Nos quedamos sin Benedetti

Llego cansado de la capital (los vuelos madugadores son matadores). Somnoliento entro a mi estudio (un decir, pues en realidad se trata del cuarto donde está la PC) y robotizado prendo la computadora que me traslada inmediatamente a mi buzón y allí está la triste noticia: Muere Benedetti, el poeta del compromiso.

Sabía, o mejor dicho, sabíamos desde hace algunas semanas que la salud del poeta uruguayo estaba más que resquebrajada. A las finales, un fallo intestinal pudo más que su pertinaz alegría por la vida y se lo llevó a los 88 años.

Para mi época de estudiante universitario, Benedetti era casi un culto obligado, pues en él se resumía el espíritu de todo aquel que abrigaba el sueño revolucionario: hombre integro, incorruptible, antimperialista, luchador antidictatorial, exiliado, intelectual y… poeta ¿qué más se podía pedir? Por eso es que su poesía circulaba en los círculos izquierdosos con gran rapidez, pues a través de sus versos podían entenderse mejor los Grundisse marxianos o el empiriocriticismo leninista, que era súmmum de todo aquel que quería aspirar a líder estudiantil de izquierda (sospecho que hoy los aspirantes a líderes no leen, creo que a las justas miran The Backyardigans).

Un ejemplo de lo didáctico que resultaba Benedetti para acercarnos al marxismo es el siguiente poema, titulado Táctica y estrategia:
Mi táctica es/mirarte/aprender como sos/quererte como sos.

Mi táctica es/hablarte/y escucharte/construir con palabras/un puente indestructible.

Mi táctica es/quedarme en tu recuerdo/no sé cómo ni sé/con qué pretexto/pero quedarme en vos.

Mi táctica es/ser franco/y saber que sos franca/y que no nos vendamos/simulacros/para que entre los dos/
no haya telón/ni abismos.

Mi estrategia es/en cambio/más profunda y más/simple.

Mi estrategia es/que un día cualquiera/no sé cómo ni sé/con qué pretexto/por fin me necesites.

De hecho que Mario nunca pensó este poema como un manual propedéutico del marxismo, pero nosotros, jóvenes insolentes, lo adoptamos como tal, no para internalizar los conceptos de táctica y estrategia que discutíamos ardorosamente para cronogramar mejor la lucha revolucionaria que creíamos que estaba a la vuelta de la esquina. No, usábamos en realidad ese poema beneditiano para arrimarnos mejor a la rica rubiesita que alguien logró llevar a la célula o circulo de estudios. Si ella estaba presente, entonces saltaba el floro grundiniense para que pusiera su cara de asombro levantando las cejas, y nosotros, doctos especializados en marxismo, preguntábamos qué, no has entendido?. No hay problema, te lo diré poéticamente, y arrojábamos los versos de Táctica y estrategia Ahora, si ella no estaba y su lugar era ocupado por la gorda prole y provinciana del salón, continuábamos con nuestro rollo para terminar diciendo, si no nos entendían, compañeros, la revolución fracasará si no estudian. Fin de la sesión.

Ese es el recuerdo inmediato que me causa la triste noticia de la muerte de Benedetti. Es decir, de su compromiso con la revolución social y su pasión por la poesía, que la continuó hasta su final, yo usé subrepticiamente más su lado poético. Sospecho que de ambos ideales o pasiones, el propio Benedetti se quedó con el segundo, pues en uno de sus últimos versos confiesa Me he ido quedando sin mis escogidos/ los que me dieron vida/aliento/paso/ de soledad con su llamita tenue/ y el olfato para reconocer/ cuánta poesía era de madera/ y crecía en nosotros sin saberlo/ Me he quedado sin Proust y sin Vallejo/ sin Quiroga ni Onetti ni Pessoa/ ni Pavese ni Walsh ni Paco Urondo/ sin Eliseo Diego sin Alberti/ sin Felisberto Hernández sin Neruda/ se fueron despacito en fila india. Ahora, nosotros nos hemos quedamos sin Benedetti.

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