Amenazas urbanas
Me parece que eso está bien, pues, dejando de lo lado lo nostálgico, hay que reconocer que Arequipa no puede aislarse de la dinámica global y del boom económico (aunque en caída libre) que vive el país. Sin embargo, existen algunos aspectos que empiezan a incomodarme.
Me refiero concretamente al Mall Real Plaza que ya muestra con un gran cartel lo que será ese megaproyecto. Me interesa particularmente ese proyecto porque está a pocas cuadras de mi actual vivienda, específicamente está donde antes era el emblemático colegio Sagrado Corazón Sophianum, que de la noche a la mañana fue demolido para dar paso a este monstruo comercial que tendrá un área de 14 mil metros cuadrados y 50 mil metros cuadrados de construcción, donde estarán, más o menos, 60 tiendas comerciales, cines, gimnasios, boulevard financiero, etc.
Parece que toda está bien; sin embargo, los que viven por la zona o la han visitado, saben que a pocas cuadras está el mall fundacional de Arequipa, la conocida Saga Falabella. Allí empieza el problema, pues sabemos que desde que se instaló esa empresa sureña transformó sustancialmente la zona, especialmente en lo que se refiera a transporte urbano. Es decir, desde que Saga está allí, el transporte público es infernal. A pesar de muchos pedidos o demandas, nada se ha hecho para solucionar ese problema. Es más, por lo visto esta corporación no tiene el mínimo interés de contribuir a su solución, como sí ha ocurrido en Lima donde han levantado puentes, ampliado calles, etc.
La pregunta cae por su propio peso: ¿se imaginan lo que será esa avenida con el Real Plaza? Esto nos plantea una situación inverosímil, pues desde hace meses se viene discutiendo en Arequipa el proyecto del Puente Chilina que prácticamente ha abortado por la oposición mayoritaria de la opinión pública. Es decir, a ese proyecto se le ha exigido estudios minuciosos de impacto ambiental, urbano, social, cultural, etc. Me pregunto porqué no se le exigió lo mismo a empresa privadas, como el caso de Saga y ahora a estos megacentros comerciales? Es decir, porqué actuamos como perro del hortelano cuando se trata de proyectos públicos y miramos al techo cuando provienen del sector privado?
Pero más allá de esta reflexión, ojalá se actúe pronto para que se tomen todas las precauciones para evitar que, detrás de estos megacentros comerciales, Arequipa se convierta en braseros urbanos. Estamos a tiempo para evitarlo.