde iba con frecuencia al terminar el colegio, y desde allí, de retorno a casa, a pie.

Recordar esos momentos y sufrir lo que sufro ahora para comprar ese listado descomunal de útiles para alguien que recién está aprendiendo a hablar, y que para eso tuvo que estar en estimulación temprana, psicólogo y no se cuántas cosas más, es algo que no entiendo. Pues creo que al igual que yo, cientos y miles que fueron al colegio sólo con su maletín, un par de cuadernos y enciclopedia, tienen un mejor nivel educativo que la actual generación que requiere de una inversión de cientos de miles de soles.

Y no lo digo yo, allí está las cifras que demuestran que los niveles educativos de los últimos años nos han colocado en las más oscuras profundidades. El resultado de esa indigente formación educativa la sufro yo cuando muchos escolares, ya en la universidad, no pueden ni saben leer y menos sistematizar una lectura, y muchísimo menos pergeñar un ensayo breve. Es más, creo que ni siquiera saben escribir, pues cada vez es más frecuente ver cómo los alumnos asisten, se sientan y luego se dedican simplemente a escuchar al profesor sin tomar ningún apunte; es decir, ya ni cuadernos llevan a clases (para no pensar mal, quiero creer que esta nueva generación ha venido al mundo con cientos de gigas de memoria en el cerebro).

Así estamos, nuestra educación es una de las más lamentables a nivel mundial y poco o nada pueden hacer los responsables de eso porque, creo, no hay voluntad política para hacerlo, pues hay un excelente Plan Nacional de Educación que es política de Estado, pero que prácticamente no se ha implementado, y, por lo visto, no se implementará porque a los que debiera principalmente interesar, que son los profesores, no les interesa.

Como nos la venido a recordar Porter hace poco, triste futuro el que nos espera si es que en lugar de crear capital humano, que es lo que crea la educación, nos dedicamos a producir trush people, que es lo que ya estamos arrojando al sistema nacional.

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