HACIA EL “SÁLVESE QUIEN PUEDA “

Trescientos arequipeños viajan diariamente a Estados Unidos para vacunarse contra la peste, según la Asociación de Agencias de Viajes y Turismo (Avit). Si tomamos como referencia los tres últimos meses, eso significa que cerca de treinta mil characatos habrían tomado la decisión de volar hacia el gigante norteño para protegerse del virus y así tener la ilusión de vivir un poco más, puesto que aquí, o la vacuna no llega o avanza a paso de tortuga, mientras el índice de contagios y muertes están totalmente desbocados, y al parecer, sin que a nadie le importe.

Muchos familiares y amigos ya viajaron y otro tanto están en plena tramitación, animando así a muchos más a volar a los Estados Unidos para vacunarse, pues, cada día que pasa las facilidades de hacerlo se acrecientan, no sólo en pasajes, sino también en alojamiento. Es más, como un amigo lo comentó, en estos momentos, chapar tu avión y viajar, sale más barato que conseguir una cama UCI o un simple balón de oxígeno. Si a ello se le suma que las propias autoridades americanas han empezado a desarrollar programas o paquetes turísticos que incluye la vacuna, entonces no debiera extrañarnos la cifra de arequipeños que ya han copado y agotado estos paquetes hasta junio.

Hasta el momento no hay una cifra oficial a nivel nacional que nos diga cuántos peruanos están haciendo lo mismo, pero de seguro que también son miles, que a la vez se suman a los otros cientos de miles que por todo el mundo lo vienen haciendo, puesto que varios países del orbe atraviesan los mismos problemas que sufrimos en el Perú. Es decir, en todo el mundo, y en especial en los llamados países tercer o cuatrimundistas, se ha desatado esta fiebre desesperada por viajar a Estados Unidos y vacunarse contra la peste, puesto que, en sus patrias, la vacuna es, hasta el momento, algo imposible de alcanzar. Frente a eso, el valor de la vida es impostergable.

Ante ello, no han faltado fuertes críticas hacia aquellos que lo vienen haciendo, siendo el de “egoísta” el de menor calibre, y reclamándoles un poco de humanidad o solidaridad, ante los que ni siquiera pueden para la olla diaria, y sólo les queda esperar la voluntad de la autoridad estatal para atenderlos y brindarles las ansiadas dosis de vacuna. Es más, hay otros que, incluso, ya advierten que esta fórmula del “sálvese quien pueda”, lo único que estaría haciendo es agigantar las desigualdades en la sociedad; es decir, a las ya existentes, se le sumaría, la de “los vacunados”, frente a los “no vacunados”. Obviamente, con el primer grupo se construiría un sistema de ventajas a los que los segundos jamás podrían acceder.

Ahondando en este posible escenario, lo de las vacunas como un nuevo agitador de desigualdad social, sería sólo un primer paso, puesto que el avance y agudización de la pandemia, está motivando que muchos países y gobiernos ya estén pensando en vacunas o sistemas de inmunización mucho más sofisticados que incluyen hasta chips trasplantado, para así tener una mayor seguridad en los sistemas de detección y control de la peste. Esta decisión se estaría consolidando, puesto que, sin dicho control, la reactivación económica y el ansiado retorno a la “nueva normalidad”, es imposible.

Esto suena bien desde la perspectiva sanitaria que toda sociedad debiera tener frente a un virus cada vez más maligno y descontrolado; sin embargo, como ya lo advirtiera Harari, detrás de la comprensible desesperación de la gente por asegurar su salud y permitir que le inyecten o trasplanten cualquier cosa, se estaría orquestando un sistema de seguimiento y control policiaco que lo único que alienta es el advenimiento de un sistema tiránico, que haría relamer a todos los que incuban un espíritu autoritario.

Hacia ese escenario parece que nos está conduciendo esta pandemia, pero no tanto por el maldito virus, sino por la incapacidad de todos los gobernantes, en particular de países como el nuestro. Es decir, luego de un año de la peste, en lugar de haber construido o fortalecido redes de solidaridad y cooperación, nacional e internacional, lo que tenemos es esta situación del “sálvese quien pueda”, ahondando así las diferencias y desigualdades.

Hace un año, la ciencia ya advirtió que frente una pandemia global, la solución también debería ser global, con lo cual invocaban a los políticos del mundo a crear y/o fortalecer una red de apoyo a nivel macro, o por lo menos de nivel nacional. Como vemos, luego de ese tiempo, los políticos sólo se miran el “puputi”, a espaldas a la población y hablando cojudeces. El mejor ejemplo de ello, como casi siempre, es nuestro país.

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