Auge oclocrático, o la nueva política mistiana

Si en la actualidad, el poder que ostenta un político, se mide por el dominio que tiene en los medios infocomunicacionales, no para resaltar su obra, sino para generar expresiones vitriólicas o conchamadrescas, de seguro que el gobernador de Arequipa debe ser el que le sigue en la lista a nuestro mandatario Martín Vizcarra, que es el político más poderoso del país, según la reciente encuesta que anualmente se hace sobre el tema.

“Formaré una comisión de científicos locales para crear la vacuna”, “Coman alpaca para evitar contagiarse”, “Ya hablé con mi amigo Putin para que me manden la cura al C19”, “Sólo los burros usan mascarillas como bozal”, son algunas de las expresiones que adornan y ayudan  a describir el manejo desastroso de la crisis sanitaria que el gobernador arequipeño ha tenido en la segunda ciudad del país, pero que le ha servido para incrementar una gran notoriedad nacional e, incluso, internacional.

Obviamente, todo eso formó parte de una estrategia que el gobernador trazó desde el inicio de su gestión: lanzar su candidatura presidencial, competir por la primera magistratura del país. Lo hizo en plena expansión de la peste, mientras los hospitales colapsaban y los pacientes se morían por falta de oxígeno. Recordemos que tuvo que intervenir el propio Gobierno Central para aplacar en algo la tragedia; sin embargo, eso no amilanó al cantinflesco gobernador: él siguió haciendo campaña, lanzando publicidad virtual y pintando muros y paredes en varias ciudades del país.

La gran mayoría de la población arequipeña, encontró en las fantasías presidenciales del gobernador, la materialización de su más profundo deseo: deshacerse de esa autoridad que no sólo avergüenza, sino fundamentalmente daña y pone en peligro el futuro inmediato de la Región. Lamentablemente, todos los intentos revocatorios fueron un fracaso; por eso, el anuncio del gobernador a candidatear a la presidencia, para lo cual tenía que renunciar a su cargo, fue aplaudida por toda la Ciudad Blanca.

Las expectativas de que Arequipa se deshaga del gobernador, fueron alimentadas por él mismo, puesto que a medida que se acercaba el último día para presentar su renuncia, salía a contar de “las varias invitaciones partidarias que recibía”. Es más, en la propia capital apareció su propaganda, y casi todos los días de las últimas semanas, todos los medios locales abordaban el tema, haciendo cálculos o reinterpretaciones de cómo sería el Gobierno Regional sin su presencia; la baraja de nuevos funcionarios que asumirían su conducción, e, incluso, sus posibilidades de ganar las elecciones presidenciales. Esperando hasta el último minuto, tal renuncia no se produjo. Es más, la cantinflesca autoridad salió envalentonadamente a proferir sus acostumbradas evacuaciones verbales para anunciar que se reafirmaba en el cargo, y a burlarse de quienes ansían su cese.

Todo este relato centrado en la principal autoridad política mistiana, sirve en realidad para analizar algo más preocupante y peligroso. Es decir, no se trata de seguir comentando sus acostumbradas chifladuras, sino de hacer notar la posible consolidación de un estilo de hacer política y, por tanto, de un escenario que ya se habría impuesto en Arequipa, que llamaríamos cacerilliquismo o el ascenso de la oclocracia.

Este nuevo escenario estaría caracterizado, en primer lugar, por una total ausencia de figuras políticas (no me refiero a liderazgos, sino simplemente eso, figuras). Ha sido realmente penoso que en toda la crisis sanitaria, que afectó dramáticamente a la Región, no haya salido ninguna figura para, por lo menos, hacer un gesto de apoyo. Ningún dirigente empresarial, civil, sindical o barrial, menos partidario, se asomó en todos estos meses. Ojalá que algún día sepamos dónde estuvieron todos aquellos que encabezaban kilométricas marchas diarias reclamando posesiones, bloqueando pistas o protestando contra inversiones. Es cierto que el gobierno dictó medidas super restrictivas para contener la peste que se resumieron en el “quédate en casa”, pero con los meses idos, sabemos de lo inútil de tales medidas que pudo haberse evitado si se recurría a la organización civil, barrial o distrital, como una alternativa para paliar el avance de la peste.

Una segunda característica del nuevo escenario político regional es consecuencia de la primera; es decir, ante el vacío de figuras políticas, hay otro de propuestas o un mínimo debate sobre el futuro inmediato de la Región. Como todo el país, Arequipa ha sido golpeada social y económicamente. Como todo el país, el futuro es sombrío. Como nunca se requiere de soluciones urgentes, poniendo en marcha proyectos o reactivarlos para, mínimamente, tener la seguridad de que pronto saldremos de este empantanamiento. Sin embargo, nuevamente el cacerlliquismo se impone. Por ejemplo, ante la urgente necesidad de continuar con el Proyecto Majes-Siguas II, que generaría 100,000 empleos y 150 millones de dólares anuales de ganancia, lo que ha hecho el GRA es estancarlo. Es decir, a su negativa de poner en marcha una economía minera, se le suma ahora su negativa de activar la economía agraria. Otras propuestas o debates que tienen que ver con la manera de cómo saldar diversos desastres generados por la peste, como el educativo, la salud, qué hacer con el Gobierno Regional y en general con todo el proceso descentralizador, que ha reafirmado su inutilidad, están, sencillamente, en el limbo de lo desconocido.

Este ascenso de la oclocracia, tiene su máxima expresión, justamente en el campo político, pues ante la obligatoria participación de las elecciones generales, los que han emergido como figuras o candidatos regionales es más de lo mismo o, incluso, peor. Eso ya se notó en la recientes elección congresal, donde la nueva representación mistiana, sólo se ha hecho notar nacionalmente, para dar vergüenza. Ahora, en plena elección general, se ha reafirmado esa tendencia. Cuando se esperaba en estas semanas, la reaparición de las organizaciones políticas, presentando nuevas figuras, o poniendo en agenda los temas urgentes, hemos estado distraídos con las chifladuras del gobernador. Es decir, a eso se ha resumido la política en nuestra región: comentar, hacer chistes, memes y maldecir de lo que hace o deja de hacer la autoridad, y, de paso, jugar a si se le revoca o no. Como dijimos al principio, si eso no es dominar, a través de los medios infocomunicacionales, y por tanto, demostrar poder, entonces qué es?

Lo peor es que, lo que viene ocurriendo en Arequipa, parece que tiende de expandirse a todo el país; y para demostrarlo, sólo basta saber de quiénes son los que aspiran gobernarnos a partir del 2021; la paralizante ignorancia y tentaciones que tienen los congresistas, o qué le rebana el seso a nuestro mandatario. Todo esto, en medio de una de las peores crisis de nuestra historia. La figura central del cacerelliquismo no estará compitiendo en las elecciones presidenciales, pero, de hecho, parece que su estilo se impuso; por tanto, ya ganó.

 

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