Las semanas decisivas
Acorde con nuestra historia y tradición electoral, ingresamos a las que son las semanas decisivas en lo que a definición de votos se refiere. Es decir, a partir de este lunes empiezan los días en que la gran mayoría de nuestra población electoral centra su atención en las elecciones generales, buscan algo de información sobre los candidatos, fundamentalmente entre familiares y allegados, y deciden por quién votar, también basados en los “consejos” de familiares y allegados. Para sintonizar con ese actuar de los electores, los candidatos harán de estas dos últimas semanas, lo inimaginable para llamar la atención y “conquistar” algunos votos. A continuación, algunas de las históricas y tradicionales acciones de los postulantes en la etapa final de campaña, a pesar de tener unas elecciones tan sui géneris:
Cochinaditas (si son de alcoba, mejor): Esta es la etapa de la campaña, donde aparecen los más sonados escándalos o revelaciones de nuestros aspirantes a conducir el país. Es decir, que no nos extrañe que algún candidato tenga un hijo no declarado; sea narcotraficante, cargue con un muerto, esté en la segunda lista del vacunagate, o algo por el estilo. Ahora, si se “descubre” que su pareja es chilena, o que tiene una vida íntima sinuosa, mejor; pues será el postre para las portadas y titulares de los medios de comunicación. Además, no hay mejor recordación de un político, si es a través de su vida o conducta sexual; para lo cual, cualquier aficionado informático, puede hacer montajes gráficos o visuales, con simples programas que tengan gran efecto.
Demolición del contrincante (si encabeza las encuestas, mejor): Una práctica muy frecuente en esta esta última etapa, es devastar al oponente político con la pretensión de borrar o invisibilizar su presencia. En campañas tradicionales, la manera más frecuente de hacerlo era borrando sus pintas, despegando sus afiches o deshaciendo sus pancartas. En esta campaña atípica, en donde prima lo virtual, es posible que esa demolición se haga también en las redes. Para eso, ya se está haciendo frecuente la existencia de ejercitos de troles, cada vez más preparados y despiadados en esa tarea.
Hemorragia de encuestas triunfalistas: Debemos recordar que estos días, nos invadirán encuestas en donde todos los candidatos, o ya son ganadores o arañan los primeros lugares. Obviamente, todas ellas son falsas puesto que son hechas a medida de quien las paga (muchas, ni siquiera tienen registro oficial), pero de lo que se trata es alimentar el discurso triunfalista del candidato, ya sea para animar a sus seguidores, o para resistirse a declararse perdedor. Este aspecto es fundamental en muchas organizaciones, ya que según las nuevas reglas electorales, muchas organizaciones políticas desaparecerán, si es que no logran, por lo menos, el 5% de votos. Es decir, en estas elecciones, muchos dueños de esos “partidos” se juegan en realidad, sus jugosos negocios consistentes en alquilarlos al mejor postor.
Declaración de fraude: Muy unida a la anterior acción, estos son los días en que aparecerán los candidatos que, con tambores de guerra, anuncien el “fraude electoral”; es decir, sabedores de su derrota, pero impedidos o avergonzados por asumirlo, lo mejor para nuestros políticos es declarar que las elecciones son fraudulentas, o que “se cocina una estafa”. Es decir, nuevamente la “fuerza endemoniada” de poderosos, enemigos antipatriotas o cualquier fantasma, impedirá que el candidato iluminado llegue a la presidencia. Incluso, no faltará el alucinado que convoque a su “inmensa militancia” para salir a las calles y protestar por la “defensa de los votos robados o fraguados”.
Así llegaremos al 11 de abril, en medio de toda esa fiebre de arrebatos de nuestros candidatos. Quizá, algunos consigan sumar algunos votitos; pero, no hay que olvidar que otro gran porcentaje decide su voto en la misma fila, preguntándole al de al lado por quién hacerlo. Si eso ha sido frecuente en elecciones tradicionales, en la actual, es probable que eso se amplifique, pues la gran mayoría de electores estará más preocupada por no infectarse de la peste o por conseguir el oxígeno para que el familiar no se muera. ¿Preocuparse por un nuevo mandatario; es decir, por un nuevo ladrón o inútil? No creo que eso inquiete al elector.