Mi hermano, yo y nuestra novia
A partir de allí la cinta transcurre entre risas, romances, complicaciones y demás situaciones amenas que logran contagiar al espectador con la trama, cuyo final es de lo más inesperado.
Carrel se luce en esta película puesto que no sólo despliega sus dotes cómicas sino también dramáticas. Por su parte, el tono adusto pero a la vez encantador, lo proporciona Binoche haciendo una dupla intercontinental que merece verse repetidamente.
Aunque la cinta sea un poquito vieja (la factura es de hace un par de años) y se presenta con perfil bajo, es altamente recomendable. Por eso es que en su oportunidad conquistó a un público que quedó enamorado de la película y que reclama una nueva entrega de un director que nos viene acostumbrando a pocas, pero siempre atractivas producciones, tal como fue, en calidad de guionista, con Un niño grande.